Every Thursday.

XIX

Discúlpenme la tardanza agoté los capítulos guardados, así que me ha tocado ir escribiendo de apoquitos nuevamente, les agradezco la espera.

Mil besos, mil besitos.

Tres semanas después.

No se había equivocado.

Subió la mano a su frente, sintiendo entre los dedos la espesa y tibia sangre, todo le dolía, le dolía demasiado, lo único que podía escuchar era silencio, apoyó las manos sobre la gravilla del suelo, separándose de la tierra.

Tenía las medias rotas, y el hermoso vestido que Alfie le había comprado estaba lleno de sangre, aún en ese extraño momento se preguntaba dónde demonios había estado el barbón, desaparecía todas las semanas, desde hace un mes.

Se arrodilló sobre el suelo, viendo sus zapatos y su bolsa de mano tirados en el alambique a unos cuantos metros de ella, no podía creer lo que había sucedido.

Inconscientemente se limpió la ropa, el vestido era blanco, estaba cubierta de la sangre que había salido de su frente, y de la larga herida que el maldito le había hecho a propósito en lo alto del pómulo.

Le había pasado de nuevo.

Tomó sus zapatos y la bolsa de mano, el alambique estaba vacío, completamente vacío, probablemente el mismo había arreglado aquello, Alfie jamás le daba descanso a su empresa, apenas hubo algo de luz, bajo la mirada encontrándose con el cuchillo aún clavado en el costado de su estómago.

Le dolía todo.

Le ardía entre las piernas, le dolía ahí abajo.

Abrió las puertas de par en par encontrándose con el automóvil que se estacionaba a las afueras, lo reconoció de inmediato, y él la observó horrorizado, apenas supo que estaría a salvo, cayó de rodillas sobre el suelo, Shelby corrió hasta ella, alcanzando a tomar su cintura antes de que cayera sobre el cuchillo que seguía dentro de ella.

Alfie gritaba, jamás lo había visto así de furioso, habían vaciado la primera planta del hospital para que ella fuera atendida de forma urgente, tres doctores y seis enfermeras, su hermana conectada a un par de sondas que le metían suero en las venas.

Estaba furioso, rojo de ira mientras le gritaba a los guardias que convenientemente habían abandonado su lugar en el alambique, Shelby los observaba sentado en la banca del pasillo.

Se había manchado el traje gris de la sangre de Antonella, la había cargado entre sus brazos hasta el automóvil y no la había soltado hasta que los doctores se la quitaron en la puerta del hospital.

Tenía las manos llenas de sangre que comenzaba a secarse, no sabían quién lo había hecho hasta que escuchó al guardia decir el nombre del cuñado de Alfred.

Levantó la mirada lentamente, para encontrarse con los ojos de Solomons fijos sobre él.

– Tommy tienes que ir a buscar a mi sobrino a la casona, Salomé debe estar con él, llámame cuando estés ahí con el niño – Ordenó observándolo rápidamente, no alcanzó a terminar de decírselo cuando él gítano ya había salido del hospital.

Pronto todo Candem town estaba movilizándose para encontrar a su cuñado, se había calado al menos seis cigarrillos, uno tras otro, encendía uno nuevo con la colilla del anterior. Daba vueltas por la habitación la había recorrido unas veinte veces ya.

Lanzó la colilla por la ventana, acercando una silla hasta la cama para tomarle la mano, ver a su hermana en ese estado le rompía el corazón, era incapaz de entender todo lo que había sucedido ¿Por qué le había hecho algo así?