XVII

611 54 0
                                    

Hoy es miércoles!!!

Se sintió mareada cuando el viento le azotó el cabello alzándolo y despeinandolo, deshaciendo su peinado, y estirándolo en torbellinos que iban y venían, se aferró al brazo de su hermano mientras su esposo, a su lado la sostenía por la cintura al notarla trastabillar.

Habían postergado los funerales dos días para que ella estuviera lista para asistir y honrar a su madre según dictaba la tradición de su pueblo, se le apretó la garganta al ver cómo se bajaba el féretro.

Quiso sostenerse del brazo de su hermano cuando este se separó de ella para inclinarse a tomar un puñado de tierra, el velo del sombrero le cubría parte del rostro y hasta que los demás comenzaron a palear al interior de la fosa no supo cuánto le dolía la muerte de su madre.

– No – Susurró sintiendo que todo le daba vueltas, quiso sostenerse nuevamente de Alfred pero él estaba unos cuantos pasos delante – Henry – Su voz apenas había salido de la garganta por lo que su esposo no pudo escucharla.

La escena giraba, el viento soplaba, escuchaba los cuervos graznando y la tierra partiéndose en el filo de las palas que lanzaban la tierra, la madera del féretro resonaba por las piedrillas, el cielo se cubría de nubes.

– Alfred – Llamó dando un paso adelante antes de que sus ojos se alzaran al cielo y su garganta se cerrara, las piernas le flaquearon, y fue entonces cuando lo supo, iba a desmayarse.

Trató de fijar la vista pero le fue imposible, el viento parecía que la jalaba al interior de la fosa ¿Y si no era el viento? Madre venía a llevarla por la forma tan abrupta de su muerte, dio otro paso tratando de alcanzar la espalda de su hermano, estiró su mano, pero antes siquiera de que alcanzara a tocarlo, cayó.

Su cuerpo cayendo sobre el montón de tierra fue un ruido seco, su torso rebotó en el suelo cayendo sobre su brazo izquierdo que crujió al tiempo en que su sien del mismo lado se abría por una piedra a la orilla del agujero.

Silencio absoluto.

Se sentía como un animal encerrado a las afueras de la habitación, en su mente habían pasado años desde que Alfred había llevado a Antonella hasta allí seguido por el doctor y las enfermeras que siempre lo acompañaban.

Salomé, la esposa de Ollie y ama de llaves de la casona mecía al bebé para que su padre pudiera tranquilizarse ante el estrés de la situación.

– Debe calmarse señor Bianchinni – Se atrevió a decir luego de que diera mil vueltas frente a la puerta – estas cosas suelen suceder en madres primerizas, solo han pasado dos días del parto.

– ¿Estará bien?

– Claro que lo estará, la señora Solomons acaba de fallecer, son demasiadas emociones en muy poco tiempo, la señorita estará bien.

– Gracias, Salomé.

Se acercó para tomar asiento en una de las bancas junto a las puertas, entrelazando los dedos de ambas manos mientras apoyaba los codos en las rodillas, solo podía pensar en aquella conversación que habían tenido aquella misma mañana, el gitano Shelby no dejaba de aparecerse en su cabeza.

Haber roto uno de los convenios de su matrimonio lo atormentaba, veía amenazas por todas partes, todos querían a su esposa, todos querían acostarse con ella, y ella podía engañarlo con cualquiera, se restregó el rostro, tratando de que las imágenes de la mujer con la que le había sido infiel montado sobre él salieran de su cabeza.

Sus manos se tensaron, su piel se erizó, y levantó la mirada para escuchar los pasos acercándose por el enorme pasillo que unía todas las habitaciones de la casona, sintió un escalofrío al verlo envuelto en un traje de color gris cargando su abrigo en el brazo derecho.

Every Thursday.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora