Ensueño
Con los acontecimientos que les acabo de contar me puse a pensar en algo concreto. Cada vez que me he separado de un novio ha sido por gusto propio. Esta vez no era así. Claramente no deseaba separarme de mi marido. Asimismo, tampoco podía decirle o rogarle nada a Kerem. Yo lo había lastimado en varias maneras según lo que él veía y expuso esa noche. Ni el capuchino me había funcionado como siempre. No había vuelto a ser feliz por un rato. De hecho, no sé ni sabía al momento el cómo podía volver a ser feliz con mi turco endemoniado. Estaba en una encrucijada y nunca había estado así con una pareja. Menos que menos con el cremoso al que no me costó nada sacar de mi vida. Kerem era otra cosa y no podía sacarlo de mi vida realmente. Lo amaba, era el padre de mis hijos y mi socio en la vida más que en lo profesional. Para variar, hasta en la cocina de mi casa había un retrato suyo que pinté hace unos meses y decidió colgar para que no me sintiera sola cuando él estaba trabajando. Lo hizo como broma casi, pero hasta en el baño había una copia de esa imagen. Me sonreía y sus ojos celestes brillaban en ese cuadrito de doce por doce. Kerem estaba por todas partes y la noche anterior había estado en mi pensamiento. Ese año entero juntos con todo lo que llevaba en medio había pasado por mi cabeza y no dormí nada. Para el momento de la discusión en la cocina de casa, el cansancio y la tensión vivida en esos dos días se ve que me jugaron una treta y no supe más nada de nada ni nadie. Suena raro, pero así pasó.
No sé realmente como llegué a dormir en la misma cama con Kerem. Solo sé que los nenes estaban encima nuestro a la mañana cuando sonó la alarma de su celular. El sol que pegó contra el ventanal y me dio en la cara también me despertó. Él dormía con una sonrisa y tenía a Sefer encima de su pecho abrazado. El bebé se veía igual a él en ese gesto. No era un gesto mío. Los dos tenían paz. Yo bien puedo parecer alguien que duerme la borrachera del siglo. Papá era así. Llegamos a dormir con la boca abierta. Nada delicado para una dama debería reconocer. Me levanté y lo llamé. Abrió los ojos y me miró como cualquier mañana. Me sonrió con su mueca de paz mañanera hasta que movió sus manos y notó al bebé. Se asustó para besarlo sentidamente y lo acomodó en la cama para de a poco moverse. Murat también recibió sus cariños de padre. Hizo lo que siempre noté en un gesto suyo. Pegó su rostro al cuerpo de los bebés haciendo un movimiento suave hacia arriba como los perros. Eran sus cachorros después de todo. Los besó nuevamente y me miró sonriendo con una mueca. Parecía en paz o eso notaba yo. Los tapó con una manta liviana. No se moverían de ese lugar. Eran muy chiquitos aun para hacerlo. Desde su lado me miró. Esperaba que hiciera algo y sin querer esquivaba su mirada. Estaba desencajada en mis emociones y actitudes viéndolo con esa mueca de sonrisa que hace días no veía. Me agaché a besar a mis hijos y lo miré antes de decidir que necesitaba una ducha. Tenía la ropa de ayer. Por lo visto no me había cambiado por el pijama que uso desde que nacieron los nenes. Antes no lo usaba. Tenía un camisolín muy sensual que encendía en varias formas a mi marido a la hora que fuera y terminaba durmiendo desnuda con él. Se dio cuenta que ambos teníamos la ropa de ayer. Se olió a sí mismo.
- Necesitamos una ducha. - comenté desde mi lado. No lo había ofrecido en realidad. Se ve que le dio una idea.
- Vení conmigo a ducharte. - se acercó como cuando buscaba seducirme. Despacio, con los ojos cálidos y para variar se abrazó a mí. - Nos merecemos un momento de paz, Eli. - su voz grave más baja era un sedante casi.
Me rozó el labio por el rostro. Estaba atontada con esa cercanía. La deseaba más que nada. Deseaba esa boca cálida besándome. Aunque no fuera a seducirme. No dije nada y solo tomó la iniciativa. Me besó suave aferrado a mí. Besó mi frente también. Sus cariños eras suaves, mágicos prácticamente. Me sentía hechizada por todo ese momento de paz y me aferré a su espalda. Soltó un suspiro, imagino que de alivio. Me aferró más a su cuerpo. Buscó mi boca y me volvió a besar de esa manera. Suave, muy suave. Como si disfrutara de volver a besarme. Sin intenciones más allá. Solo sentirme. Sabía que esos besos le gustaban así porque eran los mismos que me daba una vez que había hecho el amor conmigo. Buscó mi mano y solo me llevó al baño. Echó una mirada a los nenes antes de entrar.
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Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.
Chick-LitElizabeth Llane, una empresaria porteña, literalmente se choca en el subterráneo de Buenos Aires a un hombre que hará cambiar su vida. Un joven turco, con sus ojos celestes despertarán la pasión que le faltaba en su rutina diaria. Esta historia est...