Capitulo 20

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Se que debo permanecer aquí, pero la curiosidad me carcome. ¿Que estará pasando ahí abajo?.

Abro sigilosamente la pequeña puerta en el piso de el ático, pero no veo nada solo maniquíes y retazos de telas.

- ¿No quitarás tu velo está vez Donna?.

- Hoy estoy más horrible que nunca, créame madre...- hace una pausa - hablando de su animal de laboratorio, no tenía idea de que estuviera trabajando con un nuevo recipiente.

- Donna sabes que yo siempre estoy trabajando en el laboratorio, es como mi respirar. No puedo detenerme hasta tener a mi hija Eva de vuelta.

- Entiendo madre pero, ¿por qué el recipiente estaría en mi casa?. Además yo ni siquiera conozco sus características físicas.

- Claro que las conoces querida Donna, es aquella pequeña que por casualidad tenías contigo ese día. ¿La recuerdas?.

- Si madre la recuerdo, que sorpresa que siga viva. Con lo débil que se veía jamás imaginé que podría sobrevivir al frío de la montaña.

-¿¡Que acabas de decir Donna!? - pregunto en mis adentros.

- Afortunadamente la encontré antes de que eso sucediera. Lo que no entiendo es como pudiste dejar ir a un recipiente tan valioso, esperaría eso de Heisenberg. ¿Pero de ti Donna?.

- Lo siento madre, fue más escurridiza de lo que pensaba...

Cierro la puerta casi dejándola caer, pues escuchar a Donna me ha dejado indignada. Ella acaba de hablar de mi como si fuera un objeto igual que hicieron su hermana y esa mujer a quien llama madre.

Y yo que creí que era diferente. Aún así no puedo enfadarme con Donna, creo que debería hablar con ella antes de juzgarla.

Me alejo de la puerta, y regreso a la cama donde comienzo a meditar hasta quedarme profundamente dormida.

Al despertar Donna ya está aquí conmigo, me está viendo muy de cercas.

- Adoro cómo te miras mientras duermes, tus pestañas parecen aún más como de una muñeca.

- Donna...¿ya se ha ido la bruja?.

- ¿Bruja?.

- Así es, bruja.

- Estás celosa - me acusa canturreando cómo una niña pequeña.

- Si, deberías dejarla de una vez y venir conmigo.

- ¿A dónde?.

- Dónde sea que no sea aquí - me acerco más a ella lentamente - No entiendo por qué no te decides de una vez, ¿acaso no soy lo suficientemente linda como una muñeca para que te quieras quedar conmigo toda la vida?.

- Lo eres...- acaricia mi puntiaguda oreja de hada mientras es seducida con el azúl de mis ojos - Eres realmente hermosa Ileana.

- ¿Ves?, ni siquiera Miranda es tan bella como yo.

- De que hablas Ilea, madre también es bella.

- Pero es malvada...

- La maldad no quita el atractivo.

- Claro que sí.

- ¿Entonces yo no soy bella? - dice fingiendo tristeza.

- ¿Te consideras malvada?...

-  En ocasiones, todos tenemos un grado de maldad.

La miró con tristeza verdadera, pues sus palabras solo me an confirmado que ella probablemente es igual que Miranda.

¿Me he enamorado de un monstruo?. Que decepción, ella aparentaba ser tan inocente.

- ¿Estás bien Ilea? - toma mi mano y el tacto se siente tan frío está vez.

- No lo estoy, tengo que irme ya - me apartó de Donna pero ella vuelve a sujetarme está vez abrazando mi cintura.

- No lo hagas.

- Es que no tengo otra opción...

- Puedes decirme que ocurre.

- De pronto te desconozco...

Donna se mete por completo en la cama junto conmigo y me obliga a verla de nuevo a la cara. Es tan difícil odiarla teniéndola de nuevo así de frente.

Ella sin decir nada junta nuestros labios, besándome con intensidad y posesión.

- Quedate - dice entre el beso - Está es tú familia ahora - vuelve a besarme.

- No puedo, van a asesinarme - digo correspondiendo cada uno de sus besos.

- Ya no hay manera Ilea, has adquirido el don de la inmortalidad - sus besos bajan a mi cuello.

- Aún así pueden hacerme daño - tomo su rostro entre mis manos haciendo que detenga sus besos.

- No me dejes sola, sabes que no soy fuerte como mis hermanos, eso me hace sentir tan pequeña entre ellos, al menos hazme sentir segura, y no dudaré ni un segundo más en escapar contigo.

- ¿Lo prometes?.

- Si - aparta mis manos y las dirije a sus pechos - Con todo mi corazón.

- Entonces eso haré - aprieto sus pechos y ahora soy yo la que se dirige a besar su cuello.

Mi mano se esconde bajo su vestido en busca de su ropa interior.

OrquídeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora