/10/ Kazuki

204 11 37
                                    

/Ryoko/

Y así nos fuimos los dos juntos. Nos despedimos de todos los demás, los cuales no parecían confiar mucho en las intenciones de Midoriya conmigo.

Aquello era algo que no entendía: ¿cómo diablos podían siquiera desconfiar de él, teniendo semejante apariencia de ángel? A mí me resultaría imposible. Por mucha estupidez que me dijese, probablemente me la creería, o tal vez no le escuchase porque estaría muy ocupada admirando sus esbeltas facciones...

—¿Por qué te has ofrecido para acompañarme? —Dije, para abandonar mis pensamientos de una vez por todas.

—¿A qué te refieres?

—Podrías haberte quedado allí pasándolo bien con los demás, pero en cambio estás aquí, conmigo.

—Si te soy sincero... —Se llevó la mano a la nuca—. Ya me estaba empezando a aburrir en la fiesta. Las otras personas con las que he estado hablando no son ni la mitad de interesantes que tú.

—Cuando dices personas, te refieres a chicas solo, ¿verdad?

—Pues...- parecía nervioso.

—Era una broma. Me siento halagada, Midoriya. Siempre me han dicho que soy muy charlatana, así que me gusta que mis palabras tengan un efecto positivo en alguien.

—Dalo por hecho que lo tienen —me sonrió—. Por cierto, creo que no tengo tu número...

Era curioso; por lo general, solía leer las intenciones de los demás conmigo al instante. Sin embargo, con Midoriya era un poco más difícil. No sabía si buscaba tener más contacto conmigo, o simplemente quería metérmela y ya.

En cualquier caso, saqué mi móvil y le enseñé mi número. Satisfecho con el acto, sonrió y me dio el suyo.

Andando un par de minutos más, llegamos al portal del edificio en el que vivía Reo. No era nada fuera de lo normal; paredes amarillentas y ventanas uniformes estrictamente cuadradas. 

—Es aquí —dije.

—De acuerdo. ¿Te ha desagradado tanto llegar acompañada? —Bromeó, mirándome a los ojos.

—No, pero solo porque la compañía ha sido buena. 

Llamé al telefonillo. A través del cristal de la puerta se veía el reflejo de Midoriya sonriente, pero con un extraño brillo en sus ojos. Uno especial.

Al momento, se oyó un pitido y se abrió la puerta.

—Ya hablaremos. Adiós, Kazuki.

Y me fui. Podía notar el sonrojo en sus mejillas al pronunciar su nombre de pila, pero decidí dejarlo estar, dejarlo todo así, de esa manera tan silenciosa, de la que ninguno de los dos replicó algo.

La puerta del ascensor se cerraba conmigo dentro mientras me despedía de él con la mano, gesto que me devolvió al instante.

Llegué al fin al sexto piso. Allí me esperaba Reo, apoyada en el marco de la puerta de su casa. Llevaba puesto un pijama verde de manga larga con dibujitos de florecitas y su rostro lucía una sonrisa de maruja.

—Vaya, vaya... —Dijo al verme aparecer—. ¿Ese era quien creo que era?

—No empieces a montar tus teorías raras.

—Bueno, tú entra y cuéntamelo todo —dijo con una sonrisa malévola.

Creo que juntarse conmigo le estaba afectando.

Entré en su casa. No era la primera vez que la pisaba, puede que fuera la tercera o la cuarta en los casi cuatro meses de amistad que llevábamos.

Pasé y me quité silenciosamente los zapatos, pues sus padres estaban durmiendo. En su lugar, me puse unas zapatillas y me cambié la ropa que llevaba por el pijama.

Estás loca ☆Tsukishima x tú☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora