/18/ Me conoces

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/ Ryoko /

Martes por la tarde. Las risas no faltaban en una llamada entre Kazuki y yo, como en muchas de las otras que ya habíamos tenido antes. Estaba en mi habitación, boca arriba sobre la cama, mientras trataba de recordar todo el rato qué era aquello que se me estaba olvidando desde que descolgué el teléfono.

—Sí, ese día estabas muy guapa.

—Cállate —reí—. Eres un cursi.

De repente, me saltó una notificación en TikTok. Era un meme que me había mandado Kei. Nuestro humor era tan similar que no pude reprimir una buena carcajada, tal y como supuse que él habría hecho en su casa.

—¿De qué te ríes? —Preguntó Kazuki.

—Nada, una cosa que me ha mandado Tsukishima. Oye, ahora que lo pienso; ¿te llevas con él?

Soltó un bufido.

—¿Con Kei Tsukishima? Bueno, digamos que... No es el tío que mejor me cae de la clase.

—No te cortes porque sea mi amigo.

—Tú lo has querido.

Cogió aire. De repente, soltó una bocanada de palabras y acusaciones contra la persona del rubio; que si le caía fatal; que si se metía con él cuando no le había hecho nada; que si era un aburrido con las chicas... Así un montón de cosas.

Al parecer, a alguien le picaba la oreja de que lo estuviesen poniendo verde. Una llamada entrante de Kei interrumpió nuestra conversación por completo.

—Ya me llamas otro día. Vale, ¿Kazuki?

—Nos vemos, bonita.

Cambié de llamada para hablar con el rubio.

—¿Dónde coño estás? —Dijo Kei con su característica falta de amabilidad—. Quedamos en mi casa hace media hora.

—¡Ups! Eso era lo que se me había olvidado —recordé al fin con una risita nerviosa—. Voy para allá.

—Vale...- dijo con pesadez, y colgó.

Cogí lo primero que vi en el armario: unos vaqueros, una camiseta y unas zapatillas negras. Qué curioso, con lo que me gustaba arreglarme y para ir a su casa era como estar en la mía. Me sentía demasiado cómoda en aquel lugar.

Salí de casa pitando, y empecé a correr por la calle como una loca. Con el móvil en la mano, sin llaves ni nada, parecía que había robado a alguien. 

Y así, cuando normalmente hubiese tardado quince minutos en llegar hasta la casa de Kei, hoy tardé cinco. Cómo corrí, joder. Me duelen las piernas de recordarlo, y encima, estaba con la regla. Me sentí idiota por unos instantes, porque ahora estaba sudada. 

Me abrió Farola-kun, tranquilamente.

—A buenas horas llegas... Eh... ¿Estás bien?

Creo que le extrañó que viniera jadeando, sudara a mares y trajera el móvil descuidadamente en la mano.

—Bueno... No estoy mal. Pero me gustaría ducharme, porfi.

—Pasa.

Estaba solo en casa. Subimos a la planta de arriba, donde estaba el baño. Me trajo un par de toallas limpias y me encendió el radiador.

No podía evitar que me encantase el olor a ropa limpia que desprendía todo lo que tenía que ver con la familia Tsukishima.

—Estaré en mi cuarto. Si quieres algo, grita y voy.

Cerré la puerta, me desnudé y entré en la ducha. Había demasiados botes de geles y cremas y era extremadamente interesante ponerme a cotillearlos todos. 

El agua caliente caía sobre mi cabeza, se resbalaba por mis hombros y acababa deslizándose por mis curvas, mientras tarareaba una canción cuyo nombre no recuerdo. Era demasiado satisfactorio y relajante.

Pero todo lo bueno se acaba pronto. 

Salí de la ducha... 

Oh, mierda. 

No tenía compresas limpias, y no sabía si habría en aquella casa. Me entraron los nervios, sobre todo después de que sintiera ese efecto horrible de que te empieza a bajar. Temía por mi vida que la toalla del suelo acabara manchada de sangre.

—¡Ven! —Grité, entreabriendo la puerta. 

—Qué... —Empezó a decir cuando llegó. 

Pude sentir sus ojos parándose en mi cuerpo, envuelto por la toalla. Al no ser muy grande, me hacía una especie de escote palabra de honor y mostraba mis piernas al completo. 

Su mirada, tras descender, subió y coincidió con la mía, la cual le observaba expectante, y desvió la suya corriendo. No lo culpaba, porque la situación era rara. Aunque que mi hermano le hubiese roto la nariz en el acto.

—¿...Ponte algo, no?

—¿No crees que si pudiese, ya lo hubiera hecho? Esto, a ver... Necesito que me ayudes con una cosilla. ¿Sabes si en tu casa hay compresas?

—¿Estás con la...? —Musitó. 

Mi expresión decía un "sí, atontado. ¡Tráeme algo ya!", así que lo entendió en poco tiempo. 

—Voy a buscar algo.

Se fue con paso acelerado hasta el final del pasillo. Entró en el cuarto de sus padres, y al poco volvió con un paquete de compresas enorme. Jamás había visto uno tan grande, y nunca había estado tan agradecida de ello.

Agarré el paquete y cerré la puerta del baño corriendo, ya que la toalla se me estaba cayendo.

Espero que no viera nada.

Me cambié corriendo, menos la camiseta, que estaba empapada de sudor y no sabía qué hacer al respecto.

Y, como si me leyera el pensamiento, Kei llamó a la puerta.

—¿Puedo? —Preguntó. Yo respondí que sí, tras colocarme la toalla de modo que me cubriese la parte superior del torso—. Toma, para que no tengas que ponerte esa mierda sudada.

Me lanzó a la cabeza una camiseta suya y volvió a cerrar la puerta. Grité un "¡Gracias!" y me la puse. Como esperaba, me quedaba ancha, pero me encantaba. Y, cómo no, olía a ropa limpia. Qué encanto. 

Bajé en menos que cantaba un gallo con él al cuarto.

—Quédatela de momento, si quieres. Tengo muchas.

—Vaya, gracias... —Dije, algo sorprendida por su actitud.

—Lo dices como si te fuera difícil de creer.

—Estoy acostumbrada a tener que sacarte lo de ser buena persona casi a rastras. Pero oye, me parece estupendo. Me gusta.

Suspiró, con media sonrisa.

—Terminemos el trabajo lo antes posible. Quiero ver la serie ya.

—¿Y por qué no...?

—No —se adelantó—. No vamos a ver la serie sin antes haber hecho el trabajo.

—Vamos, ¿por qué no?

—Porque te conozco demasiado bien, y sé que si nos ponemos a ver la serie al final no vamos a hacerlo.

Un leve cosquilleo me recorrió la espalda de arriba a abajo. Aquello que dijo: Me conocía demasiado bien... ¿Tantas anécdotas teníamos juntos? Qué cosas.

Miré a Kei de reojo. Estaba concentrado, apuntando algunas cosas en la cartulina del trabajo. Sus ojos dorados se entrecerraban a través del cristal de las gafas mientras escribía con esa letra tan bonita que tenía.

"Envidia me da la mujer que te vaya a tener, Kei."

Estás loca ☆Tsukishima x tú☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora