Día 24: Peligro.

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En el camino próximo a la montaña, un grupo de animales con gabardina estaba esparcido por la zona. Solo dos de ellos se encontraban cerca de un cuerpo tirado, bocarriba.

—Vaya, parece que este ankoku se topó con el viajero equivocado —comentó el lobo.

Aquel demonio no parecía tener algo fuera de lo común. Piel rojiza, sin rastro de pelaje por ningún lado. Su tamaño aproximado eran cuatro metros, de contextura delgada. Con nariz pero sin ojos. Cuernitos en su cabeza sin pelo.
En lugar de pies tenía tres filosas garras. Mientras que en sus manos solo tenía garras.

—Muy desafortunado sin duda alguna —secundó el zorrillo en respuesta a las palabras de su compañero —. Fue humillado por alguien que no sabía lo que hacía. Además, la espada con la que se le dio muerte estaba en muy buenas condiciones para propinar unos cortes así.

Luego de mirar con detenimiento las heridas, el joven dio un vistazo a su alrededor.

—Habrá que buscar un posible herrero ambulante muerto, y buscar al ladrón que huyó a las montañas luego de matar al ankoku —avisó, luego de apreciar el pelaje en las manos del demonio.

Y a juzgar por el ala de murciélago que le faltaba, se podía intuir que el responsable la cortó para cubrirse del sol en su camino.

Aunque los pensamientos del lobo le daban prioridad a otra cosa.

—Vaya, novato, estoy verdaderamente sorprendido con tu deducción —admitió el mayor —. Puntos extra por no alardear cuando te diste cuenta de mi trampa. Aunque yo en tu lugar lo hubiera hecho.

—Lo sé.

Luego el zorrillo se agachó para ver con más cuidado al ankoku.

—¿Puedo saber por qué tan despreocupado? Ni estando muertas esas cosas me inspiran confianza —dijo el lobo notando la indiferencia de su compañero.

El zorrillo soltó un par de carcajadas.

—El verdadero peligro de los ankoku está en aquellos con los que convives todos los días y no en los que puedes ver con plenitud—afirmó.

Furtuber2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora