CAPÍTULO 12

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La situación.

Les pregunto algo, ¿nunca les ha pasado que desearían volver el tiempo solo un par de horas para evitar hacer algo? Pues yo hubiera deseado haber dejado que mi malhumor de la noche no me afectara y dado la razón a Kerem la oportunidad de mimarme como deseaba a la noche para levantarme. También hacer lo que él quería. Tomar un taxi. No. No lo hice y lo que vino tiene que ver con ese hecho y mi malgenio acuariano en acción.

Al otro día de mi rabieta, después de levantarme vi que Kerem salía del baño para asistirme en la vestimenta y calzado. Con semejante vientre me costaba calzarme más que nada. Ya en invierno iba más que abrigada a la empresa. Tomamos el desayuno con mi marido buscando abrazarme y besarme. Lo dejé abrazarme y hablarles a sus hijos. Yo estaba en otra. Viajamos en el Metrobús y apenas le dirigía la palabra, no respondía a sus besos y abrazos. Seguía molesta. Él buscaba que lo acariciara como siempre y no lo hacía. Mi malgenio natural había aparecido y era peor con las hormonas, habían hecho estragos en mí desde la noche.

- Amor, no podés culparme por asustarme. Nunca nos pasó que nos patearan cuando hacemos el amor. Pensé que podía haber adelantado el parto incluso. Deja de estar molesta conmigo, por favor. Tengamos el día en paz. Tenemos mucho que hacer y si te digo que descanses vas a enojarte conmigo otra vez. No me podés poner en esta situación por amarte por triplicado. - respondí a su beso suave con delicadeza porque de verdad extrañaba ya esos labios tibios. - Eso es, mi amor. Te amo. No seas cruel por ser cuidadoso con los únicos tres que me importan en la vida. Si no te tengo no soy nada, Eli. Lo sabes. - lo miré y en ese momento le solté una sonrisa de mueca para verlo por última vez sonreírme para besarme abrazada en el asiento del Metrobús.

Sanatorio, 1 de agosto de 2017

- ¡Hágale los controles a la embarazada, hermano! ¡Tiene seis meses ya! ¡Su marido está más golpeado que ella! - gritaba un paramédico colombiano arriba de mi cabeza. - Parece que con el cuerpo protegió a su mujer del golpe. Los impactó de lado un camión estando en el ómnibus. -

Entre mi mareo escuchaba lo que hablaban los que nos llevaban. Veía el techo de la clínica pasar arriba mío como si fuera una película que ya he visto. De hecho, ya lo he pasado. La clínica era la misma donde estábamos asociados para nuestro parto en privado. Escuchaba a lo lejos a otros llevar otras camillas y cuando miré al lado iba en otra camilla mi turco con el rostro golpeado. Le vi sangre. Empecé a gritarle su nombre, pero no me respondía. Lo tenían con un respirador. Yo gritaba y nada. Me metieron en una habitación y no trajeron a Kerem. Empecé a gritar más que antes. Quería ver a Kerem. Me pasaron a la cama y me levanté a buscar a mi marido con dos enfermeras o más forcejeando conmigo. No me pararían si lo que quería era ver a mi hombre. Me cerraron la puerta en la cara y me llevaron casi a la rastra a donde me habían ubicado. El doctor Korn, mi médico, justo estaba de guardia en la clínica de mañana y me vino a ver urgente cuando le dijeron que era una paciente de obstetricia suya. Corroboró mi estado y trajeron el ecógrafo para ver cómo estaban los bebés. Hizo la ecografía 4D para ver cómo se veía todo. Al final se hizo de urgencia y no como lo planeamos nosotros. Por fortuna mis bebés estaban perfectamente, pero yo estaba con un hombro dislocado de forcejear con las enfermeras. No creo que haya sido en el accidente. El accidente. ¿Qué había pasado? Todavía sentía los brazos de Kerem rodearme. Su aroma a pachuli en mi nariz. Sus labios tibios besándome cuando el golpe rompió vidrios y lo empujó más sobre mí para golpear su cabeza contra el vidrio de la ventana de mi lado. No podía sacar esas imágenes de mi cabeza que aparecían como fogonazos de mi memoria impecable. Cuando el doctor Korn me dejó tranquila con el estado de mis bebés expuso claramente que me quedaba internada un día para estar observada en mi mejoría. No hice dramas. Dejé que me pongan el suero para poder irme a ver dónde estaba mi marido y qué había pasado con él. Mi pobre turco precioso no tuvo mi suerte. Recibió un golpe del otro asiento que se subió sobre su cuerpo y para variar golpeó su cabeza contra el otro vidrio en el impacto de arrastre. Tenía la cabeza vendada y el respirador. No podía verlo así. Me dejaron verlo de afuera. No podía entrar a tocarlo siquiera. Que me escuchara, aunque no hablara. Me agarró tal ataque de angustia que me tuvieron que llevar de nuevo y poner un calmante liviano porque uno normal era fuerte para mi gestación. El médico de Kerem vino a decirme estando acostada en la cama que mi marido había sufrido un golpe fuerte en la cabeza, quizás quedara unos días en coma para bajar la hinchazón de la lesión interna en el cerebro y que fuera paciente. Que estaría bien en un par de días. Ya no estaba en peligro. Tenía dos costillas rotas. Sus piernas no tuvieron mayor daño con el aplastamiento que le hizo el otro asiento que se dobló encima suyo. De solo recordar en mi atontamiento después del impacto los intentos de los bomberos de sacarnos. Yo contra la pared izquierda del Metrobús aun con mi marido aferrándose a mí cuando estaba ya desmayado. Todos los vidrios de su lado entre el piso y su pelo impecablemente atado. La sed que me agarró en el momento. El verlo ahora me había hecho trizas. Nunca pensé que mi manía de ir en el Metrobús nos costaría tan caro. Esa mañana íbamos con buen tiempo y yo no había querido tomar un taxi, por terca. Ya Kerem decía de haber comprado un auto. No ir más en un colectivo que no tenía seguridad real para mi estado. Y por no darle el gusto ahora estábamos en un sanatorio con mi amado turco todo entubado luchando por su vida cerebral. Una de las personas más inteligentes que conocía reducido a una pila de cables y aparatos a su alrededor. Llamaron a la familia para que sepan lo que estaba pasando. Karime llegó cuando estaba en mi habitación llorando por todo. Ni el calmante me había hecho efecto real de la angustia que tenía. Cuando llegó el tío Hasan me largué a llorar el triple de lo que ya lo hacía. Me calmó dejándome con su esposa y se fue a preguntar por Kerem. Cuando volvió su cara de espanto me dijo todo. Mi pobre Kerem tenía días para recuperarse de su herida en la cabeza. Lo habían inducido al coma para que su cerebro descansara y solo se despertara.

Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora