Siempre había querido que mis padres se sintieran orgullosos de mí. Desde que era muy pequeña había querido que vieran que, todos los logros que conseguía, eran porque quería que ellos vieran que tenían una gran capacidad para salir adelante con ideas muy buenas y con un constante trabajo. Que era alguien que sabía desenvolverse y que iba a dejar a todo el mundo a su alrededor con la boca abierta.
Creí que funcionaría. Al menos durante un tiempo pensé que mis padres por fin podrían darme el reconocimiento que me merecía y empezarían a contar conmigo para cosas importantes. Sobre todo, para cosas relacionadas con la empresa familiar y con asumir uno de los cargos para los que llevaba preparándome desde hacía mucho tiempo y del cual, ellos eran conscientes.
Pero solo fueron ilusiones. Unas ilusiones creadas por la sensación de querer impresionar y poder llamar su atención. Todas las reuniones que tenían con unos señores a los cuales no había tenido el placer de conocer y las miles de charlas que tenían en susurros en el despacho cuando yo estaba alrededor, fueron eso, solo ilusiones creadas por el sentimiento de abandono que sentía. Aunque yo no quise creérmelo, no hasta cuando me dijeron la verdad.
Una verdad que me dejó muda y sin ninguna oportunidad de poder hacer nada para cambiar mi futuro.
—Ven conmigo al salón, cariño. Hay algo que queremos decirte —papá asomó la cabeza por el hueco que había dejado al abrir la puerta.
Dejé las cosas sobre la cama y salí escaleras abajo con una sensación burbujeándome en el estómago. Había llegado el momento que llevaba esperando desde hacía muchísimo tiempo. Hoy iba a ser el momento en el que por fin podría estar en la empresa familiar de una manera totalmente distinta a la que estaba acostumbrada.
Las caras que había en el salón, provocaron el mismo efecto que si me hubiera chocado contra una pared. La sonrisa que llevaba pegada en la cara desde que mi padre salió de la habitación, me la arrancaron de cuajo aquellos ojos azules que me miraban satisfechos. La sensación que burbujeaba en mi estómago, desapareció de un bofetón. Es como si estuviera recibiendo una puta paliza y no supiera de dónde me vienen los golpes. Pero, sin ver de donde venían, me daban de lleno donde más me dolía.
Los ojos de mi madre se posaron sobre mi, fue un movimiento sutil, como toda ella. Siempre había sido una mujer demasiado correcta y demasiado SEÑORA, con todas las letras. No había otra palabra que la definiese. Era una señora de los pies a la cabeza, no había nada que dijese lo contrario de lo que se esperaba que fuese. Mi madre siempre acertaba en cuanto a palabras, formas de estar, gestos y comportamiento social.
Todo lo contrario a mí, por supuesto. Yo hacía todo lo posible para que viera que yo también me estaba comportando de la misma forma para en un futuro ser la misma señora que ella era actualmente. Una careta que siempre estaba puesta cuando ella estaba delante porque no hacía otra cosa que ser lo que ella más odiaba cuando no miraba. Ahí era yo al completo. Y es cuando menos me importaba que la gente me mirara con desaprobación o que fueran a contárselo a mis padres. Estaba viviendo como a mi me gustaría vivir. Libre. Siendo yo sin tener que preocuparme por cómo se veía desde fuera.
Mi madre era la típica rica estirada que se comía la pizza con cuchillo y tenedor porque no quería mancharse su perfecta manicura recién hecha de tomate o de cualquier salsa que tuviera. En cambio yo, disfrutaba de mancharme toda la boca y, si me ponía, me chupaba hasta los dedos. Mi madre se sentaba recta en la mesa y cogía las copas como quien toma el té en Londres, con el dedo meñique súper estirado y dando pequeños sorbitos. Yo cogía la copa con todos los dedos y me la bebía de un tirón, si era posible.
Mi madre era refinada, yo era ostentosa. Mi madre era elegante y cuidada, yo era exagerada y ruda.
—Matilda, saluda a los señores Thornton —dijo mi madre con la boca pequeña, era su forma de decirme que me estaba comportando de forma inadecuada frente a la gente que nos rodeaba. Apreté los labios, cuadré los hombros y me tragué la pena que me arrasó por un momento.
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ONESHOTS - OUTER BANKS ╣PAUSADA╠
Short Story"𝙇𝙖𝙨 𝙘𝙤𝙨𝙖𝙨 𝙚𝙨𝙩𝙪𝙥𝙞𝙙𝙖𝙨 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚𝙣 𝙗𝙪𝙚𝙣𝙤𝙨 𝙧𝙚𝙨𝙪𝙡𝙩𝙖𝙙𝙤𝙨 𝙩𝙤𝙙𝙤 𝙚𝙡 𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤" - 𝙅𝙅 𝙈𝙖𝙮𝙗𝙖𝙣𝙠. 𝘾𝙤𝙢𝙛𝙤𝙧𝙩 𝙨𝙚𝙧𝙞𝙚𝙨: 𝙀𝙨𝙖𝙨 𝙨𝙚𝙧𝙞𝙚𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙨𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙫𝙞𝙚𝙧𝙩𝙚 𝙚𝙣 𝙣𝙪𝙚𝙨𝙩𝙧𝙤 𝙧𝙚𝙛𝙪𝙜...