/Ryoko/
"Dejé caer la carta al suelo, horrorizada. Los ojos estaban a punto de salirse por completo de mis órbitas y sentía la respiración fallar. Que alguien me pellizcase, o de lo contrario..."
-¿Qué haces? -Musitó alguien en mi oreja.
Pegué tal bote en la silla que por poco la partí cuando la gravedad ejerció su efecto.
Mi cabeza se volvió sola, por instinto, en dirección a donde mis oídos dictaminaron que provenía la voz; me encontré de bruces con los brillantes ojos de Kei. Por inercia, me recosté hacia atrás.
-Nada -me giré nerviosa a bajar la tapa del ordenador.
Cuando la pantalla se apagó, pude ver en el reflejo su sonrisa cínica que tanto le caracterizaba.
-"Dejé caer la carta al suelo..."
-¿¡Lo has leído!? -Exclamé, roja como un tomate.
-Un poco. Vamos, dímelo. ¿Qué tramas?
Entorné los ojos y suspiré, rendida. Algo extraño en mí, a decir verdad.
-No se lo digas a nadie, ¿vale? -Susurré. Él me asintió-. He escrito un libro.
-¿Y por qué no quieres que lo sepa nadie?
-Porque no estoy segura de que sea bueno. Hasta que no sea perfecto, no dejaré que los demás opinen.
-Pero ¿de qué servirá permitir opiniones si ya estará perfecto?
Me quedé callada, mirándolo fijamente.
-A ti lo que te pasa es que te da miedo lo que opinen los demás.
-¿Miedo? ¡Ha! -Salté apresurada-. Jamás.
-Si no tuvieras, me dejarías leerlo.
Me llevé la mano al mentón, pensativa.
-Pues, ahora que lo dices... No me importaría que lo leyeses tú, aunque no sea perfecto. ¿Quieres echarle un vistazo?
-Ya te lo he dicho -puso los ojos en blanco.
-¡Bien! Serás mi conejito de Indias.
-De nada, supongo...
En ese momento, la profesora irrumpió en la clase, mandando callar a todos los alumnos para comenzar la lección.
/Kei/
Tras la jornada escolar y el club de voleibol, regresé a casa, como todos los días. Akiteru, el muy pesado, por fin se había marchado otra temporada a atender sus asuntos de la Universidad, por lo que podía disfrutar de la verdadera paz en mi hogar.
Más bien paz exterior, porque en mi cabeza todo estaba hecho un desastre.
Está bien, lo reconozco; me estaba haciendo el difícil. Aunque la curiosidad y el hambre de saber me estuviera matando internamente, no quería parecer tan interesado en todo lo que tuviese que ver con ella. Así que sí; estaba evitando el deseo de abrir el PDF que me había enviado por correo. Ya sabéis quién.
En parte me sentí orgulloso de mí mismo por haber aguantado todo el día sin tocar el ordenador. Pero, en cuanto a la noche... No podría decir lo mismo.
Pero ¿qué le iba a hacer, si no podía dormir? La cabeza tan solo me daba vueltas y más vueltas, a todos esos temas que mi mente trabajaba incansablemente día tras día.
Esos mismos problemas que se desvanecían en cuanto ella estaba cerca.
Serían las doce y media cuando icé la bandera blanca de la derrota y me senté en la cama, con el ordenador en el regazo. Abrí el PDF y no dudé un segundo en devorar lo que contuviesen aquellas palabras virtuales.
Total, no sería gran cosa. Si no quería que lo leyese nadie...
Para mi desgracia, tuve que tragarme mis propias palabras.
/Ryoko/
Serían las cuatro y veinte de la mañana, cuando decidí que ya había tenido suficiente TikTok por hoy y era hora de dormir un poco.
Justo cuando cerré mis párpados tras reposar mi cabeza sobre la almohada, el tono de llamada de mi teléfono comenzó a oírse de una manera demasiado estruendosa en toda la habitación.
Iba a colgar sin más, cuando me dio por ver quién era el loco que llamaba a estas horas.
-"¿Farola-kun?"
Descolgué.
-¿Qué cojones haces? -Pregunté con pereza.
-Tú estás loca.
-¿Cómo?
-Estás como una maldita cabra.
-Kei -me reía, ante el surrealismo de la situación-, ¿estás bien?
-Me acabo de terminar el libro.
Los colores volvieron a atacar mis mejillas. Dios, qué vergüenza. Decía eso porque no le había gustado, ¿verdad? No era perfecto. Aún.
-¿Y bien?
Se oyó un suspiro a través de la llamada.
-No te rayes tanto por el qué dirán los demás. Está... Bien.
Inconscientemente, sonreí. Conocía tan bien a Tsukishima que era capaz de identificar cuándo se estaba conteniendo con las palabras.
-¿Solo está bien?
Volvió a suspirar, aunque fue uno más largo. Sin embargo, esta vez, el sonido terminó con una corta risa por su parte.
-No creo que los demás tengan nada que objetar en contra del libro. Creo que... Ya está perfecto.
Algo en mi corazón arrancó, de tal manera que se puso a mil. Una amplia sonrisa recorrió toda mi mandíbula, abriéndose paso en mi expresión. Esa sensación de felicidad y júbilo que te llega de un momento a otro, y para lo que en verdad viene tan deprisa es para anunciar la llegada de la ilusión.
Eso es lo que sentía en aquel instante.
-Prométemelo.
-Mira que eres... -Resopló-. Te-lo-pro-me-to, pesadita. Y ahora no te vayas a venir arriba, ¿eh?
Si no fuese porque eran las cuatro de la mañana, hubiese ido en aquel momento a darle un abrazo enorme y a que me contase acerca de su opinión. Pero ya era tarde, y ahora lo que tocaba era quedarse boca arriba en la cama, sin palabras ante lo que estaba pasándome. Y es que los cumplidos de Farola-kun eran los más sinceros de la Tierra, porque si algo no le gustase te diría a la cara que es una puta mierda.
Pero no, todo lo contrario; "estaba perfecto".
-¿Tiene algún mensaje en específico? -Me hizo abandonar mis pensamientos.
-No soy muy de moralejas pero, en este caso, refleja esas decisiones espontáneas que a veces tomamos engañados por las apariencias, sin darnos cuenta de que lo que queremos de verdad siempre ha estado ahí para nosotros.
Se quedó en silencio por un tiempo, como siempre hace cada vez que su cabeza maquina varias cosas a la vez. O al menos, eso era lo que me daba a entender siempre.
-No pienses tanto, o se te deterrirá el cerebro.
Al parecer, conseguí lo que pretendía; abandonó lo que su mente trabajaba y soltó una buena carcajada.
-Buenas noches, enana.
-Enana tus muertos.
Me colgó.
Aquella noche me fue muy fácil conciliar el sueño, algo muy extraño en mí. Todo el ambiente era tranquilo, y positivo. Era agradable.
"El libro está perfecto. Él es perfecto. Todo está perfecto."
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Estás loca ☆Tsukishima x tú☆
FanfictionSegún él estabas loca; así es como explicaba que no odiases su personalidad, que tantos problemas causaba a los demás. Pero ¿por qué ibas a estarlo? Pensabas que más bien eras tú el diablillo de la relación, mientras que Tsukishima era un ángel (aun...