/34/ Tsukishima(s)

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/ Kei /

Joder. Ryoko me iba a matar.

El otro día decidí armarme de valor y hacer un esfuerzo sobrehumano por ella, comprometiéndome a decirle a mi familia lo de que estábamos saliendo. Era por ello que hoy vendría a comer a mi casa.

¿Y cuál era el problema?

Pues que soy un puto cobarde. Ese era el problema.

No os equivoquéis; no es porque me diera vergüenza reconocer que estaba saliendo con ella.

Si ser su novio era como un récord Guiness, ¿cómo me iba a dar vergüenza?

Lo que me daba pánico era cuando se fuese a enterar toda mi familia. Y no me refería a mi madre y mi hermano; me refería a abuelos, primas cotillas, tíos que no veo desde la Primera Comunión... Literalmente TODA mi familia.

Y es que mi madre no se callaba una. Cada vez que se enteraba de algo mío tenía que comunicárselo a todos. Era entonces cuando comenzaban a llegarme las llamadas y mensajes que me daban un perezón horrible contestar.

Como cuando le pasó aquello a mi hermano con el club de voleibol y yo le pedí a mi madre que me desapuntase del mío por un tiempo; había estado planteándome durante horas si era buena idea o no decírselo, pero al final me decanté por hacerlo.

Y, cómo no, mi madre me la jugó.

Dos semanas; ese fue el tiempo que estuve recibiendo llamadas de familiares que ni siquiera me acordaba de sus caras.

Evidentemente, me enfadé con mi madre y le dije que no iba a contarle más cosas. Y eso llevó a otras dos semanas con la bandeja de entrada del móvil a punto de explotar. Todos y cada uno de los mensajes echándome la bronca por cómo le había hablado.

Sabía que contaba las pocas cosas que le decía a ella sin ninguna maldad, pero... Yo quería tener una privacidad. No me gustaba contar mis cosas a todo el mundo, y eso era algo que mi madre sabía perfectamente.

Otra cosa era que se hiciese la tonta...

Porque era eso, ¿verdad? Ese era el motivo por el que le contaba mis cosas a la familia; porque era una maldita bocazas.

-¡DING, DONG! -El timbre interrumpió mi monologo.

"Mierda, ¿ya está aquí?"

Aunque no tenía por qué ser ella. Siempre llegaba tarde a todos lados...

Mi madre fue corriendo a abrir la puerta.

-¡HOLA, CIELITO!

"Sí, definitivamente es ella."

Me acerqué hasta la entrada. Mamá estaba abrazando con todas sus fuerzas a la pobre de Ryoko, quien estaba luchando por no morir asfixiada.

-Mamá... -Rodé los ojos-. Suéltala ya.

-Perdona, cielo -mi madre le sonrió y la liberó del abrazo mortal-. Pasa, no te quedes ahí.

Pero la loca se quedó ahí plantada, clavando sus ojos en mí. Me estaba diciendo con la mirada "¿Te puedo dar un beso, o no?"

Joder, claro que lo quería.

Pero no con mi madre ahí delante...

-¿Qué haces ahí parada? Venga, entra.

Y dicho lo cual, le di la espalda, caminando hacia la cocina. Al girarme pude apreciar su cara
de indignación en el espejo del pasillo. Y no sabría decir si me dio más risa o miedo.

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⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

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