CAPÍTULO 22

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La Luna de Lucía.

Unos días después ya estaba más repuesta y cómoda con mi vientre. La nena se había vuelto a acomodar y la tenía encajada más al centro de mi panza. Por fortuna, Sefer estaba perfecto. Hablaba, caminaba de mueble a mueble sin necesitar apoyo ya estaba instalada la seguridad en su habitación. Richard había enviado a uno de sus carpinteros de confianza y en un par de horas las dos cunas tenían no veinte sino treinta centímetros de altura mayor a la que tenían originalmente. Con lo cual, sus bases habían quedado más abajo, pero hasta que alcanzaran esa altura pasarían casi dos años y ya tendrían cunas camas a esa época. Kerem se quedó toda la semana conmigo y estuvo atento a todo. Los nenes, la beba y yo. Justo cuando empezaba a relajarse Roque lo llamó. No sabía qué hacer con Juliana que estaba para parir hace días y no había tenido aún. Se había pasado su fecha y no quería hacerse cesárea. Tenía cuarenta y un semanas y él ya tenía pánico de que algo se complicara. Era enorme la criatura y ella quería que fuera un parto normal. No entendía que iba a sufrir como loca con esas caderas de modelito desnutrida que había conservado. Su médico aconsejó a Juliana internarse y estar controlada para más comodidad. Mi adorado turco fue a poner los paños fríos a la cuestión y hablarle a la misma Juliana que era terca. Mucho más que yo. Todo su embarazo fue su terquedad contra la razón ajena. Incluso que el obstetra le pidió comer mínimo cuatro huevos a la semana por el aporte de calcio y calorías. Como no quiso comer ni carnes ni huevos la pasó inyectándole hierro. Se me cruzó por la cabeza que, si así fue su preñez, ¿Cómo sería la propia alimentación cuando diera de mamar? ¿Se negaría a todo de nuevo por sus convicciones a riesgo de hacer que su bebé esté falto de nutrientes? Evidentemente, Kerem volvió preocupado por lo mismo porque cuando vino mostró alivio viéndome comer como cerda. Seamos sinceras, yo comía todo el día como si tuviera trillizos no una sola bestia como era ya mi preciosa Lucía.

- Amor, te juro que me deja tranquilo verte alimentarte. Comes mucho, pero de todo. No haces dramas con diferenciar la comida y por eso nuestros hijos están sanos y fuertes. Nuestra preciosa va a ser grande, sí. Y, no dudo que sea fuerte y sana porque ya la vimos que es larga incluso. Pese a todo lo que pasamos hace unos días, tengo paz en que vos te cuidas sin restringir cosas importantes. Incluido el comer cerdo. -

Me besó la frente abrazándome. Yo estaba sentada en la isla de la cocina comiendo un sándwich de pollo con un jugo de naranja fresco. Digamos que estaba glotona ese momento. Sonrió tentado viendo que no largué mi comida, aunque si lo abracé con un brazo.

- Lo dicho, amor. Tu apetito me deja tranquilo desde siempre. -

Se reía tomando un poco del pollo del plato para hacerse él un sándwich con el queso especiado que estaba en las últimas porciones. Ya nos quedaba poco y mandamos a pedirle a Roque que nos enviaran dos o tres hormas más. Se reía por teléfono de nuestra glotonería. Su gesto de placer al comerlo como yo me dio risa.

- No te rías, amor. La comida de los hospitales y clínicas no es mala en verdad, pero esto es un placer aparte. Cuasi orgásmico te diría. Imagínate como vine de solo tomar un café con unas galletitas de agua porque Juliana me miraba mal. Ni un pebete me pude comer o una empanada frente a ella. Es terca hasta para la comida ajena esa mujercita flaca. - analizaba con los ojos perdidos. - Alá la cuide y los proteja. Dijo el obstetra que quizás mañana le hagan la cesárea si ella estaba bien de la presión. Aunque una inyección como la epidural le puede partir la espalda. La miro y es como un galgo con panza. Al final, diez kilos de peso aumentaron nada más en todo el embarazo. La retó el otro obstetra con el que consultaron en la misma clínica. El cirujano. Dijo que, por cuidar su dieta demasiado pudo faltarle nutrientes a Thiago. Es grande por el padre y porque ella es muy alta, pero me pareció que el cirujano es como el doctor Korn en el pensamiento. Un bebé necesita estar bien nutrido desde el vientre y no sé si ella con su alimentación no restringió mucho. - meneaba la cabeza con los ojos perdidos en ese pensamiento.

Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora