Cap 8 "No me quiero bañar"

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Alzó la mirada y pudo encontrarse con el amor.

Kakucho flaqueó en su cabeza, la necedad de aquella vocecita con delirios quería hacer manejo de las extremidades flácidas, para apartar con falsa amargura al tierno muchacho que encontraba sosiego al tener la oreja pegada contra su pecho.

Takemichi lloraba en medio de sus brazos, mojaba la camisa preferida de Kakucho. Los dedos le vibraban, se incrustraban con la tela para jalar de ella e impedir el escape de su antiguo amante.

Sabía que si se despegaba, tendría un trance absoluto por lo que estaba haciendo. Sabía que, si alzaba la cabeza, se pondría de puntitas y robaría un beso.

También podía deducir la expresión agria que tal vez le estaba dedicando Kakucho; en cualquier caso, todo era culpa del mundo, no de ellos.
La caricia sobre su cabeza le trajo espasmos, pero cuando fue correspondido en el abrazo, e incluso besado en su frente, sintió morirse de dulzura.

Kakucho era un fiasco actuando y mintiendo, Takemichi lo afirmaba.

Afuera del hospital, a eso de las siete de la tarde, la cita que tenía programada el de mirada azul, quedó anulada por su ausencia. Fue plena casualidad ver salir a Kakucho, con su porte de misterio y atracción, cautivando la curiosidad de cualquiera por lo enigmático que resultaba ser.

Era ciertamente inconfundible, la gran cicatriz merecedora de halagos y críticas, no iba a borrarse. No es como si al hombre le afectara el autoestima y odiara a los que decían comentarios poco agradables, le venía dando igual, pero, Takemichi gustaba de delinear su cara todo el tiempo y hacerse ideas bonitas, para luego besarle justo en esa zona.
Empezaron ambos a ser empalagosos, en el lugar menos adecuado, en el momento más tonto.

A casi nada de rozarse los labios, reconectaron sus neuronas para apartarse. Uno de ellos fue agua y el otro fuego, incompatibles pero complementarios.

—Kaku...—cubrió su mano con timidez. Quería ser una planta y enterrarse en una maceta.—No creí verte, lo siento, yo venía y tú, luego casi, ah.

No puedo hablarle bien sin trabarme...se reirá de mí

Las manos frías de Kakucho, por haber estado apenas en el consultorio, fueron a parar en los cachetes blandos del ruborizado varón, le tocó suave.

—¿Has estado bien?—preguntó cauteloso, con sus pulgares iba recorriendo las trágicas ojeras de Takemichi.

Habían pasado dos meses desde que rompieron, sin ningún contacto o noticia del otro, ambos temieron lo peor.
El más bajo, desnudó el alma de la persona que amaba en un segundo, y supo que quién más sufría de los dos, era él.

El increíble Kakucho ahora sería vencido por quien sea. Bueno, era ridículo comparar sufrimientos, pero bastaba ver la delgada apariencia y palidez para saber que no estaba bien, en ningún aspecto.

Takemichi empezó a relacionar conceptos, puso a trabajar su mente con las pocas cosas que tenía (muchas  incógnitas), lo primero fue analizar la apariencia devastada de su antigua pareja, después el hospital, por último se percató de las pastillas guardadas en los bolsillos de la chamarra ajustada a la cintura de su ex.

—No parezco el mismo, ¿Cierto?—intuyó luego de ser sometido a  análisis efímeros.

—¿Estás bien?—dobló sus cejas, no quería sonar grosero.—¿Acabas de salir del hospital...?

Ninguno tenía la apariencia de antes. Takemichi no era rubio y con peinado de delincuente juvenil, tenía un aspecto más refrescante, lucía guapo.
Kakucho había vuelto a raparse, y a dejarse un poco la barba, se veía como si en dos meses le hubieran caído dos o cinco años más encima.

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