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-¿Crees que podrías permitirme...?

-¿Eh?

-Tocar tu vientre... ¿yo, podría...?

Mentiría si dijera que las palabras del alfa no le parecieron raras e inesperadas pero había algo detrás en su tono, de la nostalgia de sus ojos que lo obligaron a asentir con una casi imperceptible sonrisa ante la petición de Yukhei. Suavemente abrió su chaqueta y descubrió su barriga levemente abultada, prácticamente no podría percibirse que allí había una criaturita creciendo, pero cuando el mayor se arrodilló frente a SiCheng y dirigió temblorosamente sus manos a la pequeña zona y sus pieles hicieron contacto sintió las vibraciones que hacían los latidos del cachorro gestando sobre el vientre del omega. Acercó su rostro y apoyo su oído para deleitarse con el suave sonido del fruto de SiCheng.

Sonrió y dejó escapar una lágrima, cientos de recuerdos golpeándolo con fiereza, donde hacía eso con cada gestación de sus hijos, cada vez que veía a SiCheng recostado con una enorme panza que levantaba sus remeras y dejaba su ombligo expuesto, Yukhei gatearía hasta quedar frente al chico y repartiría besos por todos lados y luego se recostaría sobre este con cuidado de no aplastar a sus futuros cachorros y le susurraría palabras dulces contra el ombligo lo que haría reír a SiCheng por las cosquillas causadas. Así de simple y tan feliz al mismo tiempo ¿Dónde había quedado aquello?

SiCheng observaba desde su posición, sintió la humedad de las lágrimas del alfa resbalar y su nariz humedecerse por sus propias lágrimas, él sabía, ambos estaban recordando lo mismo. La melancolía los asaltó, con algo de temor los dedos de SiCheng se entrelazaron en los cabellos de Yukhei, con dulzura acarició cada hebra y sólo pudo sentir las manos del otro aferrarse más fuerte a su cintura y sollozar con más fuerza. Una vez, alguien muy querido, le había dicho que las lágrimas eran un signo de sanación y Yukhei estaba transitando su propia redención. Los segundos se convirtieron en minutos y las lágrimas en suspiros, Antes de levantarse, el alfa, besó tiernamente la barriga de SiCheng y la miró con cariño acariciándola con uno de sus pulgares, levantó la vista para encontrarse con los ojos enrojecidos del omega y ambos sonrieron.

-SiCheng, yo... - empezó una vez que se habían sentado - me he emparejado.

-Lo sé - sonrió- el chico ahí afuera, se ve muy amable.

Yukhei rió, SiCheng había sido siempre tan fácil para conversar - Es fantástico.

-Así que... ¿predestinados, verdad?

-¿Puedes creerlo? Ni siquiera sabía que eso fuera posible.

-Lo sé, recuerdo que pensábamos que eran cuentos de hadas... Ahora puedo entender mejor algunas cosas - miró por la ventana del enorme despacho que solía ser de su padre y suspiró cuando vió la copa de los árboles mecerse por la brisa, veía a sus hijos corretear por el enorme jardín y a YuQi en los brazos de la mujer que los cuidaba aplaudiendo a lo que sea que estuviera haciendo sus hermanos - Yo también... - carraspeó - también soñé con una familia enorme y feliz ¿recuerdas?

-Lo hago, de verdad estaba asustado cuando me confesaste querer tener doce hijos...

"porque el doce representa la perfección eterna" - dijeron al mismo tiempo para después sonreír por su sincronía.

-Sí, lo recuerdo... La gente solía decir que tú y yo éramos perfectos juntos, las viejas amigas de tu madre decían que nos auguraban vidas plenas y felices en un futuro - agregó Yukhei.

SiCheng solo asintió, sin responder.

-¿Te arrepientes? Dime, SiCheng ¿Estas arrepentido de haberme conocido?

-No - respondió sin dudarlo - Tenemos tres hermosos hijos, arrepentirme seria anularlos a ellos y eso es injusto, sé que todo lo que vivimos tiene su razón de ser y aunque reneguemos de eso es lo que la diosa marcó para nosotros...

No puedo ser tu omega || YuWin MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora