CAPÍTULO 24

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Los nuevos festejos.

Pasó el resto del verano y fuimos todos invitados con las familias a San Bernardo para Semana Santa. Ya fuimos el grupo de parejas que los Ginés consideraban que se llevaban mejor juntos y no los empleados de las empresas en verdad como hacían en las convivencias del country. Tío Hasan llevó a su esposa al mar esa ocasión porque no sabíamos que había sorpresa para nosotros. Se hizo el festejo íntimo de nuestro aniversario de casados otra vez con los padrinos de bodas planeándolo a ocultas nuestra. En el mismo grupo había cambios y bendiciones, como decía Dalila cada que nos veíamos todos y admiraba los cambios en los que el año anterior eran parejitas melosas. Karime ya tenía casi siete meses de embarazo y su marido estaba atento hasta de un simple estornudo de ella. Los bebés estaban fechados para junio, aunque bien se podían adelantar. Ya tenía un tamaño importante la rubia con los mellizos y todas estábamos terminando de tejer cositas para los nenes. Incluso yo, que jamás tejí más que un pompón en mi vida. Mis ahijados estaban en camino y los esperábamos con cariño y esperanza, como decía mi marido.

Lila ya llevaba su sexto mes de embarazo y Cray conducía su camión para los eventos. Por lo demás había comprado un auto para ellos dos y el bebé. Lo financió haciendo sus negociados. Con un equipo de los de su material fijo que vendió a un buen precio y sus rentas de los temas que el amigo de Kerem le editó en su estudio. Eran jingles que habían pegado bien y cada que sonaban en las radios le redituaban sus pesitos al loco Cray. Por consejo de Perlita y Kerem había empezado a ambientar con el hijo de un amigo del tío Hasan las fiestas infantiles. El flaco era payaso y entre ambos hacían cada fin de semana alguna u otra fiesta para niños. Estaba bien plantado para ser padre y feliz de que su Patito, como lo llamaba, estaba creciendo sano en el vientre de su madre. Le decían así porque ya sabían que era un varoncito y Lila eligió ponerle el nombre del padre de Cray que estaba ya para irse. Al menos, el ultimo nieto que el hombre viera llevaría su nombre. Patricio Junior. Ninguno de los hermanos de Cray se llamaba Patricio como su padre. Raro, pero así era.

Los Arnedo también fueron invitados a ese fin de semana y los que no se animaron por el frío a irse de la ciudad esa vez fueron los viejos Arnedo. En la costa había mucha humedad y Richard padre tenía un reuma galopante ya con sus años. Esa era la razón real. Eran los únicos que faltaban de este clan que se armó con nuestros amigos y parientes en la juntada con los abuelitos Ginés. Mis hijos ya los llamaban así en su media lengua. Belos Gies, así era como los gemelos nombraban a la abuelita Dali y al abuelito Rey. Se les hacía largo decir Reinaldo. Cuando los tenia cerca alguno de ellos se le pegaba al hombre. Lo adoraban como a tío Hasan. No era raro ver tampoco como mis hijos andaban en brazos de uno y otro paseando abrigados por la costa esa vez. Tío Hasan había pasado a ser el Belo Hasa en la boca de mis gemelos. Sus sobrinos nietos. Era el último tío vivo que les quedaba de su familia materna turca. Hasan era el hermano de la madre de Kerem. De Zaira Assad de Déniz. Su raíz materna en el país, como decía mi marido. Por otro lado, en la misma familia había otro lazo doble. La madre de Karime, Nuria, era la prima segunda real del padre de Kerem. Un enredo de parientes, sí. Por eso mi hija se parecía especialmente a Karime. De hecho, mi marido y ella se veían iguales incluso y mis gemelitos tenían gestos muy comunes a ellos también. Solo que a simple vista se veían como yo en sus caritas. Lo demás, era muy turco en su genética.


El querido Soho.

Pasado el festejo de nuestro aniversario con cena especial en la casa de San Bernardo, con un plato turco y la mesa como en nuestro casamiento, incluidos los dulces mixtos, volvimos a la ciudad después de dos días más. Cuando me bajé en la estación de servicio de Dolores tan amada por mí, fui a comprar las medialunas por cantidad para nosotros y traje churros rellenos. Compré chocolate caliente que Kerem y yo tomamos con los gemelitos. Zaira era chica para convidarle y nos miraba comer desde su sillita. Rompió a llorar viendo que nadie le daba a ella. Como buena glotona exige comida a cada rato. Le di un poquito de medialuna y santo remedio. Era tan glotona como nosotros cuatro que en minutos comimos las dos docenas y media que compré de medialunas y los churros rellenos que casi devoré sola porque Kerem solo pudo comer dos. Debo decir que al llegar a casa corrí al baño de abajo sin esperar a bajar a los nenes de sus lugares. Pobre mi rubio lo dejé solo bajando todo. Literalmente bajé corriendo del auto y dije que ya volvía. Pensó que me estaba urgiendo ir a orinar. No quise ir en las otras estaciones del camino. Las veía sucias para usar el baño. No era así. Tenía el estómago revuelto y toda la merienda, específicamente las deliciosas medialunas con el atracón de churros rellenos que me devoré, salvo el chocolate caliente, fue a dar al inodoro de mi acicalado baño. Kerem no me dijo nada al respecto. Estaba ocupado con bajar todo y a los nenes. En cambio, yo salí pensando y haciendo cuentas en mi cabeza. Si ya sentía náuseas y vómitos estaba de nuevo de al menos uno y medio o dos meses. Se ve que notó que algo me pasaba cuando puso todo dentro y me vio tomar a Zaira para llevarla a dormir. La había amamantado en el auto. Necesitaba solo dormirla y ponerme con la leche maternizada de los nenes que ya estaban con la leche fluida de formula. No tenía a tres tomando el pecho al mismo tiempo ya. Estaba pensativa mientras armábamos la cena para nosotros dos con el recipiente lleno de comida que trajimos de la costa. Había olor a pescado en la cocina y por primera vez el olor me dio una nausea que pude esconder de mi marido. Al menos eso creí.

Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora