CAPÍTULO 35

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    El síndrome de la pandemia misma.

  Para junio, ya había más circulación de gente en las calles y se pudo hacer trabajo de oficina con las debidas reformas. Si bien en la oficina los únicos que tenían despacho real éramos nosotros tres, los ejecutivos de rango, los chicos del staff tenían sus secciones diagramadas en el espacio para identificar a todos. Nadie estaba metido en ningún hueco ni nada. Era digamos una separación grande entre áreas que no llegaba al metro sesenta de alto con colores para identificar cada área. Lo único que no estaba pudiendo funcionar era la guardería y a las empleadas que llevaban sus hijos debían quedarse en sus casas para preservar a los familiares de posibles contagios. Nosotros preferimos el teletrabajo como alternativa y solo si era necesario ir a la oficina, pero la menor cantidad posible de empleados en ese caso. Capsulas de siete u ocho empleados. Dos por cada área en las fechas claves que eran las de liquidaciones de sueldos con Kerem en la misma supervisando todo. No quiso que ni Karime ni yo fuéramos. Con lo cual, cuando volvía a casa era clavado que se bañaba en el baño de abajo, el del garaje, antes de entrar a saludar a sus hijos y a mí. En esos momentos olía a alcohol en gel y no a su perfume directamente. El médico que trató a Kadir le había indicado los métodos más eficaces como para preservar a los demás de posibles contagios de lo que sea. No solo del Covid. Habíamos visto en internet videos de gente que hasta ingería cosas raras que se probaron que nada de efectividad tenían, sino que enfermaban de otras cosas a quien las ingería. Con lo cual, mi marido estaba de nuevo pasado de revoluciones y apenas hacía ejercicio para bajar un cambio de la tensión que tenía en ciertas fechas. Los demás días trabajábamos ambos desde casa. Las horas que les impusimos a los nenes de siesta era para hacer video llamadas los dos en diferentes partes de la casa y tener todo controlado como pudiéramos. Para estar solos como pareja ya teníamos las noches y listo. Nos organizamos así. De lo contrario, Kerem tenía que volver a exponerse a salir a trabajar. De esa manera, solo hacía las compras con la camioneta y volvía. Nuestras provisiones mayoristas habían alcanzado al mes y medio. Zaira por suerte había madurado un poco más y empezado a pedir ir al baño. Razón por la cual, tanto su padre como yo la llevábamos antes de que se haga encima. Con ese hecho concreto, la cantidad de pañales había descendido en su talla y aumentado la cantidad de calzones de damas en la casa. Solo quedaba nuestro bebucho con pañales fijos por un año y pico más.

  En las estadísticas de esos primeros meses que Kerem hizo con los números de las plantas por rubros sacamos nuestros primeros datos de sorpresa. Pese a que el encierro les había costado a muchos el realmente adaptarse, el caso de rubros como el de la mueblería, como eran la fábrica de los Arnedo, pensamos que caería. Sin embargo, fue con la construcción uno de los rubros que más trabajo tuvo. Los carpinteros de Richard y la diseñadora junto con la gringa tuvieron trabajo todo el año con los proyectos en espera que tenían a ese mes de junio. La gente había quedado en sus casas y mandaba refaccionar cosas o diseñar espacios para estar más cómodos. Varios les pidieron quinchos funcionales como el nuestro que estaba en su página web viendo que nosotros lo acondicionamos para que los nenes estén jugando ahí con nosotros en un video familiar que les enviamos un día. Ellos lo subieron con nuestro permiso y con eso la sección de diseño aumentó su margen de trabajo. En el caso de las textiles, les costó lo suyo acomodarse. Sobre todo, el primer mes. Los sueldos se pagaron, sí. No así los premios a la producción que había con los bonos desde el inicio de nuestra gestión. Se volvió a dar un bono con descuentos de cadenas de supermercados que tramitamos nosotros para que los empleados pudieran abaratar sus costos en la canasta familiar. Quedarse en casa sin querer implicaba comer más en muchos casos. Quien no podía pagar un kilo de carne podía correr la coneja un mes entero, digamos. Para palear esa situación desde nuestra gestión conjunta, Reinaldo pautó con Kerem y los delegados de planta hacer una compra mayorista y repartir los productos de la canasta básica de una quincena en cajas por fechas. Más un bono de compra por una cantidad en un frigorífico de la zona de la fábrica. Como las carnicerías y frigoríficos trabajaban a full, a nosotros nos sirvió como equipo hacer eso y que no falte la comida en la casa de los empleados. Cada quince días en horarios pautados para que no vayan todos juntos se entregaba en la planta esa canasta y el bono de compra para cada empleado. Como fue Kerem con el delegado a hacer las compras al mayorista, las canastas por familia no eran escasas. El método se repitió en otras plantas con iniciativa de mi marido. Solo la textil era de nuestras plantas a cargo la única que no estaba en funcionamiento. Se vendía por canales digitales con el stock que había en los depósitos de las avenidas importantes y la fábrica. Al mayoreo. Lo minorista estaba estancado. Con lo cual, los bonos que les dábamos a los empleados para eso, que habían funcionado todos estos años perfectamente, ahora no estaban vencidos, pero quedaban para más adelante. La imprenta que imprimía los bonos y era de otro cliente nuestro sí trabajaba, tanto o más, que antes. Sin querer pasó eso según vimos. Es porque la gente, estando en su casa, mandaba a imprimir sus recuerdos, hacer carteles con fotos de las experiencias vividas y videos recordatorios. Nosotros también teníamos uno con nuestras fotos de los nenes y de nuestra pareja colgada en las habitaciones de los nenes en esta casa. La página web de la imprenta levantaba, con ayuda de Laura nuestra diseñadora de logos para manejarse mejor, muchas cosas como proyectos de trabajo. Inclusive de empresas que habían sido clientes antes de otras imprentas que por temor cerraron. Una de ellas era la que imprimía para la municipalidad de Avellaneda y les pasó el cliente a ellos. Raro, pero así era porque después supimos que era una imprenta con mucha gente mayor a su cargo y en las labores de la planta. Consecuencias de la misma pandemia. Todos los rubros que tenían gente grande o casi en la tercera edad, cerraron o trabajaron desde otro ámbito. Entonces, esta pequeña imprenta de Barracas al sur se había vuelto famosa y entregaba por mensajero, el hijo del dueño, los trabajos por encargue. Otro de los rubros que mayor trabajo tuvo, era la comida. Ya lo sabrán a eso. La gastronomía tuvo variantes importantes. Convengamos que la gente come todo el tiempo. nosotros somos un claro ejemplo de eso. Yo no soy feliz si no tengo kilos de carne en la heladera para todo el mes o los primeros quince días. Las panificadoras que elaboraban por ejemplo pan de pancho y de hamburguesas, como era una de nuestras empresas más pequeñas, fueron las que más trabajaron con las panaderías básicas. ¡La gente encerrada y todo consumía más pan, panchos y hamburguesas! También en este caso debemos decir que más de un vecino denunciaba cuando había más de diez personas juntas por un festejo o algo y caía la policía, el Same si era en capital y hasta la gendarmería a hacer casi un operativo de secuestro de la comida por juntar personas para festejar un cumpleaños o algo personal. Muchos fueron presos un par de días por esos hechos. La ordenanza era real, no se podía hacer juntadas. ¡¿Cuántas fiestas clandestinas de adolescentes hubo en esos días?! Era porque parece eran los únicos con los niños pequeños que no estaban en grupos de riesgos hubo en esos días. Llegó un momento que recuerdo haber visto en la red social de la gran F azul que alguna chiquita consultaba si sabían dónde había una fiesta clandestina. ¡De locos! Sin embargo así pasaba. Las licorerías junto con la gastronomía levantaron los números a superar a todos casi. La gente no solo comía a toda hora y veías a los delivery correr hasta de madrugada además de los robos, eso estaba incluido. La gente consumía mucho alcohol. Reconozco que, a mí Daniel me envío con un mensajero en moto un medio barril de cerveza artesanal negra con una de sus hamburguesas triples. Estaba antojada y le dije que cuando pudiera me mande eso. Kerem no iba a la ciudad así que yo se lo pedía como favor a nuestro amigo. Daniel había empezado a salir con una chica en los inicios de pandemia justo y ella era de Haedo. Así que desde Haedo me mandaba el pedido. Desde la casa de la chica. El petiso no solo se había puesto de novio, ahora estaba viviendo en Haedo con ella porque supuestamente ahí lo agarró la cuarentena. Lo más llamativo era que él iba y venía cada día a abrir el local de Palermo. Su madre se quedaba en la casa porque era de grupo de riesgo por ser diabética y ya tenía sus sesenta cumplidos. Casi era un nuevo vecino diríamos. Unos treinta o cuarenta minutos nada más de casa si tomaba la Gaona vieja para venir en su camioneta patona. Menos si subía a la autopista, pero le teníamos la entrada prohibida a todos a casa. Después de lo de Kadir entramos en pánico sin querer y Kerem pidió a todos que nadie se acerque a casa. La querida Dalila se había ido ya en fines de mayo y nos dejó la angustia en el alma de no poder despedirla porque se enterró a cajón cerrado con un máximo de diez personas para acompañar el féretro y despedirse. Ella falleció del mismo virus en una clínica ya sufriendo sin poder respirar bien y ni su familia pudo despedirla como corresponde. Así que hablábamos con Reinaldo y sus hijos por video chat, pero no podíamos ir a acompañar a nadie. El country tenía solo acceso al personal de limpieza y los de abastecimiento general. Mis hijos también lloraron a su abuela del corazón. Fue una perdida muy sentida para nuestra familias. Incluso los Arnedo la sintieron mucho con nosotros. Imagino que como pasó en muchas familias que hubieron perdido a sus mayores en la misma pandemia. Se llevó a gente grande que todos amábamos. Como nos dijo Perla en una llamada que hicimos con Kerem, esta pandemia nos mostró lo humano que se iba. La perdida real en cada casa o núcleo familiar. Una pena realmente ver qué tan frágil era la vida de nuestros seres queridos. 


  La burbuja.

  Yo volví a sentir náuseas y vómitos en esos días de mitad de julio. Llamé a mi médico de cabecera y le dije cómo me sentía. No salía de casa como para pensar que me había contagiado de Covid y Kerem tenía una semana sin salir. Lo último que hizo fuera de casa, había ido a la oficina y supervisado con Karime todo el tema de los sueldos desde casa para evitar salir por días y se pudo resolver todo. Mi médico aconsejó ir a la guardia del hospital de la zona que tenía un buen servicio de guardia en esa época de emergencia separada del hospital en general. Era el hospital municipal de General Rodríguez. Me hicieron valorar primero por algún virus con la comida, después a hisopar y me dio negativo el testeo del virus. Un drama menos, por suerte. El segundo médico que me atendió en esa interconsulta entre ellos, me hizo un testeo rápido de embarazo al preguntarme muchas cosas. Ese sí me dio positivo. Estaba shockeada en verdad. Llegué a casa y me quedé sentada en el sillón después de higienizarme toda y cambiarme de ropa. Había ido sola al hospital con el auto. Kerem quedó con los nenes en casa. Cuando me vio pálida se quedó callado. Creo que se imaginó lo que me pasaba. El quinto conejito estaba marchado. Siendo que nos habíamos cuidado todo el tiempo menos la noche de nuestro aniversario era clara la fecha de mi embarazo. Tenía dos meses cumplidos y más. Dejó a los nenes en el corralito grande y se sentó conmigo. Me besó abrazada. Me pidió perdón. Yo ciertamente no creí que antes de que me venga mi periodo podía quedar embarazada nuevamente y Sperman lo había hecho de nuevo. 

Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora