Capítulo 30

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A Jungkook lo asaltó el olor a canela en  cuanto abrió la puerta. Sonrió.  Jimin había vuelto a cocinar. Automáticamente sorteo la zona de la puerta donde él solía dejar los zapatos y fue a la cocina. Estaba limpia y vacía y sintió desilusión por no verlo de inmediato.

- ¡Jimin!- llamó subiendo la escalera.

Había decidido que tenía que convencerlo para que se ampliara el plazo de treinta días.  Le gustaba que formará parte de su casa, de su vida.  No quería que se marchara.

Aunque ninguno de los dos deseaba comprometerse en serio, no había razón para que no siguieran viviendo juntos. No le importaba cortar con los compromisos sociales si con eso lograba convencerlo.  Sí había razones más profundas motivando su deseo no las considero,  limitándose a las puramente lógicas.

El silencio de la casa lo puso nervioso. El dormitorio estaba ordenado. Sus pertenencias no estaban a la vista y le extraño. Frunció el ceño. Normalmente la superficie del tocador estaba llena de sus cosas.  Siempre había una pila de ropa doblada sobre una silla y zapatos por toda la habitación. Jimin tenía un problema con los zapatos, pensó, siempre estaba deseando quitárselos y normalmente los dejaba tirados en cualquier sitio.

Su intranquilidad se acrecentó. Entró en la habitación y abrió el armario, su ropa no estaba allí. Abrió los cajones de la cómoda y los encontró vacíos y el corazón le dio un vuelco. 

La comprensión le dolió como un puñetazo en el estómago.

Jimin se había ido.

Una sucesión de imágenes del día y la noche anterior invadieron su mente. Nunca se había sentido tan unido a alguien, nunca había percibido tanta honestidad en una persona. ¿Porqué se había ido?

Anonadado volvió a la cocina. Recorrió la habitación a zancadas. ¿Qué había provocado su marcha?

Jungkook vio una hoja de papel sobre la mesa. Sobre ella el anillo que le había regalado parecía burlarse de él.  Levantó la nota y la leyó.

Querido Jungkook:

Lo siento mucho,  pero no puedo seguir simulando.
Un abrazo.
Jimin.

***

Tres meses después, Jungkook pulsó el timbre del pequeño rancho de la familia de Jimin.  Si Jimin no le hubiera descalabrado la vida, si hubiera conseguido dormir más de cinco minutos seguidos desde su marcha, se habría reído al recordar todas las veces que había pulsado ese timbre cuando era niño para echar a correr antes de que abrieran la puerta.

Pero no sé rió. Ni salió corriendo.

La puerta se abrió y se encendió la luz del porche.  Jimin asomó la cabeza y sus ojos se abrieron con sorpresa.

- Jungkook,  ¿qué haces aquí?

-  El plazo de nuestro trato no se ha cumplido- dijo con voz tranquila.

Aunque en realidad tenía ganas de secuestrarlo o de retorcerle su lindo pescuezo.  Las consecuencias legales de cualquiera de esas opciones se le pasaron por su mente. Sacó el anillo del bolsillo.

Jimin miró el anillo con dolor. Echó una ojeada hacia la casa por encima del hombro, salió al porche y cerró la puerta tras él. La noche era fresca y se abrazó el cuerpo con los brazos.

- Lo siento- dijo-  ya no podía seguir simulando. Me sentía como si fuera un fraude para todos.

- No para mí- objetó Jungkook, dolido por su tono desolado.

- Para tí y para mí- interpuso Jimin- era demasiado. Primero se supone que tengo que actuar como si te amará ante la gente. Después nos convertimos en amantes, pero se supone que no puedo enamorarme de tí - movió la cabeza y se mordió el labio-  no podía soportarlo más.

Mi caballero de brillante armadura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora