PERO DIGO QUE TE ODIO CON UNA SONRISA EN LA CARA - RAFE CAMERON

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Las fiestas que montábamos los pogues en verano, eran el único momento en el que no nos importaba quien procedía de donde. Nos daba igual si eras un turista que solo llevaba aquí dos días, si eras otro pogue que llevaba desde que era prácticamente un crío trabajando para poder llevar dinero a casa o si eras unos de esos estúpidos y arrogantes kooks que se habían pasado toda su vida entre algodones y ni siquiera eran capaces de mover un dedo para quitar la mesa.

Nos daba exactamente igual quien eras porque todos estábamos ahí por la misma razón. Emborracharnos hasta no acordarnos al día siguiente de que es lo que había pasado la noche anterior y levantarnos con una puta resaca que a cualquiera se le quitarían las ganas de volver a salir a beber, aunque, siendo sincera, llevo diciendo eso desde que mis cuatro mejores amigos y yo empezamos a beber. El caso es que, si estás en una fiesta pogue, eres un pogue más. O por lo menos, hasta que se monte alguna estúpida pelea en la que mi hermano JJ y John B siempre acaban metidos.

Tenían un imán para acabar siempre a puños con alguien. No sé cuántas veces les había repetido que se dejasen de meter donde no le llamaban. Obviamente, no me habían hecho caso.

Kiara y yo volvíamos de rellenar nuestra tercera cerveza, cuando vi que Rafe Cameron hacía aparición en la playa. Bueno, puede que no haya sido del todo sincera al decir que en una fiesta pogue nos daba igual de donde provenían. Digamos que la familia Cameron y su grupo de amigos eran una excepción. Lo era para JJ y para John B. Yo había dejado eso atrás desde que los ojos azules del hijo de una de las familias más influyentes de la isla se posaron sobre mí una tarde cualquiera mientras terminaba mi cuadro en la playa.

Había sido inesperado y para nada desagradable. Normalmente, JJ se pasaba todos los días de su vida recordándome porque no debía acercarme a la zona rica de la ciudad y, mucho menos a la familia Cameron. Haciendo más hincapié en esto último después de que Ward y John B tuvieran problemas en su relación laboral. Eso fue la gota que colmó el vaso para que a JJ se le fuera la pinza y prácticamente me prohibiera salir de la zona sur de la isla.

¿Le había hecho caso? Por supuesto que no. Si a mi hermano se le conocía por ser el pogue que más reglas rompía, haceos una idea de lo que se me consideraba a mí sabiendo que era su hermana.

Todo el grupo sabía que la zona rica de la ciudad poseía las mejores partes de la costa. No tenía nada que ver con la bravura y el salvajismo con la que el mar maltrataba la orilla de la zona sur. Es como si el mar estuviera dividido y cada parte tomaba control de su trozo de arena como ella creía conveniente. Así que siempre prefería saltar la valla e ir a esas playas para poder captar todo en un pequeño lienzo en blanco.

La única que sabía de mis escapadas a la zona rica de la ciudad era mi mejor amiga Kiara. Supongo que ella me entendía cuando necesitaba buscar un poco de tranquilidad y tiempo para mi misma. Aunque sabía que ella tampoco era partidaria de que me moviera por el ambiente de los kooks, nunca me había hecho ningún comentario al respecto y tampoco había apoyado a mi hermano cuando se ponía en plan exagerado y se ponía a echarme la bronca por haber estado allí.

Aquella tarde no fue menos, acababa de salir de clases y tenía la cabeza muy saturada. No es que se me diera mal, pero a veces llegabas a un punto del curso en el que todo se te hacía aburrido, las horas pasaban cada vez más lentas y lo único que querías es que llegara el verano cuanto antes. Así que decidí que la mejor opción para poder relajarme era irme a pintar a la playa justo cuando el sol estaba poniéndose.

Esperé a que mi hermano se fuera con John B y cogí todo lo que necesitaba para pintar. La calle estaba repleta de niños jugando y de gente que seguía trabajando. Por el camino, podías ver cómo las cosas cambiaban según te ibas acercando más a la zona rica de la ciudad. El centro de la zona rica era más silencioso que el nuestro. Aquí la gente paseaba con sus ropas de marca y se tomaban un café en cafeterías que tienen su prestigio. En cambio, en el centro de la zona sur, la gente tenía puestos en la calle y siempre había un barullo de gente recorriendo las principales y estrechas calles repletas de niños y adolescentes que aprovechaban para salir a pasar la tarde.

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