Capítulo 24

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Después de discutir con mi estómago por unos cuantos minutos me levanté de la cama, me fui al baño y vomité. Me miré en el espejo y noté que mi reflejo era lamentable. Todavía llevaba puesta la ropa de la noche anterior, el maquillaje estaba algo corrido y mi pelo parecía un nido de caranchos.

Salí del baño y sintiéndome como la mierda, busqué en mi neceser algo que me ayudara y lo mucho que encontré fue un ibuprofeno, pero, para mi sorpresa, alguien había dejado un sobrecito de Alikal y un vaso de agua en la mesa de luz. Intenté hacer memoria y no pude recordar ni siquiera cómo había regresado al hotel, pero asumí que me había traído él.

Sonreí al pensar en Valentino, pero después con la misma rapidez se me fue la sonrisa de la cara al darme cuenta que era muy probable que la noche anterior él no se haya quedado con una imagen muy buena de mí.

Después que me tomé el contenido del vaso, miré mi celular y vi que tenía un mensaje de Valentino que me pedía que le escribiera cuando resucitara.

Chequeé la hora y noté que ya eran casi las once. Supuse que Valentino ya habría terminado su entrenamiento matutino, así que lo llamé. Hablamos un ratito y me dijo que nos pasaba a buscar en media hora para ir a almorzar, así que me entré a bañar de inmediato. A las once y media, Valentino estaba de nuevo en mi puerta con una sonrisa de oreja a oreja, y esta vez, en lugar de tirarme en la cama de un empujón, me agarró por la cintura y me besó con dulzura.

—¿Vamos?

Yo lo miré un poco decepcionada.

—¿Tan rápido? —repuse en tono juguetón y él sonrió divertido.

—¿En serio? ¿hasta con resaca?

—Yo no soy tan flojita —le dije acariciando su pecho, aunque la verdad era que sí era flojita, sólo que el ibuprofeno que me había tomado ya me había hecho efecto.

Valentino cerró la puerta de un empujón, me agarró por los glúteos y me levantó de piso como si fuera una pluma, yo lo rodeé con mis piernas, agarré su cara con mis manos y lo besé con ganas mientras él me tiraba en la cama. Toqué su cuerpo y besé su piel con autoridad. Hacía poco que estábamos juntos, pero cuando estábamos en la cama yo sentía que él ya era mío, que me pertenecía. Me movía encima de él con destreza y confianza. Él me miraba con cierta perversión mientras lo domaba y la sonrisa en su boca mientras lo hacía me sabía deliciosa. Su cuerpo parecía un parque de diversiones y a mí me apetecía subirme a todos los juegos una y otra vez.

Por desgracia, la vida reclamaba nuestra presencia y varios minutos después, toqué la puerta de Cami para preguntarle si iba a venir con nosotros. El torso desnudo con que me encontré al abrirse la puerta de la habitación de Cami me tomó por sorpresa. Tardé unos segundos en entender por qué Pablo estaba descalzo y semi desnudo en la habitación de mi amiga.

—¿Sabían que las paredes no son aprueba de sonido? —fue su saludo.

Yo me lo quedé mirando un poco en shock y él se sonrió.

—Primo, la próxima vez fíjate que no se golpee la cabeza con la cabecera de la cama, parece que quedó media lenta —dijo en broma al ver que yo me lo quedé mirando perpleja.

—¿Cami? —pregunté confundida.

—¡Ya voy! —gritó desde el baño.

—¿Vos que hacés acá?

No era mi intención amenazarlo, pero mi instinto protector salió de forma casi instintiva. Él, sin embargo, se rio.

—¿Cuánto tomaste anoche? ¿de verdad no te acordás que vine con Cami?

Como aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora