Volvamos a la vida como podamos.
Para las vacaciones de invierno, la presencialidad de las oficinas fue casi completa. Kerem y yo íbamos rotando los días como cuando volví a quedar embarazada de Zaira. Las disposiciones eran que debía haber condiciones de higiene y distancia igual. Los cubículos tan armados que no había antes, ahora estaban siendo de un material parecido al vidrio, pero más fácil de limpiar por los mismos chicos. Cada uno limpiaba su lugar de trabajo. Esa fue nuestra regla primordial. Cada equipo era responsable por su espacio. Llegó un momento que entre eso y el gatillo con desinfectante que cada grupo o equipo tenía en su cubículo de separación transparente. Había olor a desinfectante en el salón de trabajo y para variar no el del desodorante de ambientes a lavandas que siempre usamos. El barbijo, el alcohol en gel y las toallitas antibacteriales también eran obligatorios. Tanto por bajada de línea de disposición oficial como nuestra. No podíamos hacer amontonamiento de personas en la sala de reuniones. Con lo cual, si éramos más de seis u ocho personas a reunirnos dejábamos el ventanal vidriado abierto a la mitad. Aun en invierno. Para que circule el aire. Una correntada tremenda corría, pero era necesario. Si viajabas en tren o subte era lo mismo me dijeron los chicos. Que el aire circule cuando hay mucha gente. La guardería volvió a funcionar a tiempo completo, la cafetería también. Cuando antes solo era para llevar o sentar en espacios bien separados entre comensales. Al no haber mesas individuales, y teníamos mesas largas por casi todo el salón, la gente de las empresas se mezclaba. Con la pandemia se cortó eso.
Reconozco que hubo cosas positivas igual. Sobre todo lo vimos en nuestro staff. eran todos chicos entre 33 y 35 años máximo en el caso de Eliana. Por ejemplo, el empleado nuestro que era novio de una madre soltera del edificio ya se había casado en una ceremonia íntima que festejamos por zoom. Vivían juntos desde antes de la pandemia y a ese momento estaban esperando para el siguiente inicio de año su primer bebé juntos. Él sí adoptó al hijo de ella porque el padre de la criatura dejó el país cuando supo del embarazo. Ella era una empleada contable de otro piso del mismo edificio de nuestra oficina. Laura, nuestra diseñadora gráfica estrella, ya estaba casada con Fiorella, su pareja de nuestro equipo también. Ellas dos ya tenían a Mora. Una beba colorada y de ojos verdes preciosa. Morena Druchas, mi ex barista y parte del equipo de marketing, estaba en convivencia legal con un chico del piso de la agencia de modelos. No era modelo sino productor de fotografía de la agencia. Entre ambos pagaban el alquiler de ese tremendo departamento en que vivía Morena en Palermo con una vista preciosa al jardín botánico y él usaba la otra habitación como estudio o a veces como depósito de sus equipos. Perlita y Guille. Ese par de tortolitos se casó después de que yo tuve a Doruk. Entre ellos hubo cambios significativos a través de los años que llevaban juntos. El hombre se bajó sus kilos cuando después de hacerle el control del omicrón que la madre le contagió y habló con el médico sobre cómo se sentía. El profesional se tomó sus consultas en serio y lo mandó analizar por más cosas que las esperadas en realidad. Le descubrieron celiaquía y por qué vivía alérgico cuando comía cosas con harina más que nada. Lo que era siempre en realidad y desde que lo tuve sentado a mi frente en su entrevista con Karime lo vimos con un problema de piel que asociamos con el médico que hizo las pruebas del ingreso a la empresa con un tema de psoriasis viendo que su madre tenía la misma cuestión. Era medio glotón el contable principal de la oficina también. Supimos por Perlita que su madre le vivía dando harinas para que no tuviera novia por estar gordito. Un delirio de una madre posesiva. Alá no me castigue de ser así con mis hijos. Ahora, Guille tenía además de una alianza apretándole un dedo de los suyos, veinte kilos de diferencia con el enorme mastodonte que conocimos siempre. Usaba lentes de contacto y se peinaba a la moderna. Sin barba que lo hacía verse diez años más joven y tenía ropa acorde a su edad y a este siglo. No usaba la ropa de su difunto padre como su madre le hacía usare cuando vivía con ella. Sí, todo un trauma esa madre. Ni hablar de los cambios que notamos a groso modo en él. Perlita por su parte, estaba planeando quedar de verdad embarazada en el siguiente año. Yo creo que su peor es nada no le dejaría tanto para planear a largo plazo siendo que él viéndose más como un adonis la tenía más pegada a su cuerpo cuando se los veía relajados en ciertos momentos. Ya saben, cuando hay esa química cachonda entre una pareja se ve a leguas. Los chicos decían eso de nosotros. Por lo mismo, yo lo tenía claro. Se venía en poco su novedad y los demás también lo tenían claro viendo las miradas que le echaba a su mujer desde su cubículo. Eliana ya era mamá de nuevo. Tenían a su varoncito con el gurí. Tatiana estaba feliz de no ser solita. Este bebé era igual a su padre con cabello oscuro y todo, pero en gringo digamos. Kerem lo molestaba diciéndole que Marco era la copia en positivo suya. Blanco, ojos azules como ella, largo y fortachón. Precioso bebé. Eliana empezaba a venir después de las vacaciones, que coincidentemente, eran sus vacaciones laborales y traería a la nena a la guardería. Tatiana ya sería ingresada en la salita celeste del jardín del barrio el año siguiente. Más precisamente a una cuadra y media de la oficina. Entró ahí porque la tía de la directora era amiga de tía Bea. Con lo cual, si pasaba algo tenían los chismes actualizados. En la primaria Eliana ya tenía visualizado el colegio que estaba a unas cuadras de la oficina. Sería un parroquial como al que fuimos nosotros con el gurí. Donde tomamos la comunión juntos. Lila y Cray, ya repuestos de las perdidas personales familiares, habían encargado nuevo bebé. Patito tenía ya sus tres años cumplidos hace un tiempo y era un nene intrépido, líder de su grupo si no estaba con Tatiana que lideraba más. Al quedar solito, por un tiempo fue el Rey Pato en la guardería con los nenes de su edad. Él iría al jardín a los cuatro años por decisión de su madre. Todavía prefería tenerlo cerca por las dudas y después pasarlo al mismo jardín de Tatiana. Richard y la gringa, ya tenían a su otra nena. Esta era una rubia preciosa. Igual al padre en rubio con los ojos verdes del abuelo materno según me dijeron. Era Richard en una nena gringa. Al final los dos primos Arnedo tenían hijos gringos con sus gringas. Marianita, la otra nena mayor de ellos, decía que esta beba era suya. Vivía cuidando a su hermanita. Los dos varoncitos mayores se habían puesto celosos al principio y después se acomodaron a ser cuatro hermanitos. Entre ellos dos se llevaban quince meses y parecían mellizos siempre. Habían perdido levemente el poderío de la manada siendo dos contra dos. Al poder domar con calidad al primito nuevo se quedaron en paz. Él había venido a desempatar la cosa. Lo único que le molestaba a los Arnedo en general es el detalle de que los otros Arnedo abuelos que vivían en Europa no vinieron a conocer a sus nietos jamás. Ni siquiera cuando nació Tatiana. Menos cuando nació Marco. Con lo cual, el gurí Arnedo se cerró en que su familia eran solo su mujer, hijos, sus tíos que ya estaban grandes y los primos con sus hijos. Habían sentido como nosotros la falta de Dalila Yildiz de Ginés cuando se fue. Para ellos también era como una madre. Lo mismo le pasó a Cray después del apadrinamiento de los Ginés a su pareja y su familia. La querida abuela Dali era la abuela de todos nuestros hijos. Por su parte, Reinaldo Ginés se quedó mal después de perderla y estuvo convaleciente del corazón. Actualmente, Lautaro nos dijo que no espera muchos años de vida de su padre. Jorge, ya estaba a cargo desde el inicio de la pandemia de una de las empresas del padre y Ricardo era el contador de las cuestiones de ambas. Lautaro, manejaba las relaciones publicas de todos los negocios del padre desde que salió de la universidad y estuvo en una empresa de publicidad trabajando hasta que estuvo listo para hacer lo suyo para las empresas de su familia. Cuando se fuera el padre, el country entero, los negocios y las empresas quedaba divididos entre ellos cuatro así. Gerardo, uno de sus hijos, vivía en Brasil con su esposa e hijos y no vendría a vivir al país para ocuparse del negocio familiar porque su padre lo ayudó a montar algo parecido en la tierra de su esposa. Nosotros seguíamos en contacto igual. Me recordaba al hijo de mi vecino el anciano. Ocupado en su vida mientras el viejito quedó solo hasta que se fue. Triste que quien tiene a sus padres no se ocupe porque los demás lo hacen. Muy triste. Igual no decía nada porque no era mi tema. Solo que me dolía ver que Reinaldo extrañaba a uno de sus hijos mayores y si no era por el Covid, o por algo más, siempre estaba en la suya. Si a mí me hubieran dado más tiempo con mi padre, o al mismo Kerem con el suyo, lo hubiéramos aprovechado para dejarlos ir en paz. De hecho, llevé a volar a mi Cuervo Viejo, pero no implica que aun haya dejado de extrañarlo. Cada vez que mi hija escucha un chamamé, un valseado o un yoti en la radio, y se mueve sola levantando los piecitos con delicadeza es que mi padre baila con ella. Yo lo sé. Mi Cuervo Viejo siempre está porque siento el olor de su colonia en el aire. Aunque papá haya fallecido en una clínica y olía a anestesia. Hay cosas que no se olvidan. ¿No les parece?
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Mi nuevo socio. Una deliciosa tentación turca.
ChickLitElizabeth Llane, una empresaria porteña, literalmente se choca en el subterráneo de Buenos Aires a un hombre que hará cambiar su vida. Un joven turco, con sus ojos celestes despertarán la pasión que le faltaba en su rutina diaria. Esta historia est...