Capítulo 3

138 21 25
                                    

La aparición inesperada de Valentino Brenna me tomó por sorpresa, puesto que antes no lo había visto en entre la gente, y alguien como él era difícil de pasar inadvertido debido a su altura.

Sonreí algo avergonzada y respondí a su pregunta encogiéndome de hombros guardando mi celular a toda velocidad para que no me viera como una mina aburrida que en un evento como ese se ponía a mirar una serie ambientada en los 80 sobre monstruos que vienen de otra dimensión y unos niños que juegan Dungeons & Dragons (aunque esa fuera la triste realidad).

—No, no, te... podés sentar —balbuceé luego un poco embobada.

—Gracias... De todas formas, creo que le queda poca vida a este evento —comentó encogiéndose de hombros mientras tecleaba algo en su celular.

—¿Qué? —pregunté confundida.

A mi cerebro parecía costarle procesar el hecho de que él me estuviera hablando a mí.

—Sí, no le doy más de veinticinco minutos —dijo señalando el cielo.

Yo miré hacia arriba y no vi más que negrura, pero asumí que se refería al clima.

—La humedad es... del sesenta por ciento, la presión está baja, pero no hay viento todavía, y la imagen satelital indica que la nube está casi encima nuestro —dijo mirando algo en su celular.

—Ah, sí, claro.

Él se rio porque se dio cuenta que no tenía idea de lo que decía, así que me acercó su celular para mostrarme algo.

—La imagen satelital, ¿ves esta mancha roja grande? Bueno, eso muestra la altura de los topes nubosos —explicó mientras seguía comentando algo sobre la escala de colores de la imagen y no sé qué más de las nubes.

Yo me arrimé para mirar la imagen más de cerca pero el olor de su perfume me distrajo de todo lo que me estaba diciendo, y cuando terminó su explicación me di cuenta que no había entendido ni media palabra.

—No sabía que eras meteorólogo —solté para disimular mi confusión.

—No, en realidad, soy licenciado en gestión ambiental, aunque sí, me hubiera gustado estudiar meteorología —dijo encogiéndose de hombros.

—Ah mirá vos, y yo que pensaba que eras tenista —señalé.

Él se rio.

—También. Y por la noche recorro la ciudad en mi Batimóvil en busca de villanos —dijo con una sonrisa tonta y yo no sé por qué sentí que me sonrojaba, al igual que él— ¿Y vos?

—¿Yo qué?

—No sé —dijo encogiéndose de hombros.

Yo me reí porque me pareció graciosa su forma de preguntarme quién mierda era yo.

—Soy Melanie Kühn, Mel —me corregí y le pasé mi mano para que la estrechara. Al tocar su piel, sentí un leve cosquilleo en el estómago, y aunque no era el primer famoso que conocía, me extrañó darme cuenta que me había puesto nerviosa. Calmé mi mente inspirando profundo antes de terminar mi frase—. Soy maestro mayor de obra, paisajista y diseñadora de interiores, y por la noche recorro la ciudad en Uber en busca de potenciales clientes —bromeé.

—Guau ¡cuántos títulos! —apuntó.

—Gracias, y también tengo un negocio de decoración en Belgrano, se llama Casa Kühn —me apuré a agregar, porque no quería pasar la oportunidad de hacerme propaganda—. Aunque... bueno, la verdad es que no está pasando por su mejor momento —aclaré intentando hacerme la humilde, porque me di cuenta que antes había sonado un poco presuntuosa. Entonces aproveché también para pasarle mi tarjeta personal.

Como aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora