Capítulo 5

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Valentino manejaba tranquilo por las calles de una Buenos Aires lluviosa y estresante con una extraña a su lado como si eso fuera lo más normal del mundo. Tamborileaba sus dedos contra el volante del auto y movía sus hombros, contento al ritmo de lo que creía era un acordeón. Sin percatarse de nada, cantaba bajito una canción en lo que yo suponía era portugués, porque en realidad no entendía ni jota. Se notaba en su rostro que estaba alegre... es decir, debería estarlo, de lo contrario no hubiera elegido una canción que te daban ganas de ponerte a bailar, cuando el clima, en realidad, ameritaba escuchar algo más parecido a Norah Jones.

El mundo exterior parecía de luto, pero Valentino era una fiesta, y algo en su felicidad me contagió, y no sé por qué, de pronto tuve una necesidad urgente de molestarlo, sólo por diversión.

—¿Qué se supone que es lo que estamos escuchando? ¿chamamé? —pregunté adoptando un tono de minita hueca, porque estaba claro que eso no era chamamé.

Él me miró y yo fruncí los labios haciéndome la cheta intentando reprimir una sonrisa, pero entonces él amplió su sonrisa con picardía.

—¿Qué? ¿No te gusta? ¡Es music, baby! Es del sur de Brasil —contó divertido al tiempo que subía muy alto el volumen de la música y se ponía a cantar a los gritos—: "como vou falar se nem sei por onde começar, vai me perdoar se a caso eu ga-ga-guejar... Eu to apa apa apaixonado por você eu to, apa pa pa apaixonado por você eu to, e é só isso que que que que eu sei dizer" —cantó a los gritos, luego se rio y bajó el volumen—. ¿Qué? ¿no te gusta cómo canto?

Solté una carcajada y negué con la cabeza.

—Mejor dedícate al tenis —bromeé y él se volvió a reír—. Okey, ya tuviste tu momento para brillar ¿ahora puedo cambiar de música? —propuse con descaro y me dispuse a conectar mi celular a su auto sin siquiera esperar que me respondiera—. Todo bien con ese... Grupo Tradi-no-sé-qué —dije, porque no pude terminar de pronunciar como fuera que se llamaba la banda—, pero yo no entiendo nada de portugués, y como soy tu invitada, vamos a poner algo que yo pueda cantar —agregué en tono de broma.

—Yo pensaba que el que manejaba elegía la música —se defendió.

—A ver, cuando James Corden hace su legendario Carpool Karaoke, pone música para que sus invitados canten, no sólo él. Así que, lo siento, pero me toca elegir —sentencié haciéndome la importante.

Él asintió, reprimiendo una sonrisa, así que seguí con la causa y busqué en mi playlist de canciones seleccionadas para tal cosa, una que me permitiera dar una buena performance. Lo primero que se me ocurrió poner fue Before he cheats, de Carrie Underwood, o tal vez Since you been gone, de Kelly Clarkson, que eran canciones con las que lo daba todo; pero después me di cuenta que, como buena despechada, solía posesionarme demasiado cuando las cantaba, así que opté por ir con algo que me pareció era un poco más cool, y ni bien empezó a sonar Zitti e buoni de Måneskin me puse a rockear como si estuviera dando el concierto de mi vida.

Por desgracia, Valentino parecía no querer rendirse tan fácilmente, y me volvió a robar el protagonismo poniéndose a cantar la canción en un italiano perfecto.

—¡No vale! No sabía que sabías italiano... se suponía que este era mi momento de brillar —me quejé y él se volvió a reír.

«Mierda, esa sonrisa de nuevo», pensé y me mordí el labio porque me di cuenta que algo dentro mío empezaba a despertarse, y tuve que recordarme de nuevo que me calmara, porque sabía que dejarse dominar por los impulsos nunca llevaba a buen puerto.

Aunque, si tenía que ser sincera, este puerto sí que estaba tentador.

—¿Qué? ¿non sapevi che io parlo anche l'italiano? —preguntó divertido ante mi cara de perplejidad. Yo me reí con ganas y después negué con la cabeza—. Parlo anche francese, inglese, portoghese e croato.

Como aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora