/26/ La acampada

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/Ryoko/

Finalmente llegó el día en el que abandonaríamos nuestras casas por una noche para ir a la sierra con todo el curso. Y para qué mentir; llevaba deseando que llegase aquel día desde la tarde en la que Kei me pidió ser su pareja en el autobús.

La tarde anterior estuve haciendo la maleta con Reo en videollamada, viendo que nos íbamos a llevar. Según los pronósticos, haría bastante frío y nieve, por lo que sí o sí tenía que coger un chaquetón gordo y un buen edredón.

Salimos por la mañana, sobre las siete y media. El sol resplandecía a través del autobús que nos llevaba al lugar del camping. Era un alivio aquel silencio mañanero debido a que casi todos los alumnos estuvieran dormidos, acurrucados en sus respectivas parejas.

Yo no era menos.

Sentía que poseía la mayor suerte del mundo al poder sentir el cálido brazo de mi rubio rodeándome el cuello, mientras el traqueteo del autobús mecía mis más profundos sueños.

Justo delante nuestra iban sentados Hinata y Kageyama, quienes no paraban de dar por saco peleándose como dos niños pequeños.

—¡Hinata! ¡Te he dicho ya tres veces que no te me eches encima!

—¡Que no puedo hacer nada, el autobús este se mueve más que...!

—Hinata y Kageyama, a la próxima que me despertéis os vais a enterar —mascullé cabreada.

—Deja de moverte, que pierdo la postura —dijo Kei aún con los ojos cerrados, mientras trataba de echarme la cabeza para atrás de nuevo.

Y cómo no, le obedecí.

El sonido del freno de autobús nos despertó a todos. Serían más o menos las once de la mañana cuando los chicos y chicas de mi curso nos arremolinamos en torno a los cristales del vehículo para observar nuestro destino para aquel intenso fin de semana; un claro, con un poco de nieve y granizo, levemente resguardado por un pequeño bosque de árboles de copa alta. En el centro del lugar estaba un conjunto de quince cabañas de madera, con una gran hoguera común en el centro. A lo lejos, se podía divisar la gran e imponente sierra cubierta de nieve, con aquellas montañas tan inmensas y majestuosas.

Como si se tratase de una carrera, todos bajamos corriendo y cogimos nuestras maletas, listos para recibir las órdenes de los monitores.

Llegaron dos hombres y una mujer, los tres con el mismo uniforme educativo. Nos dieron a cada uno de nosotros un informe sobre nuestra cabaña y el horario de las actividades. También nombraron algunas normas, como la típica de que "está prohibido que los chicos y las chicas se intercambien en las cabañas por la noche".

Anda que no les quedaba nada...

Lo primero que hicimos fue dejar nuestros efectos personales en las cabañas. Eran de tres a cuatro personas cada una, y yo iba con Reo y Yachi.

El interior de la habitación no era muy grande, parecía un poco descuidado, y estaba claro que de no ser porque me había llevado aquel edredón hubiese pasado mucho frío. Pero tampoco podías esperar mucho de un campamento de un colegio, ¿no?

—¿Habéis traído algo para picar esta noche? —Preguntó Yachi.

—Yo he traído chucherías. ¿Y tú, Ryoko?

—Sí, algo de porquería he traído. Oye... Creo que nos están llamando.

Salimos fuera, al igual que el resto de alumnos. Los monitores nos estaban esperando.

—Para nuestra primera actividad —empezó uno de ellos—, realizaremos una pequeña expedición por el bosque que nos rodea, para conocer bien el entorno en el que estamos conviviendo. La ruta durará hasta la hora de comer.

Estás loca ☆Tsukishima x tú☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora