Capitulo 26

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Volver a casa con Donna es tan satisfactorio, dentro se respira el aire con la escensia de las flores en el jardín y los postres favoritos de Donna que ella prepara con las frutas que recolecta de su huerto.

Me acerco a ella, abrazandola desde atrás.

- ¿Estás lista para irnos de aquí? - susurro en su oído.

Donna parece se tensa entre mis abrazos y se da la vuelta para quedar cara a cara.

- Quiero ir a dónde tú vayas.

Sonrió y no puedo evitar robarle un beso, que mientras más duraba fue subiendo de tono hasta que en un instante Donna muerde fuertemente mi labio inferior obligándome a apartarme.

- Lo siento - ríe un poco.

- Disculpas no aceptadas, cobraré mi venganza.

Pero ella mira curiosa la herida.

- Tú sangre es azul...

- ¿De verdad?.

Donna vuelve a besarme lamiendo la herida, lo que me toma por sorpresa, cuando se separa me muestra su lengua con la sustancia azul que se evapora al mismo tiempo que se regenera mi herida.

- Que curiosa pigmentación has adquirido de la megamiceta, normalmente tendría que ser en color negro...

- Solo a ti te queda mejor el negro, quizá fue eso - acaricio su mejilla.

- Me pregunto que otros fluidos serán azules - dice tocando mi intimidad por encima de mi vestido.

- ¿Vas a seguir jugando? - digo entre risas intentando apartar su mano.

- Eres muy muñeca favorita, claro que sí.

Estábamos por besarnos de nuevo hasta qué ambas escuchamos como un picoteo en la ventana, al voltear en la dirección, nos encontramos con la imagen de un cuervo mirándonos fijamente, mientras vuelve a picotear el cristal.

- ¡Es Miranda!, tenemos que irnos de aquí en este instante.

- Pero Ilia...ella ya está aquí.

De pronto vemos dos raíces emergiendo de él suelo que crecen rápidamente para enredarse al rededor de Donna.

- No, que estás haciendo maldita. ¡Sueltala!.

Golpeo las raíces con fuertes refagas de viento, intentando no lastimar a Donna.

- Reclamo lo que me pertenece - escucho a Miranda hablar pero ella aún no aparece por ningún lado, tan solo sus cuervos y sus raíces.

- Sal de tu escondite.

No debí darle esa petición, pues de inmediato apareció por detrás de mí y con sus garras arañó parte de mi abdomen.

- Si la quieres de vuelta tendrás que venir por ella - después de eso simplemente desaparece dejando el lugar intacto.

Completamente silencioso, como si hace unos momentos no me acabarán de arrebatar al amor de mi vida.

- Hija de...- sin decir más emprendo mi vuelo al laboratorio de Miranda.

¿Cómo pude descuidarme de esa manera sabiendo que en cualquier momento esto podría suceder?, ahora Donna es quien está en peligro.

No podría soportar si algo le sucediera.

Pienso con angustia mientras vuelvo a toda velocidad hasta llegar al lugar.

Pero parece tan solitario. Aún así me adentro en la cueva con la esperanza de encontrar ahí a Donna.

Tomo mi apariencia invisible y con vuelo silencioso husmeo en el lugar,  perdiendome cada vez más dentro.

Hasta que finalmente comienzo a escuchar lo que parecen risas y acontinuación me encuentro esa escena de como Miranda tiene cautiva a Donna.

Su boca está tapada por lo que no emite sonido, tan solo mira con horror a quién tantas veces llamó madre.

Miranda parece ya haber inyectado diferentes sustancias en ella por los diferentes frascos al rededor.

- ¿Que pasa?, me miras como si no me conocieras. Tómalo como un castigo por desobedecer a tú madre - besa su frente.

- No la toques - digo arrojandole uno de sus utensilios de vidrio.

Entonces la veo reaccionar con rapidez tomándolo en sus manos.

- Ten cuidado eso es delicado - dice burlona.

- ¡Que le has hecho! - continúo aleteando en despacio en dirección de Donna intentando no tocar el suelo.

- Te lo diré cuando te dejes ver.

Azoto sus alas al general viento con las mías, arrancándole algunas plumas.

- Eso es trampa - desaparece desvaneciendose en el suelo.

Entonces voy con rapidez hacía Donna pero antes de poder liberarla nuevas raíces saben de el suelo para volver a rodearla está vez formando un tipo de cápsula a su alrededor.

- ¡Que es lo que quieres para dejarnos en paz! - expresó frustrada.

- Tú poder - ella vuelve a hablar pero de nuevo no la veo por ningún lado - ¿Te entregarás o dejarás que Donna lo haga por tí?.

- Haré lo que quieras solo déjala ir - suplico.

- Déjate ver.

Entonces me vuelvo visible - Aquí estoy, ya suéltala.

- Que impaciente.

Miro para todas partes. Cobarde ahora es ella quien no se deja ver.

- ¡Aquí me tienes que más quieres!.

- Te lo agradezco, ella ya no me sirve.

Sus últimas palabras me inquietan y fue peor cuando veo el las raíces dónde Donna se mantiene prisionera implosionar.

Mi grito de horror fue tan desgarrador que estoy segura que me quedaría sin voz.

La sangre está cubriendo el suelo lentamente.

OrquídeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora