Capítulo 34

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Una vez que terminé de convencer a Valentino para que regresara al gimnasio a terminar su entrenamiento, bajé hasta la cocina y los encontré a Belén, Brenda, Antonella, Cami y Fran hablando animadamente sobre el festejo de esa noche, que iba a ser en la casa de Brenda.

—Ustedes sí que no pierden el tiempo, eh.

Los chicos me miraron con una sonrisa mezcla de alegría y lástima que ya estaba empezando a odiar, así que intenté hacerme ya la superada con todo ese asunto, y forcé una sonrisa.

—Feliz cumpleaños —le dije a Brenda mientras las abrazaba con fuerza.

—Igualmente —respondió con un abrazo—. Ya encargué las tortas para hoy y justo estaba con el tema de la decoración cuando recibí la Cami-señal.

La miré a Cami y no tuve que ni siquiera decirle "gracias". Ella me sonrió, porque sabía que, si yo hubiera estado en su situación, también hubiera llamado por refuerzos.

—A cambio exijo un festejo temático de Taylor Swift —bromeó Camila, como sabiendo que se merecía un premio.

—No... ya nos comimos muchos de ese tipo —se quejó Antonella.

Belén a su lado, asentía, con cara de culpa. Francisco, sin embargo, soltó una carcajada.

—Bueno, Cami no se cansa, todos los años le pide a Mel lo mismo —soltó mientras negaba con la cabeza—. La conoce hace ocho años, y hace ocho años que viene insistiendo con el tema de la fiesta temática de Taylor Swift.

—En algún momento me va a hacer caso... determinación y fanatismo ciego son dos cualidades que caracterizan a un swiftie, entre otras cosas claro —agregó Camila con orgullo.

—Supongo que podríamos hacer una Lover Fest... me van mucho los colores de esa era de Taylor —propuse, ahora sintiéndome un poco más optimista.

Después de todo, era lo mínimo que podía hacer por mi mejor amiga, que si bien era devota de Taylor Swift, también era leal a mí en el mejor de los sentidos.

Camila y Brenda se pusieron a dar saltitos y ambas me abrazaron, sin poder contener la alegría. Belén puso los ojos en blanco y Anto negaba con la cabeza, resignada.

—¿Será que en algún momento vamos a tener un trece de diciembre normal? —preguntó Belén.

Brenda negó enfáticamente.

—No digas pavadas, es prácticamente una fecha patria.

Después de tomarme unos mates con los chicos en la cocina, volví a subir a la habitación para cambiarme de ropa, porque seguía con el bikini y el kimono que me había puesto hacía un rato cuando había tenido la intención de tirarme a la pileta con Fran. De paso saqué la ropa de mi valija y la acomodé de nuevo en el vestidor, y cuando estaba por volver a bajar, escuché que alguien tocó la puerta.

—¿Se puede? —dijo Antonella mientras entraba en la habitación.

Pegó un vistazo alrededor y puso expresión de decepción.

—No puedo creer que mi hermano te tenga durmiendo en esta habitación vacía —dijo mientras negaba con la cabeza y se sentaba en el colchón.

Yo me sonreí con picardía.

—Yo no me sentaría ahí si fuera vos —le advertí—. Esas sábanas necesitan un recambio.

Antonella se puso de pie de golpe, sacudiéndose la ropa y poniendo cara de asco... miró el colchón, me miró a mí y negó con la cabeza. Yo sentí que me sonrojaba.

—Debo admitir que no pensé que fuera a funcionar lo de ustedes... es decir, no me malinterpretes, pero... no sos como pensé que eras.

De golpe la sonrisa de mi cara se borró.

Como aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora