Capítulo 29

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Cuando ya estuvimos de regreso en la casa de los papás de Valentino, me fui directo a la ducha porque al día siguiente íbamos a salir temprano a nuestra excursión y no pensaba madrugar más de lo estrictamente necesario. Cuando ya estaba por bajar al living, vi a Camila llorando sentada en la cama de la habitación de al lado, y aunque me sonrió, tenía los ojos tristes, y sólo se me ocurrió una cosa que podría haber pasado.

—¿Les dijiste? —pregunté, y ella asintió, apenada—. Contame todo.

Ella se encogió de hombros mientras se levantaba de la cama y se ponía a caminar sin parar por la que había sido la habitación de Eleonora, y que ahora era la habitación de huéspedes. Se notaba que le costaba hablar. Me miró, suspiró, después me sonrió y comenzó a contarme todo con lujo de detalles.

—Pero eso no fue todo, porque cuando terminé de hablar con mis papás, me llamó mi hermano para felicitarme —agregó con optimismo, luego que terminó cómo fue la conversación—. Él estaba en casa cuando hablé con ellos, y escuchó todo. Cuando mi mamá me cortó el teléfono, él intentó calmarlos, y después salió de casa y me llamó. Yo pensé que mis papás le dijeron que me llamara para convencerme de que volviera, pero no ¡al contrario! ¡me dijo que me súper apoyaba con lo que estaba haciendo!

—¿Qué? Tu hermano, Facundo "Soy El Hijo Perfecto" Cozzani, ¿apoyándote? —pregunté sorprendida y luego solté una carcajada.

—Yo tampoco lo podía creer... Pero me dijo que no les hiciera caso a mamá y papá, que siempre fueron muy castradores e injustos conmigo y que lo mejor que podía hacer era quedarme lejos para hacerles ver que yo ya era una persona adulta e independiente.

—Claro, y al él seguro le conviene, queda como hijo único, con más beneficios de los que siempre le dieron por ser el hijito varón.

—No, porque, esto es lo que no vas a poder creer... me dijo que él también se va a mudar... ¡a Nueva York!

En ese momento, mi mandíbula se cayó al piso y mis ojos se salieron de órbita. Luego solté una carcajada que no pude contener y Cami se rio conmigo por un ratito.

—Me dijo Facu que al fin consiguió una beca para una maestría en la NYU, y necesita estar Nueva York para comenzar el siguiente semestre los primeros días de enero, así que después de Navidad, se va a la mierda —explicó un tanto emocionada—. Claro que todavía no se los dijo a mis papás porque no quería decir nada hasta que no fuera seguro, y se lo acaban de confirmar. Y sí, sin duda ellos se van a morir cuando se los diga, pero bueno... la cosa es que me dijo que, si quiero, él me puede traer mis cosas de Buenos Aires, y de paso, me deja su auto a mí... así que me dijo que piensa ir a Capital mañana mismo, aprovechando que Fran está todavía allá, para que le ayude a juntar mis cosas y, si a mis viejos no les da un infarto antes, estaría viniendo a Sarambí este mismo lunes.

A Facundo lo había visto en varias ocasiones a lo largo de los años y, aunque no me parecía un mal tipo, nunca me había caído muy bien, pero no porque fuera el hijo favorito, o al más mimado de los dos, sino porque siempre se había mostrado indiferente ante los conflictos que Camila tenía con sus padres. Es decir, yo no tenía hermanos, así que no podía saberlo, pero siempre me había parecido muy certera la frase "los hermanos sean unidos", pero aparentemente, la cosa entre Facundo y Camila no era así, y eso siempre me había chocado un poco.

—Igual creo que, como siempre, seguro mis papás se van a poner orgullosos de él. Siempre a todo lo que él hace le encuentran la vuelta para que sea todo un logro digno de reconocimiento. En cambio, si soy yo, bueno, ya ves...

—Sí, la verdad que tus viejos nunca supieron ser muy imparciales. Pero bueno, bien por tu hermano que al fin se la juega por vos —comenté, intentando no sonar tan resentida—. Tus viejos se van a arrepentir de haberle regalado un auto.

Como aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora