XV

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Un año después.

Alfred Solomons ofreció una amplia sonrisa al ver a su cuñado, Henry Bianchinni bajar la enorme maleta por la escalera de la casona que madre le había obsequiado a la pareja de recién casados, con la esperanza de que comenzaran a hacer familia muy pronto.

Buscó a su hermana al escuchar su voz llamando al pequeño perro yorkshire que había bajado las escaleras junto a Bianchinni, su sonrisa se agrandó al ver a su pelirroja hermana apoyarse en el barandal, sus ojos se dirigieron de inmediato al vientre abombado que apenas se distinguía por el camisón de dormir.

– ¿Cómo ha estado portándose ese sobrino mío? – Cuestionó acercándose al pie de la escalera para poner sus manos sobre su vientre antes de que ella terminara de bajar, se inclinó con cuidado – el tío Alfie está aquí – anunció acercándose a besarla en las mejillas – que hermosa estas.

– Que mentiroso eres.

– Ayer estuvo aquí el doctor, Alfred, dice que Nela ya puede comenzar a hacer su vida normal...

– Mira nada más, solo me tomó ocho meses – Sonrió sarcástica tomándose del brazo de su hermano.

– Lo importante es que ambos ya están bien – Henry se acercó dejando un beso muy suave en la boca de su esposa al tiempo en que estiraba la mano a Alfred para estrecharla – Me encargaré de todo en Birmingham, cuñado, no quiero que vayas a preocuparte.

– Claro que no, solo me encargaré de mis personas favoritas – Pasó su mano por sobre él hombro de su hermana viendo cómo el alto hombre salía por la puerta grande – que animal tan horrendo – Se burló observando al perrito que se paraba en dos patas para que lo tomaran en brazos.

– Dámela Alfie – Pidió su hermana ofreciéndole una sonrisa para caminar hacia el salón de estar – ¿cómo estás?

– Bastante emocionado de que al fin voy a recuperar mis jueves contigo.

– Solo hasta que este bebé quiera salir de aquí – Se rió acariciando su vientre mientras se acomodaba para que las patadas no fueran tan intensas – Se vuelve loco cuando te escucha hablar – Alfred se apresuró a poner su mano sobre el vientre de Antonella.

– Al fin está moviéndose – Dijo emocionado acariciando su vientre – me alegra que estes mejor, tus mejillas se ven rosadas.

– La madre de Henry sigue insistiendo en que soy una zorra, con ese dicho de mierda de "hijos de mis hijas nietos serán, hijos de mis hijos quién sabrá?" – Contó sonriéndole a su hermano que le estiró una caja de chocolates rellenos – la detesto ¿no podemos mandar a matarla?

– Antonella – La regañó apretándole la mejilla – que nadie te oiga decir esas cosas, puede ser muy incriminatorio – se estiró para tomar la taza de té y beber despacio.

– ¿Por qué envías a Henry con los Shelby? – Se atrevió al fin a preguntar sin quitarle la mirada de encima a su hermano, quien alzó sus ojos hasta ella.

– Te habías tardado bastante en hacerlo, Nela.

– Solo tengo curiosidad.

– No quiero ver al gitano, no aún, luego de lo la fiesta de compromiso, solo quiero partirle la cara, no puedo evitarlo.

– Iré a vestirme – Respondió dejando la caja de bombones sobre la mesa de centro, levantándose con dificultad se dirigió hacia las escaleras.

Una semana después.

Había pasado demasiado tiempo en la cama desde que a principios del primer trimestre, su embarazo peligrara, se había encontrado con sus sábanas ahogadas en sangre, y allí conoció por primera vez lo que era el miedo, aún cuando traer un niño al mundo no había sido su primer objetivo al desposarse con Bianchinni, se había sentido feliz al darse cuenta de que su luna no aparecía y que el aroma de los muffins le daba asco.

Every Thursday.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora