CAPÍTULO 19

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Socios de la vida.

El martes 2 de enero Kerem tenía citas hasta las tres de la tarde por lo que volvería temprano. No se iba a quedar hasta el cierre en la empresa. Ya lo había hablado con Karime temprano cuando le comentó como me veía. Ella se quedaría hasta que Leo la buscara. Vendrían a casa un rato para cuidar de los nenes mientras yo descansaba. Lo necesitaba realmente. Estuve un poco atontada todos esos días pasado el stress del tema de la zorra de Colette, pero me compuse más con lo que indicó el médico. Decidimos estar en casa esos días y salir un rato a pasear con los bebés si había buen clima. De lo contrario nuestro patio pacífico sería el refugio indicado o el living. La casa era cómoda al menos por la variedad de espacio que tenía. Recién el 9 de enero volvería a trabajar.

Para el 5 de enero en nuestro aniversario como todo, pareja y socios en la vida, como lo llamó Kerem, salimos a cenar y volvimos a la medianoche. Estando en la cena mi rubio me invitó a un bar de karaoke donde eligió un tema y me lo dedicó. Era Woman, de John Lennon. Lo amaba antes y lo amé por ese gesto tan suyo. Como regalo recibí un par de zapatos que había visto estando embarazada y como tenía los pies cansados y tenían taco no me animé a comprar. Ropa interior del local de embarazadas que también tenía confecciones muy delicadas para las mujeres ya después del parto. Una chalina de las que me gustan y en casa había dejado otra caja de alfajores helados. También había un cartel en la calle que vi cuando volvimos. Decía palabras clave en turco que solo él y yo entenderíamos. Hasta ese detalle. Le comí la boca antes de entrar. Amaba a mi turco endemoniado. Entramos a los besos contra la pared del hall pensando en hacer nuestro raid sensual de previa y nos frenamos entrando al living. Habíamos olvidado un detallito. Karime cuidó los nenes con Leo y estando ya dormidos cuando llegamos al living les cortamos la inspiración a ellos. Pobre Leo, se puso violeta cuando lo agarramos con los calzones abajo. ¡Con razón mi amiga era tan callada con su intimidad! Aunque ella sabía cositas picantes de la nuestra. Lo que su novio no tenía en otros aspectos, debajo de la cintura le colgaba y por eso vivía sonriente cuando hablaba de su chico. Al parecer Kerem ya lo sabía porque ellos jugaban cada quince días al futbol juntos con los amigos de Leo y algunos de Kerem que se sumaban. Se ve que en las duchas habían visto al muchacho y su muchacho. Pasamos el momento incómodo y una vez que entregaron la batuta, los despedimos y sin dudarlo volvimos a empezar a festejar apropiadamente una noche a la antigua. Como al inicio de nuestra relación. Intensamente pasional. Ya estaba mucho mejor del cansancio que esa previa semana me había dejado y pude hacer ejercicio esos días sintiendo más energía en mi mañana además de los arrumacos mañaneros que ya habían vuelto a ser previos a amamantar a los bebés. Por lo mismo, a la noche pude volver a ser una atleta sexual según dichos de mi amante preferido. Habíamos tenido todos los tipos de sexo que variábamos. El sexo duro que nos dejaba sin aire por un rato bien pegados, el sensual lleno de ardores y orgasmos lentos por las caricias y besos, el del tipo experimental que nos llenó de risitas cómplices en el post coital por las poses que habíamos planteado y como se sintieron. Ya para variar la cuestión, y no ser repetitivos, había amamantado a mi marido. Hasta ahora jamás había dado de mamar a Kerem por voluntad propia y a los dos nos gustó. Salvo que debía conservar mucha leche para mi par de glotones. Por lo que ahora tenía tres turcos amantes de mi leche.

En los periodos de post parto entre los remilgos que sin querer había evidenciado como mujer estaba uno que era negarle a mi marido y amante los pechos. Siendo que Kerem era fanático de las atenciones a mis senos, con la lactancia y la unión con los bebés no le había querido convidar mi leche materna y era otra cosa que lo había alejado. Mis pechos habían sido solo de los gemelitos. Con eso había fomentado no solo que se sienta expulsado de la escena, sino rechazado en varios aspectos. Ahora mis pechos lactantes eran disputados por su sabor entre ellos. Unos porque era su alimento vital y el otro porque le había gustado más de lo que ya le gustaban mis pechugas ahora con casi 125 de talle. Parecía la mulatona de Clemente antes de la anorexia. Dolly Parton era casi una desnutrida a esta altura a mi lado. Todo sea por el bien de mis chicos. Lo único que me molestaba de tener semejante delantera era tener que comprar ropa en lugares para talles extra grandes y hacerlos amoldar a mi cuerpo. Con semejante delantera no me podía poner mis camisas o vestidos anteriores al parto. Mi espalda y hombros eran la misma talla supuestamente aunque yo me sentía un poco más ancha. Mi frente decía que tenía que usar un talle 6 como mínimo. Tuve que abrir la máquina de coser y con Angelita que se daba la paciencia para todo, amoldamos las prendas e hicimos detalles para que no se notara tanto que no era obesa, sino que tenía un frente muy saludable. Hacía años que no me cosía ropa. Desde que era adolescente y tenía el mismo problema. Era mamá quien me había enseñado a hacer los arreglos. Antes a las damas se les enseñaba en el colegio incluso, Corte y Confección dentro de una materia llamada Labores. De hecho, yo aprendí a bordar en la escuela e hice tapices con lanas que la abuela me regaló. Entre ellas me mostraron el mundo de la costura y el trabajo de los talleres porque ambas habían trabajado en textiles. Además de agarrar las agujas de tejer hasta mi abuelo cuando era más joven. Por eso cuando entré en la textil de Ginés, sabía que mirar también. Mamá tenía el don de ver lo que se necesitaba y acomodarlo. Recordé lo mucho que había extrañado a mamá en mi embarazo y ahora que me veía como ella con la abundancia de pechos. Ella había tenido cáncer de mamas y perdió su condición de pechugona.

Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora