Parte XXVIII

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Un mes después.

Tomó a la niña entre sus brazos para mecerla con suavidad por el enorme pasillo de la casona mientras el sol se metía por el ventanal al final de la pared, frente a ella la puerta de la habitación de su hermano permanecía cerrada desde que lo habían sacado de allí para llevarlo a su última morada.

Sonrió ampliamente cuando su hijo apareció desde su habitación cargando un par de autitos de juguete para estirarselos feliz.

– ¿Qué estás haciendo?

– ¿Vamos afeda?

– ¿Al jardín? – El pequeño asintió pausadamente tomándose de la mano de su madre para bajar las escaleras hasta la terraza que daba al patio repleto de plantas.

Los días en la casona eran silenciosos ahora, aún cuando el pequeño Alfie jugueteaba por los pasillos, se trepaba al piano, se subía por las cortinas, y saltaba por las estanterías, correteaba detrás del perro que una vez su tío,  Alfred Solomons, le había obsequiado a su madre.

A Antonella le parecía que el tiempo, más que nunca, iba lentísimo, después de la conversación que había tenido con el rabino, se había sumergido en Candem town tratando de buscar una solución que no conllevara un matrimonio arreglado.

Se sentó en el columpio donde antaño, se había mecido siendo empujada por su hermano, sosteniendo a la niña en su regazo veía en sus ojos los ojos de Alfred, aveces aún podía escucharlo, sus pasos pesados avanzando por el alambique, olía su perfume por los pasillos de la casona.

Se limpió un par de lágrimas que afloraron mientras veía a su hijo jugando en el arenero con sus automóviles, estiró sus piernas sintiendo el césped en los pies descalzos, lo extrañaba, ya no había nadie diciéndole qué hacer, y qué no hacer, su hermano no estaba para protegerla más.

La canción se deslizó por su garganta mientras arrullaba a la niña entre sus brazos, un poco más de un mes había pasado, los grandes ojos azules la observaban con atención, sosteniéndole el dedo índice con fuerza.

– Jefa – Levantó la mirada para ver a Salomé acercarse lentamente – Jefa...

– Salomé.

– El señor Shelby está aquí – Anunció señalando la casona.

La vio tomar el asa de la taza de porcelana para dirigirla con suavidad a la boca que acababa de maquillar de rojo, el cigarrillo se quemaba entre sus dedos mientras se tamborileaban en el escritorio, se reclinó en el bergere para verla con atención, se veía preciosa y parecía que solo eso importaba.

– ¿Por qué tardó tanto en decírmelo?

– Aún ahora no me parece apropiado proponérselo – Respondió acercándose al escritorio para dejar la caja aterciopelada en él – Alfred falleció hace poco más de un mes.

– ¿Qué pasó con Grace?

– Nos divorciamos – Respondió seriamente con la mirada fija sobre ella.

– ¿Cuándo pasó?

– Fue antes de que Alfie partiera – Se reclinó en la poltrona observando a la pelirroja con atención – no creí oportuno comentarlo.

– Y, Thomas...

– Antonella.

– ¿Cuál es el plan?

– Hacerlo el fin de semana – Respondió levantándose para rodear el escritorio hasta ella, tomó asiento en el mueble para bajar la mirada a ella.

– ¿Me trae un anillo y espera que me case con usted este fin de semana?

– Quisiera haberlo propuesto de una forma más romántica, pero, siendo muy sincero Antonella, nunca estuve del todo seguro de la naturaleza de nuestra relación – Confesó ofreciendo una sonrisa al verla sonreír, tomó con suavidad su mentón inclinándose hacia ella para dejar un beso sobre su boca.

– Y simplemente asume que voy a aceptar.

– Quizás luego de ver el anillo – Tomó la caja para abrirla delante de ella, dejando ver el anillo de oro blanco, con un solitario en el centro – ¿Antonella Solomons, se casaría conmigo?

– Solo si puedo conservar mi apellido.

No estaba del todo seguro de cuántos años había estado esperando por ese momento, había repetido en su cabeza la última vez que había estado tan cerca de ella, y que todo aquello había desembocado la muerte de su esposo.

La noche en la que se había encontrado con ella en la ópera, y en uno de los pasillos la había besado al son del lago de los cisnes. Lo mucho que le había dolido cuando la besó por última vez en años en su fiesta de compromiso.

Se había sentido nervioso mientras Poly Gray acomodaba su corbata en la camisa blanca, estúpidamente nervioso, se había divorciado de Grace hace meses para hacer esto, si era sincero, había querido divorciarse de ella en las primeras horas de matrimonio.

Se veía preciosa, incluso sabía que se veía preciosa debajo del velo que él mismo había puesto sobre su pálido y pecoso rostro, no tenía duda que aquella espera había sido propicia para llegar hasta este momento, quizás antes no hubiera funcionado.

Quizás.

Quizás.

Había dicho acepto, y ella había respondido de la misma forma.

Shelby Solomons.

Solomons Shelby.

✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨

Último capítulo.

Gracias a todos ✨

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