—Y bien, ¿Te gusta?Kakucho reposó toda su espalda contra la pared. Sus manos estando escondidas en los bolsillos de su pantalón, y una sonrisa apacible adornando su cara rojiza por haberse expuesto al Sol en su última visita a la playa. Estaba en casa, esperando, junto a su querido invitado, Minami, ambos esperando a que la cena estuviera lista.
Mientras tanto Takemichi se esforzaba en ponerle agua caliente a los tazones de ramen comprados. Procuraba no regar nada.
—¿Todo esto es para mí?— Minami sintió sus ojos ponerse acuosos. Su boca tirante, no queriendo privarse de sentir felicidad. Hasta cierto punto, estando incrédulo.
—Claro, es un regalo de nosotros para ti. Has estado trabajando mucho, Minami-kun— Takemichi salió de la cocina, atravesando el umbral para llegar a la barra—. Pronto podrás ir a la escuela, ¿No es genial eso?
—¡Sí!— el chico seguía viendo su mochila, descubriendo nuevos cierres— ¡Estoy muy feliz, nunca he ido a la escuela!
Takemichi llegó hasta Kakucho, reposando la cabeza contra el hombro de este, los dos mirando como padres orgullosos a Minami. Ellos se habían encargo de inscribirlo y comprarle todos sus materiales, la lista fue larga.
Una parte de ellos los hizo sentir culpables, por no considerar la opción de llevar a Minami a escoger sus propios útiles, ya que en su lugar, prefirieron que todo fuese sorpresa. Y por suerte, atinaron en los gustos del chico.—Ahora lo único que tienes que hacer es ponerle tu nombre a tus cosas. Y para eso...—Kakucho sacó de su bolsillo un sello con el grabado del apellido y nombre de Minami— Usarás este, te servirá de mucho.
—¡Gracias, Kakucho-san, Takemichi-san!— aceptó el obsequio con ambas manos, sin poder contenerse a darles otro abrazo— Muchas gracias por todo, ustedes son muy buenos conmigo — rozó la mejilla contra el cuerpo de los adultos.— Me siento muy feliz de haberlos conocer.
A Takemichi se le salieron las lágrimas, lloraba con facilidad, y más en un momento tan sincero e íntimo, donde un chico de bajos recursos y sin esperanzas, se sentía renacido, con la capacidad de devorarse al mundo.
Si algo podían afirmar, es que Minami estaba rehabilitándose, aprendiendo y sintiendo el concepto del amor, el respeto, el compañerismo, y lo que había dado por muerto: volver a creer en los demás.De los trámites y papeleos se había encargado Kakucho, encargándose de conseguir papeles legales para el chico y que estuviera bajo su tutela temporal. Por lo que podría entenderse como una adopción común, pues quería apoyarlo, darle una vida digna como si fuese su hermano menor.
Aun si Minami tuviese la apariencia de un adulto, cuando lloraba, se comportaba igual que un niño de la guardería. Tenía un gran corazón que tristemente, era una sombra olvidada en el pasado, y que por fin podía deslumbrar.
[. . .]
No pudo dormir de la emoción. Estuvo toda la noche en vela, fantaseando con su primer día de clases. Ya tenía más o menos la idea de cómo iba a ser, tenía las bases para defenderse medianamente con el idioma, y a sus tutores por si ocurría algún problema.
Toda la noche se la pasó contándole a su madre lo que haría, sus expectativas, sus planes a futuro, lo que le hacía feliz, las cosas que podría obtener si se esforzaba. Soñaba con ser un gran adulto que pudiera darle todo a su madre enferma.Ella solo lo escuchaba, feliz de que su hijo fuera feliz, se sentía contagiada por su energía. Jamás pudo brindarle todo lo que debió, era débil, vivió encerrada, bajo amenazas y muertes, hasta que tuvieron la valentía de huir de ese lugar.
Lo escuchó amorosamente, incitándolo a seguir soñando y a que cumpliera con todos sus objetivos. Su cuerpo estaba frágil, hacer las cosas comunes era algo complicado, le dolía incluso caminar, pero decidió ponerse en pie para preparar el desayuno de su hijo, y el de sus padres.

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Guardería
FanfictionTakemichi, Baji y Sanzu, son tres amigos que cuidan de un montón de niñitos. Esta es la historia de cómo viven el día a día lidiando con las pandillas de bebés, niños celosos y traviesos.