La creatividad es un don que todos tienen.
Llegó noviembre y el cumple de los nenes mayores. Los gemelos eligieron sus disfraces y los nuestros. Todos éramos superhéroes de los cómics que Kerem le compró a un chico de la oficina antes que su novia se los tire a la merda. Eran las colecciones casi enteras de los superhéroes de todos los tiempos y nos sirvió para mostrarles a los nenes algo que no sea un muñeco que habla y puedan leer cuando fueran mayores en sus intereses propios. Sefer era Flash, Murat era Aquaman, Zaira la mujer maravilla, su padre Superman con matizador oscuro en el cabello, Kadir era Hulk con una remera verde y descalzo con unas medias verdes. Solo la carita le pintamos de verde y un poco los brazos y piernas. Lo demás era igual el fortachón. Yo. Bueno. Con siete meses se me complicó vestirme como superhéroe así que me puse ropa de gimnasia negra ajustada y un antifaz para ser la batichica. Era lo único que pude idear para mi tamaño. Dentro de todo no me veía mal. La comida y la torta fue lo mismo que los anteriores. Solo que esta vez la crema era más liviana de la torta. Evité comer cuando hacía los dulces y no terminé empachada. Les hice chips de jamón y queso para ellos además de los snacks y salchichas cortaditas en sus platitos. Todos comieron en la mesada. Nadie hizo berrinches por la comida. Ni siquiera Zaira. Con saber que nadie le sacaría el poder, más que nada otra nena, estaba hecha una seda desde que vio a su hermano en vivo. Ahora estaba más pegada a mí que antes. Incluso besaba mi panza y dormía en paz cuando llovía. Nadie le quitaría su lugar de princesa en este palacio musulmán.
Ya para los calores de diciembre les pusimos en el patio una piletita de lona que su padre compró en el supermercado francés de la ruta frente a la vía. Era relativamente chica, como para que entre su padre acostado a lo largo. Justa para ellos y nosotros dos en ella. Cuando cumplieran cinco años los mayores haríamos pileta para todos en el espacio que estaba reservado para eso en el jardín. Les encantó usarla y tuvimos que hacer un surtido de trajes de baño para todos en verdad. El mío, ya no me entraba de la parte de arriba así que compre bikini nuevo. Con el vientre libre me sentía mejor para disfrutar del agua con los nenes. Siendo que no nos veía nadie en nuestro patio me di el gusto de hacer un poco de baños de sol. No me había dado cuenta que mi piel morena no estaba tan morena hasta que volvimos a salir al jardín con permiso de los médicos. Los nenes no estaban pálidos, pero yo sí lo estaba. Kerem con su tostado permanente se blanqueó un poco también. Así que para la época de las fiestas ya teníamos color renovado todos. Habían aprendido a hacer actividades al aire libre en los momentos que nuestro trabajo del día se resolvía. Ya empezaron a cuidar con su padre los árboles frutales y de a poco se volvieron más cuidadosos con ciertos espacios del jardín. Su padre se enojaba si pisaban a las hormigas entonces hasta Zaira estaba más responsable. De hecho, la vimos ponerles a las hormigas un pedacito de dulce de batata que me pidió de mi postre.
Kadir estaba aprendiendo a caminar por todos lados guiado por ella o Sefer. Murat era más de cuidar la seguridad y la higiene como les enseñó su padre para que no les piquen los bichos ni se lastimen corriendo por todos lados. Hicimos un par de veces la comida en el quincho y ellos estaban ya acomodados a no moverse de los bancos ni acercarse al fuego. De lo contrario traían sus sillitas altas y más que nada sentaban a Kadir para ayudarlo a comer. Murat era quien vigilaba ya que su hermano menor comiera todo lo que se le daba. Zaira aprendió a hacer heladitos de frutas conmigo. Cortaba las bananas, manzanas y naranjas con su cuchillo de juguete para armar todo conmigo. Tomaba el mate que le regaló el tío Dani por su cumpleaños. Él quería hacerla matera. De vez en cuando la veíamos hablar sola en su fiesta de té con su juego de mesa de cerámica falsa, masitas reales que hacía conmigo en la cocina, muy sentada en su silla mini, vestida con un atuendo de fiesta y las joyas de su abuela. Se lo regaló el padre a ese juego de té y jugaba a ser una doctora con otro que era uno de instrumentos de una veterinaria por su cumpleaños que le regaló Roque. Con eso andaba controlándonos a todos como veía que los doctores Korn nos hacían y a ellos cuando íbamos a la consulta. Korn Junior le había enseñado a usarlos cuando le mostró su equipo el día que fuimos a mi control todos juntos. Decía que mi chiquita estaba en los detalles como un buen médico. Me dio que pensar si no solo sería artista sino una médica o veterinaria.
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Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.
Chick-LitElizabeth Llane, una empresaria porteña, literalmente se choca en el subterráneo de Buenos Aires a un hombre que hará cambiar su vida. Un joven turco, con sus ojos celestes despertarán la pasión que le faltaba en su rutina diaria. Esta historia est...