Día 6: Monstruo.

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Un grito de terror terminó con la paz nocturna que había envuelto aquella casa. Sin perder tiempo, una coneja salió disparada de su habitación para encaminarse al cuarto de su hijo, acompañada de una pequeña luz que emanaba de su mano derecha.
No se detuvo en encender las bombillas o siquiera a tener cuidado de no chocar con algo ya que en ese momento tenía algo más importante que atender.

Tomó la perilla, la giró y abrió con rapidez, sintiendo un pequeño infarto al considerar tarde que su hijo pudo haber estado detrás del madero, pero se calmó cuando no escuchó ningún golpe.

Con sus ojos verdosos recorrió los alrededores en busca de su hijo, topándose primero con la sábana destendida sin rastro de nadie. El único resplandor ahí dentro seguía siendo su mano hechizada con luz.

No fue hasta que escuchó un sollozo al fondo en un rincón que logró identificar una silueta.
Al acercarse extendiendo su mano iluminada, notó a su criatura en posición fetal temblando de miedo.

—Ya estoy aquí —murmuró la madre con dulzura, acercándose.

Aún sin abandonar su posición defensiva o siquiera mirar a su progenitora, el pequeño extendió un dedo para señalar un lugar detrás de ella:

—Vi un monstruo.

La coneja detuvo sus pasos. Luego, con cuidado, giró para apreciar el lugar indicado por su hijo, bajando la guardia llena de confusión, puesto que lo único que había era un espejo.

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