Piso con fuerza el suelo de la capital de España, Madrid, y suelto un suspiro. Esto va a ser nuevo para mi. Estoy acostumbrada a vivir en un pequeño pueblo de Italia, acostumbrada a pasear por Maranello que no es ni un cuarto de lo que es Madrid, acostumbrada a estar con mis amigas en cualquier cafetería o restaurante contándonos alguna que otra anécdota y poniéndonos al día de todo, disfrutar de la tranquilidad y paz que produce el pueblo.
Tengo un poco de miedo al fin y al cabo me he independizado y lo he hecho por todo lo grande, viniendo a una gran ciudad. Tengo sentimientos encontrados, sé que voy a echar mucho de menos a mi familia, amigos, lugares, mi día a día en Maranello pero sé que también estar aquí en Madrid va a ser un gran aprendizaje para mi, me voy a formar como médica, voy a cuidarme yo sola, miles de cosas que aprender que espero que resulten fácil aunque no todo es tan fácil.
Hace un mes y algo que me llamaron para decirme que había sido aceptada para las prácticas en el hospital La Paz de Madrid. A parte de Madrid, también fui aceptada en Milán, Turin y San Marino pero decidí escoger Madrid ¿Por qué Madrid? Pues aunque Milán, Turin y San Marino sean de Italia quería dar un pequeño cambio, aunque tan pequeño no es. Además, de que también estaría cerca de Carlos y eso influye un poquito.
- Bueno, ¿me vais a llevar al piso que habéis alquilado? - pregunto a mis padres.
Los dos se miran entre sí y sueltan una pequeña risa. Los dos en cuanto les dije que venía a Madrid, decidieron que ellos se encargarían de alquilarme un piso. Supongo que se lo habrán alquilado a alguien que conocen o algo así por el estilo.
- Antes de eso, vamos a ir a comer que ya es hora - dice mi padre.
- ¿Por qué tanta espera? ¿No podemos ir al piso a verlo, a dejar las cosas y luego ya ir a comer?
- Chiara, el día que repartieron la paciencia, yo no sé donde estabas tú hija mía - pronuncia mi madre, yo hago una mueca.
Como era de esperar, hemos acabado viniendo a comer, aunque yo mucha hambre no es que tenga. Estoy ansiosa por ver el piso y mis padres parecen que no lo entienden o no lo quieren entender.
Mi padre se come un típico cocido madrileño, mi madre unos callos a la madrileña y yo un típico bocadillo de calamares con una cerveza.
- Venga Chiara, ahora si que nos vamos - dice mi padre y yo asiento.
Nos montamos en el coche y veo a mi madre sacar una cinta negra de la guantera ¿Para qué querrá eso?
- Chiara, pontela - me ordena girandose y dandomela.
- ¿Qué? Yo no me pongo eso.
- Venga Chiara, hija - insiste mi padre.
- ¿Pero para qué? - pregunto bufando.
- Tú pontela y callaita.
Acabo poniéndola y me cruzo de brazos echandome para atrás. Hay veces que me siento como si fuera una niña pequeña por la forma en la que me tratan, y la verdad es que ya tan pequeña no soy, que ya tengo 24 años y puedo hacer las cosas por mi misma y decidir lo que quiero hacer y decir lo que yo quiera.
Muevo la cabeza al ritmo de la música, no sé cuantos minutos llevamos aquí, tampoco puedo mirar el reloj ni mirar por la ventana para orientarme un poco. Me aburro y mucho, los dos están muy callados y eso es extremadamente raro.
- ¿Falta mucho?
- No Chiara, estamos llegando.
De tal nivel de aburrimiento al que he llegado me pongo a contar hasta cinco minutos en mi mente. Escucho el motor del coche apagarse al igual que la radio y las puertas delanteras abrirse.
- Ya hemos llegado - informa mi madre, abriendo la puerta trasera - Agárrate a mi mano.
Salgo del coche y casi que me como el suelo.
- Quitarme ya esto, por favor.
- Aún no, aguanta un poco - me dice mi padre.
Entre los dos me ayudan a andar. Esto es un show, yo con una cinta en los ojos sin poder ver nada, a un lado tengo a mi padre cogiendome de un brazo y al otro a mi madre. Si alguien nos ve flipa en colores.
- Cuidado con los escalones.
- Que no veo joder.
Pum, ya tardaba en pegar el golpe del siglo. He caído dándome una hostia de la leche.
- ayudarme y no os riais.
Yo no aguanto más con esto puesto. Hago el amago de quitármelo pero mi madre me lo impide.
- joder - murmuro.
- Un minuto Chiara, uno.
- Ni uno más.
Escucho una puerta abrirse andamos unos pasos, y la puerta se cierra.
- Quitatela.
Por fin me la quito y doy una vuelta a mi alrededor. Esto no es un piso. Es una casa y no es alquilada.
- Esta es la casa de Carlos.
Mis padres asienten y se miran, escucho unos pasos bajar las escaleras y en pocos segundos tengo a Carlos delante mía.
- ¿Qué tramais? - pregunto mirando a los tres.
- Te mudas conmigo - habla Carlos, abro la boca.
- Repite porque no me lo creo.
- Te mudas a mi casa, ahora será nuestra casa.
Miro a mis padres y los dos sonríen mirandonos. Esto estaba más planeado.
- Ven vamos a nuestra habitación - me dice Carlos.
Le sigo sin abrir la boca, pero cuando llegamos arriba y veo que están aquí la mayoría de mis cosas, abro la puerta de par en par.
- Cierra la boca que te entran moscas.
Niego con la cabeza y me acerco a tocar mis cosas, esto no es un espejismo. La mayoría de mis cosas estan ahí.
- Que fuerte - susurro.
- ¿Te gusta que te vengas conmigo a vivir?
- No me lo esperaba, de hecho ni me lo replanteaba, en unos años pues si pero me gusta.
- A partir de ahora será nuestra casa.
- Nuestra casa que bonito suena eso.
- Y más bonito es porque tú formas parte de ello.
ESTÁS LEYENDO
una locura || Carlos sainz
FanfictionMónaco, sinónimo de locura, fin de semana del gran premio de Mónaco, fiestas, velocidad, peleas. Y dos personas destinadas a encontrarse por primera vez.