Relajados.
El fin de semana en el spa llegó. Nos fuimos a un hotel y spa para parejas. Estaba cerca del conocido bioparque y de la ruta 8. Nos recordó al fin de semana en la casa del country de nuestro primer cliente juntos. Nos recibieron con un coctel y nos llevaron a la habitación. Era palaciega. Espectacular todo. Por suerte llevé mis trajes de baño y fuimos a nadar. Necesitábamos eso. Después a comer en un restó del hotel que tenía una comida deliciosa. Por la tarde fuimos a darnos un masaje de a dos. Estuvo maravilloso, nos relajamos y pudimos descontracturar. Esa semana entre las tres empresas se hizo pesada y las anteriores que también tenía que controlar. Había nuevas promociones que hacer en las empresas previas que ya tenía a mi cargo con una de las chicas de mi equipo. Había decidido darle a ella también la empresa para que Milagros la llevara. Estaba hace dos años trabajando en ese cliente conmigo y me parecía que era hora de reconocerle su trabajo eficiente. Era una empresa chica y ella podía con el trabajo. Era muy dedicada y hay que saber llevar esa carga.
En el spa nos dimos cuenta que olvidamos los preservativos en la mesa de luz. Kerem se enloqueció por buscar dentro del lugar alguien que venda. No había farmacia ni kiosco dentro del complejo. No podía ser que, en semejante hotel, no hubiera provisiones de esas cuando reciben parejas. Hice esa mini queja en la recepción. A las dos horas tenía una caja de 12 preservativos de cortesía de la casa. ¿Quisquillosa? Puede ser. Aunque si vas a un albergue transitorio hasta te venden los juguetes y lubricantes hoy por hoy, pero preservativos hay. Aunque sean de cuarta, pero los hay. No podía ser que en semejante lujo no hubiera lugar donde comprar provisiones. El tema es que en una ocasión en la playa interna nos dejamos llevar y lo hicimos en el agua, escondidos detrás de una roca artificial creo yo. Nadie nos veía y la pasión nos tomó sin un preservativo de todos los que ahora teníamos a disposición de regalo. Ninguno dijo nada. Estábamos demasiado pasados de emoción en el momento. Relajados volvimos al cuarto a bañarnos y otro encuentro con el jabón y las burbujas hizo lo suyo. Esperaba que mi inyección hiciera su magia. Ya confiaba demasiado en ella y menos en mis impulsos pasionales con mi turco precioso.
Volvimos a casa el domingo en el micro que sale de Plaza Italia. Después taxi, estábamos cansados para subir al Metrobús ya. Llegamos cansados de viajar. Kerem pensando seriamente si no era más eficiente comprarnos un auto chico para andar por la ciudad. Yo lo veía innecesario y él lo consideraba por esas cuestiones de viajar a todos lados en micros y taxis. Como yo no sabía manejar me manejaba tranquila y no tenía dramas. Si manejara no lo hubiera conocido en el subte. Simple lógica dejé en su planteo para zanjar el asunto. Fuimos a dormir ya que en la esquina de Plaza Italia habíamos comido unas señoras pizzas de media masa. Ni teníamos que cocinar ya. Caímos en la cama agotados de andar. Nos cansó más viajar que lo que estuvimos relajados el fin de semana. Ridículo y verdadero.
A la otra mañana ya descansados del todo nos fuimos a la oficina y estuvimos ocupados en nuestros asuntos. Kerem ya tenía su oficina montada y trabajaba desde ahí conectado conmigo por chat sobre las consultas que necesitaba hacer además de coquetear conmigo por escrito en los mensajes. Las reuniones con el equipo también se hicieron ese día y tocaba buscar reemplazante para una empleada de las industrias que se iba del país. Decidimos promover internamente dentro de la planta de plásticos para ese puesto. La semana se nos pasó entre los compromisos de trabajo y el viernes nos fuimos con los chicos de la oficina más el novio ya de Karime y Alejandro a ver una banda de rock tipo Stone que empezamos a seguir en un bar. La pasamos bien entre todos bailando y tomando tragos medidamente. Al llegar a la salida me mareé y no sé porque si no estaba tan tomaba de copas como para que me pasara eso. No le di mucha importancia y seguí en la mía con mi chico. Volvimos en taxi a casa. Ya era sábado y estaríamos en paz. Entre besos y caricias en el taxi expresé de nuevo mi punto de no comprar un auto.
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Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.
ChickLitElizabeth Llane, una empresaria porteña, literalmente se choca en el subterráneo de Buenos Aires a un hombre que hará cambiar su vida. Un joven turco, con sus ojos celestes despertarán la pasión que le faltaba en su rutina diaria. Esta historia est...