Día 22: Sabiduría.

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Mientras más se adentraba en la cueva, más fuerte gritaba el silencio. Para iluminar su andar, una figura precisaba de una antorcha encendida, que con el movimiento de su flama en ocasiones creaba monstruos inexistentes, pero no parecía asustarle en lo más mínimo.

Ni siquiera el sonido de pequeñas gotas cayendo desde las estalactitas o el sentimiento de tener miradas sobre su nuca.
No. Aquella figura adulta no le prestaba atención a nada de eso.

Su cabeza estaba envuelta con un turbante, mostrando solo sus ojos verdes. El pelaje azabache de sus brazos, igual envueltos, podía camuflarse a la perfección con la oscuridad de alrededor. Podría decirse que solo el fuego daba testimonio de su presencia. La presencia de un demonio de Tasmania.

No mucho después llegó a un pasillo incapaz de haber sido hecho por la naturaleza. A cada lado, urnas pegadas a la pared casi a la altura del techo. Un espacio amplio perfecto para alejar la sensación de que la cueva te estaba devorando.

—¿Eh?

El marsupial se detuvo en seco. Sus ojos identificaron una sombra al fondo que le devolvía una mirada azul y retadora.

Despacio, el recién llegado se retiró el turbante para manifestar una sonrisa. Luego se quitó los vendajes de sus brazos, y por último dejó su capa suelta.

Ya mostrándose sin recelo, procedió a saludar:

—Joven Cryson.

—Maestro Stealer.

Después de la salutación, la sombra hizo un movimiento para dejar de esconderse tras su capa, provocando una ligera ventisca que apagó la antorcha del marsupial. Ipso facto, en las urnas de las paredes se encendió un fuego verde que iluminó mejor el escenario.

—Le agradezco el gesto de no haberme matado mientras estuvimos en plena oscuridad —habló el zorro —. Sin embargo, espero que esté consciente del terrible error que cometió.

Los ojos del marsupial estuvieron enfocados en lo que había detrás de Cry. En una puerta de hierro rodeada por numerosas cadenas. No fue hasta que notó un movimiento del joven que volvió en sí.

—Y yo te agradezco a ti no haberlo hecho mientras estaba distraído —dijo él, notando el cetro que el joven empuñaba con fuerza en su mano izquierda.

Eso hizo que abandonara su sonrisa para colocar un semblante más serio.

—Cry, no cometas una estupidez. Lo que hay detrás de esa puerta es la respuesta a todos nuestros problemas. ¿De verdad piensas condenar al mundo por estar jugando al justiciero?

El cetro que asía el zorro fue envuelto por una nueva oscuridad, alterando su forma al punto de convertirse en una guadaña, de cuchilla grande y mango extenso.

—Hay una buena razón por la que este conocimiento yace escondido de nosotros. Para proteger al pueblo, y quien sabe si al mundo, debo asegurarme de que permanezca oculto. Sobre todo, que permanezca lejos de sus manos —señaló el zorro, mirando con detenimiento al marsupial.

El maestro alzó una ceja. Cry, al ser consciente de las posibles dudas que estarían cruzando por su cabeza, prosiguió:

—¿Acaso no se detuvo a pensar en las pistas que lo trajeron hacia aquí? No fueron producto de la casualidad, como ya debió suponer. Fui yo quien se encargó de guiarlo hasta a este lugar —reveló el kitsune.

Con un tono más siniestro, añadió:

—Lo traje hasta aquí para acabar con su vida.

Esas palabras trajeron consigo otra leve ventisca.

El silencio desapareció con unas carcajadas provenientes del maestro. Cuando retomó la compostura, habló:

—Si fueras mi estudiante estaría muy orgulloso de ti —confesó —. Pero dime, Cry. ¿Qué piensas hacer cuando aparezca otro animal como yo? ¿Acaso vas a construir una montaña de cadáveres?

—¿Alguien igual? Imposible —intervino de inmediato —. Solo usted logró seguir las pistas. Solo usted busca el conocimiento bajo un disfraz de buenas intenciones.

—Hmp. ¿Entonces eliges el camino de la ignorancia?

—No. Elijo proteger la sabiduría de los corazones malvados como el suyo. También lo protegeré del corazón más bondadoso, porque estoy convencido de que tarde o temprano sucumbirá ante las tentaciones que conlleva tener semejantes saberes. Por eso no permitiré que los secretos detrás de esta puerta sean revelados.

Silencio. El mayor decidió no responder a sus palabras. Solo hizo aparecer una espada en su mano derecha.

—Es la primera vez que la confianza de un mocoso me preocupa. Aunque lamentablemente para ti, Cryson Twice Gardeun, mis preocupaciones se desvanecen muy rápido.

Furtuber2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora