Le apretó las caderas al escuchar que sus gemidos se aguidizaban, sonando más alto, las juveniles manos se apretaron sobre su pecho, subiendo y bajando, cada vez más rápido, cada roce le arrastraba, despacio, rápido.
– Alfie – Lo llamó la morena distrayéndolo y haciéndolo perder un poco el ritmo, escuchaba el golpeteo de la parte trasera de sus muslos sobre los suyos.
– ¿Qué? ¿Qué tienes? – La cuestionó sin detenerse, volviendo a tomar el ritmo.
– Ya – Susurró el largo cabello de la mujer le cubrió el rostro, apoyó ambos pies sobre la cama dándole más profundidad de acceso al barbón que supo que ya debía comenzar a acelerar la marcha si quería acompañarla a aquel lugar paradisíaco que solo le duraba un par de segundos.
Se afianzó a ella con aún más fuerza, entrando y saliendo con rapidez, los gemidos crecían, el calor les enrojecía la piel, perdía el sentido mientras se venía tomándole la cintura para hundir el rostro entre sus pechos.
Se cubrió el rostro avergonzado al despedir a su amante en la puerta de la casa, su hermana estaba sentada en el enorme sillón de la sala de estar leyendo una vieja revista de moda, el plato en el que la ama de llaves había servido postres estaba vacío, y la taza de té ya iba a la mitad.
– Antonella – La llamó acercándose mientras se abrochaba la camisa – ¿Qué haces aquí?
– Es jueves, Alfred.
– Sé que hice algo terrible cuando me llamas así – Confesó mientras caminaba a la licorera para servirse un trago.
– Aún no son las doce, Alfred.
– Lo son en algún lugar del mundo – Se sentó delante de ella contemplando las mejillas sonrojadas y el cabello perfectamente peinado, un collar de perlas le quedaba como gargantilla y el resto se repartía en varios niveles en sobre el pecho – Lo lamento.
– Es nuestro día – Se quejó cruzándose de brazos y haciendo un puchero cual niña pequeña se tratara, cosa que hizo sonreír a su hermano, estiró los brazos hasta ella arrodillándose para buscarle la mirada.
– Oye, niña mimada.
– Soy mimada porque tú me hiciste así – Su voz era de un tono quejoso, estiraba los labios al hablar como si de una rabieta se tratase, Alfie se rió besándola en las mejillas.
– Vamos ya, solo me retrase un poco – Se levantó jalándola de un tirón para recibir el estrecho abrazo de Antonella.
– ¿Quién era Alfie? La chica que se fue.
– Si fuera importante te la habría presentado, amor – Le apretó la mejilla observando la habitación – ¡había olvidado este obsequio!
– Amo tus obsequios – Se rió acercándose con pasitos cortos hasta su hermano, quien destapó la caja redonda en cuyo interior estaba el sombrero que había escogido el día anterior, y los guantes.
– Los guantes los escogió un socio mío, me parecieron de buen gusto.
– Si lo son – Sonrió feliz entregándole el sombrero a su hermano y bajando la cabeza para que se lo colocara mientras ella deslizaba los guantes por los alargados dedos – Alfie están preciosos.
– ¿Quedo perdonado entonces?
– Claro que sí, bebé – Se le colgó del cuello dándole un sonoro beso en la mejilla mientras se apretaba contra él.
Aún cuando Antonella Solomons, se comportaba como toda una infante al estar a solas con su hermano, no se podía negar que su comportamiento variaba completamente al estar en público, conocía muy bien de los negocios de Alfie, sabía su agenda, inversores, socios, y demás, y por supuesto, conocía su posición en la sociedad, en candem town y en todo Londres, muchos le temían a sus reproches pues sabían que la señorita Solomons no era de dar terceras oportunidades.
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Every Thursday.
Fanfiction- El amor romántico es una treta evolutiva, señor Thomas, un engaño para asegurar la reproducción y proteger a la progenie. La más pequeña de los Solomons está aquí para demostrar de qué está hecha. 🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥 Fanfic de Peaky blinde...