CAPÍTULO 23

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Una nueva vida para todos.

Han pasado unos cuantos meses desde que Zaira llegó a nuestras vidas. En enero estábamos cumpliendo nuestro aniversario juntos. Para serles sincera, nuestra vida se revolucionó más que antes. Nos tomó unos días acostumbrarnos y a los nenes a que su hermanita era tan llorona y glotona como ellos. Para nuestra suerte, los bebés relativamente parecieron acomodarse a sus tiempos y entre los dos avisaban cuando su hermana pegaba el grito y la cuidaban cuando estaban sueltos por la casa. Al principio tuve un poco de temor que le tuvieran celos. Sin embargo, ellos dos se adaptaron mejor a su hermana que su padre y yo a los tiempos de los tres. Nos pareció que el puerperio de este bebé nos pasó volando por estar adaptándonos a todo. Horarios, ruidos, descanso de unos y otros. De hecho, ya cuando por fin pudimos incluso romper la dichosa cuarentena nos dimos una cita fuera de casa para tener una noche a solas. Dejamos a los nenes con Karime y Leo una noche de niñeros oficiales a cargo en casa, con Alejandro y su novia que ahora estaba viviendo con él en su casa también en alerta por las dudas que algo ocurriera.

Esa noche teníamos todo organizado para estar en paz. Salimos a pasear después de llegar de la oficina y dejar todo listo. Nos armamos un bolso cada uno y ya bañados nos fuimos con los niñeros oficiales en casa. Cenamos en un restaurante y nos fuimos a pasar la noche en el hotel de lujo del Soho que adorábamos. Al respecto, debo hacer una salvedad sobre la calidad y usos del lugar al que me refiero. A pesar de estar en la ex zona roja de la ciudad, no solo era un hotel para ir con la pareja a matarse, sino que un lugar muy bien instalado con detalles a la vista de buena categoría si querías ir como huésped ocasional. Nosotros lo usábamos para nuestras escapadas porque no lo vimos tan poco delicado como los albergues transitorios de la zona. Desde ya no era lleno de plantas y la cochera ciega como los otros que generan más curiosidad al transeúnte que pasa por la puerta a ver si se encuentra a los vecinos dentro, claro. Era más bien como los que vi en el mismo Soho yanqui al ir a un congreso hace años. Detalles de categoría, copa de bienvenida, servicio impecable y una cafetería al fondo con un hermoso jardín rodeándola. Espectacular en verdad. Tomamos cerveza negra para variar de nuestra rutina y como detesto el champagne mi marido no me tortura con ese detalle de mis gustos. Kerem me hizo traer eso de un negocio de la zona porque al reservar dijo a los empleados que eso quería tomar yo seguramente y no exclusivamente el champagne frío que la suite tenía como siempre al entrar. Yo necesitaba no sentirme como una madre amamantando y sí como la Elizabeth que era fuera de mi rol de madre. Después de beber y sentarnos a besarnos con los chocolates que Alma me había hecho preparar a pedido de Kerem con mi nombre en una caja y de mis gustos preferidos, nos dedicamos a matarnos realmente. Estábamos usando ya las pastillas para amamantar desde que casi habíamos roto cuarentena unos días después de la fecha en realidad. Si he de ser sincera, no era que estaba inapetente sexual como mencionó Juliana que le ocurría a ella con Roque. Ella no se dejaba tocar directamente después de parir. En nuestra pareja la pasión no se fue. Solo que, entre medio de los horarios de los nenes en la madrugada casi la rompemos unos cuantos días antes y le pedí a mi médico por favor que me diera algo para cuidarme antes de volver a quedarme de encargue. Esa noche fue muy intensa. Le pedí sexo duro a mi marido y me dio para que tenga, guarde y reparta por cuatro horas seguidas. Luego el mañanero con el sol saliendo y pegándole a la ventana. No sé si era la intensidad guardada, la emoción de por fin poder hacer el amor como debe ser, sin interrupciones ni olor a vomito de nadie.

Reconozco que realmente nos matamos en esos momentos de floreciente intimidad. Necesitábamos sentirnos conectados como pareja y no solo siendo los padres de la tribu Déniz. Éramos Eliza y Kerem de nuevo. Casi a las seis de la mañana nos quedamos de verdad dormidos. Habíamos tenido de todo tipo de sexo esa noche y creo que también se nos hizo corta. Nos quedaríamos a pasar el día según me informó Kerem. Había pagado por dos noches porque estaríamos encerrados hasta la tarde y no bajaríamos más que a almorzar o caminar un rato a solas. Era nuestro tiempo juntos y los demás estaban en claros que volveríamos a la noche a casa para atender a los nenes.

Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora