/7/ La suegra

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/Ryoko/

Caminamos un par de minutos más hasta llegar a su casa. Un hogar grande, a mi parecer. Yo fui la que llamó a la puerta a través del timbre, pues el rubio no veía un pimiento.

Se abrió la mirilla, y un ojo dorado similar al de Tsukishima nos inspeccionó. Al instante, una mujer rubia y bastante delgada nos abrió la puerta.

—¡Qué bien que hayas llegado ya! Estaba preocupada.

La mujer me inspeccionó de arriba a abajo, sin perder su amable sonrisa en el rostro.

Si esa era la madre de Tsukishima, definitivamente era algo difícil de creer.

—¿Quién es esta hermosa chica, Kei? ¿Y tus gafas?

—Ella es Ryoko, mamá —dijo con su tono neutro de voz—. En cuanto a mis gafas... Se perdieron en mitad de una atracción.

Parecía que su madre ya estaba acostumbrada a la sinceridad impasible del chico. Nos invitó a pasar, pasando por alto el pequeño detalle de que su hijo había perdido las gafas sin las cuales no veía nada.

—Qué frío hace fuera, ¿no, Kei? Bueno, date una ducha mientras que Ryoko y yo charlamos un poco.

El rubio subió por unas escaleras que había al final del pasillo tras colocarse otras gafas que tenía allí, dejándome a mí a solas con su madre en el sofá.

—¿Sabes? —Comenzó ella—. Kei habla bastante de ti. Para ser un chico poco hablador, de las pocas palabras que pronuncia, en ocasiones suelen ser sobre ti y tus "payasadas", pues así llama a tus ocurrencias.

La señora paró un momento para carraspear.

"¿Qué demonios le contará Tsukki a su familia sobre mí?"

—Pero una vez te conozco, mi Kei debe de ser un completo pesimista a fin de cuentas. ¡Eres una chica bastante dulce y agradable!

—Gracias, señora Tsukishima —respondí. Se me daba bastante bien congeniar con las madres de mis amigos—. Por cierto, quería decirle que su casa es muy bonita.

—¡Ay! ¡Eres un amor de niña! —Dijo animada, para luego yo soltar una risita—. Pero más te gustarán estas fotos que la casa.

—¿De quién son? —Pregunté con curiosidad.

—De Kei. 

Ambas lucimos en ese instante una perfecta cara diabólica.

Se levantó en dirección a un estante de madera oscuro, del que sacó un libro bordado de color amarillo en el que ponía "Kei". Se sentó de nuevo a mi lado y abrió el álbum.

—Mira esta —dijo mientras señalaba a un bebé con el pelo rubio y enormes ojos dorados.

—¡Aw! ¡Qué lindo! —No pude evitar decir.

Realmente y sin exagerar, era un niño guapísimo (y lo sigue siendo, no me peguéis).

—¿Qué estáis haciendo? —Se oyó una voz desde atrás.

Nos giramos para ver al rubio ya duchado; volvía a estar sin gafas, y el color dorado de su cabello se había transformado en un tono similar al del caramelo, el cual potenciaba aún más sus bellos ojos.

—Mamá, ¿ese libro no será...?

—¡Tsukki, eras un niño monísimo! —Solté, presa de la ternura.

Sus mejillas expresaron un leve tono rosado. Frunció el ceño, abrió los ojos y exclamó, sobresaltado:

—¡Mamá! ¡No le enseñes esas cosas! ¿Pero a ti qué te pasa...?

Estás loca ☆Tsukishima x tú☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora