Día 28: Desconocido.

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Una respiración agitada en medio de la oscuridad, quebrando el silencio fúnebre. Con el latir de un corazón asustado, dos orejas se movían, impidiendo que mantuvieran la concentración en los sonidos verdaderamente peligrosos. De un arrastre en las paredes o golpecitos en el techo. Sonidos que rebotaban en las paredes de la cueva.

—¿Aún sigues empuñando tu espada? Mejor acepta tu muerte —recomendaba una voz que se movía en varias direcciones, haciendo más difícil identificar el origen. El hecho de que ese lugar fuese muy espacioso tampoco ayudaba.

Un cachorro de catorce años gruñó enojado. Al fin podía darle lugar a otra emoción que no fuera el miedo. Pero seguía incapaz de tranquilizar el latir de su corazón traicionero.

Respiró hondo. Movió sus dos colas para despejar tensión. Pese a estar encerrado en una cueva rodeado de penumbras, no debía cometer el mismo error que el ankoku.

—Aún no me explico como es que siempre caen —comentó la voz desplazándose, obligando al zorro a moverse por igual en intento de evitar un ataque sorpresivo —. Desde el más joven hasta el anciano más experimentado. Todos no pueden resistir el impulso de hacer locuras para llamarse "héroes".

Otro gruñido de parte del cachorro. Ese maldito demonio lo había engañado. Se hizo pasar por un perro anciano para decirle que su nieto se perdió en la cueva. Lo guió y cuando menos lo esperaba, ya estaba perdido. La conclusión lógica de sus pasos fue ese lugar donde no llegaba la luz de afuera. Donde el ankoku había salido de su contenedor para revelar su verdadera forma a la oscuridad.

Logrando alcanzar un mísero atisbo de calma, el zorro dijo:

—Tus engaños terminan aquí —afirmó, incapaz de ocultar el titubeo de sus palabras.

—¡No me hagas reír! —se burló el enemigo de inmediato —. Ustedes que anteponen la vida de un desconocido frente a la propia creen que por un acto de buena fe tienen la victoria en sus manos, pero yo soy la prueba viviente de su estupidez. Solo serás otro muerto en mi lista.

El zorro guardó silencio. Luego respondió:

—Tú crees que estás en lo cierto porque hasta el momento no te has equivocado. ¿En serio debo decirte lo tonto que es eso? Sería una verdadera lástima que tu muerte ayude a más animales de los que has podido asesinar.

La seguridad en sus palabras hizo incomodar al demonio, pero el zorro no tenía forma de saberlo.

Ante el silencio de su adversario, el zorro retomó la palabra:

—Yo también soy un ankoku. Crees que atrapaste a alguien indefenso, pero eso es porque solo estás viendo con los ojos. Si conocieras el nombre de Cryson Twice Gardeun a su plenitud, estoy convencido de que ahora mismo temblarías de miedo y escaparías cual cobarde —aseguró.

Era cierto. El zorro era como un ankoku para los demás. Todavía no había mostrado ninguna de sus habilidades mágicas. Aún existía posibilidad de cambiar las tornas de la situación.

—Pequeña escoria, solo estás alardeando —escupió el verdadero ankoku.

El canino de pelaje verde y ojos azules sonrió en medio de la oscuridad.

—No. Lo que sucede es me diste tiempo suficiente para encontrar una chispa de convicción. Solo con eso seré capaz de acabar contigo. Solo con eso te enseñaré tu error al subestimar la nobleza de los héroes y de quienes aspiramos a serlo.

Furtuber2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora