—Entonces el príncipe...—leyó cansado.
Padre e hija se dormían profundamente a medio cuento, el aire y las sábanas los cuidaban en medio de la noche. La lámpara de estrellas reflectaba sombras en la habitación, dando la ilusión de que estaban en un planetario, con galaxias y cometas rodeando a la familia Shiba.
Taiju durmió unos segundos, acariciando la cabeza de su niña con el cuento abierto sobre su abdomen. Cerca de ellos, dormía Hakkai en su cuna, sus dos niños estaban por fin acostados y él ya no esperó la hora para marcharse a su oficina y continuar con papeleos.
En sus días libres procuraba estar con sus hijos, se olvidaba del trabajo y condenaba a los despistados que se atrevieran a marcarle en ese día tan sagrado para él.Su pequeña Yuzuha era su fuente de orgullo. Una niña que por nacimiento iba encaminada a ser una gran líder. Tenía carácter fuerte, pero no por ello dejaba de ser muy juguetona y linda con todas las personas. De su niño, solo podía decir que era la otra luz de su vida. Por ellos mantenía su actitud recta e impecable.
Estaba feliz de saber que ambos recibían los mejores cuidados en la guardería, lo sabía por parte de Yuzuha, ella le contaba absolutamente todo.
Taiju despertó de golpe, sorprendido de haberse dormido en esa cama tan pequeña, siendo que sus piernas sobresalían. La respiración calmada de la niña le ayudó a sentirse en paz celestial. Terminó por arroparla y darle un besito en la frente, también a Hakkai, antes de abandonar la habitación.
La vida que llevaba como padre soltero, no era tan mala después de todo. Solo que, sobrevivía en base a una mentira.
Yuzuha esperaba que su mamá volviera a casa, ya no le era suficiente con saber que estaba de viaje.
Taiju no sabía qué hacer o cómo decirle que su madre jamás volvería. Hakkai podría crecer sin romperse el corazón por tal hecho de una manera abrupta, ¿Pero ella? ¿su niña podría entenderlo?
—He hecho mal por mentirle.—estaba agobiado. Día con día pensaba en que el tiempo se le estaba acabando, la pequeña terminaría con su paciencia. Extrañaba a su madre.
[...]
Los hermanitos Mitsuya solían quedarse casi todo el día en la guardería, seis días a la semana. Su madre trabajaba extenuantes horas en oficina, era una mujer con una vida difícil. No tenía lazos con sus familiares, era ella sola con sus dos niños pequeños.
Takashi y Luna, prácticamente consideraban casa estar en la guardería. Desde muy temprano los llevaba su mamá, Luna siempre despertaba en una de las camas de la guardería. Pasaban muchas horas ahí, Takemichi y los demás eran su familia.
Tomaban siempre sus baños, comían a sus horas, aprendían y jugaban todo lo que quisieran, muchas veces terminaban dormidos antes de que su mamá regresara.El sueño de Takashi era ir a la playa con su mamá y hermana, para jugar, comer y ver las olas. Quería conocer el mar, en primera persona y ya no en los cuentos.
Luna simplemente quería estar con su mamá. Los dos niños querían ser amados como merecían ser, ya lo eran, pero el tiempo les impedía estar juntos los tres como realmente deseaban.
[...]
Cada vez que sonaba el timbre, los niños volteaba como suricatas hacia la puerta.
—Tatemitchi, hay alguien afuera.—señaló con el brazo, avisando a su cuidador.
—Gracias por decirmelo Mikey—le recompensó con una caricia en la cabeza.
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Guardería
Hayran KurguTakemichi, Baji y Sanzu, son tres amigos que cuidan de un montón de niñitos. Esta es la historia de cómo viven el día a día lidiando con las pandillas de bebés, niños celosos y traviesos.