/31/ Un paso más

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/Ryoko/

Era una tarde con una belleza irreal, por encima de lo natural. El cielo lucía unos hermosos colores en su atardecer divino, mientras que las flores sonreían y los pájaros canturreaban.

Estaba tumbada sobre la hierba fresca de una ladera, cerca de un gran árbol, observando las nubes que adornaban el ocaso.

De momento, estaba sola.

—Oye.

Giré la cabeza.

Desde el mismísimo Sol venía en mi dirección lo que parecía ser un elefante volador. Era rosa, con alas con plumas, y sobre el lomo del animal venía montado aquel apuesto rubio que aún no era mi novio: Kei Tsukishima.

Creo que estaba un poco obsesionada con él.

El elefante aterrizó a mi lado  casi con la misma elegancia que traía su jinete de natural. Tras hacerme una reverencia, el animal dio media vuelta y se dispuso a alimentarse del pasto.

Kei se bajó del elefante volador y caminó hasta estar a mi lado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, tomó mi barbilla sobre su dedo índice y la elevó, captando por completo mi atención.

Me miró entonces con un brillo dorado especial en sus ojos, como si fuese un apuesto príncipe de un cuento de hadas.

Podría decirme la grosería que quisiera, que con la elegancia que lo hacía tan solo podría aceptarlo con una sonrisa de embobada.

—Venga ya —comenzó, sin perder esa hermosa y encantadora sonrisa—. ¿Cómo puedes a veces usar el cerebro tan poco? ¿Tan difícil era ponerte una alarma?

—Mhm...

—¿Estás dormida de verdad o me estás vacilando?

No sabía por qué, pero era incapaz de responder. Tan solo podía mirar a través de la miel de sus ojos y endulzarme con el cálido tono de sus palabras, independientemente del significado que tuvieran.

—¿Hola? ¿Ryoko...?

De repente, la imagen que me proporcionaban mis ojos empezó a hacerse cada vez más borrosa, hasta que se desvaneció por completo, quedando todo en negro.

Abrí mis párpados con pesar; al parecer, todo había sido un sueño. Supongo que eso explicaba lo de los elefantes voladores y todas esas mierdas.

Cuando mi visión se acentuó un poco, me encontré de bruces con una extremadamente alta y alargada figura, la cual estaba observándome con una cara de desesperación terrible.

—¡AARGH! —Pegué un bote.

Sin embargo, el señor Larguirucho Impaciente no se inmutó demasiado. Simplemente ladeó la cabeza y expresó una pequeña risita maliciosa.

Cuando desperté del todo y entendí que se trataba de Kei, suspiré aliviada.

—¿Qué hacías observándome como un psicópata?

—¿Y tú qué hacías durmiendo? Dije que pasaría a recogerte a las seis.

Froté mis párpados con mis nudillos, tratando de que mi atontado cerebro despertase ya de la siesta. En efecto, era viernes; Kei me había invitado a una cita "sorpresa".

Estás loca ☆Tsukishima x tú☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora