Escape.

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Capítulo 3.


La hora dorada, es aquella que termina cuando el sol sale y cuando el sol se quita, el cielo se ilumina de un color dorado preciosos pero me hace sentir solitaria, como lo soy.

La hora azul es aquella que aparece antes de la puesta del sol, dependiendo del clima o del lugar, el cielo se torna de un azul hermoso, es algo romántico, pero no me interesa eso.

La hora gris. Una mujer en un programa de televisión decía que existía la hora gris, aquella en la que no es de noche ni de día, y que sería la hora en la que ella moriría, pero no le tengo miedo a esa hora. De hecho, es mi favorita.

La hora de muerte. Para mí, es la hora en la que yo moriré, no es de día ni de noche, solo es la hora. Es aquella en la que siento que muero en un sueño y después despierto para no volver a dormir, es la hora en la que siento que papá murió, mi hora temida.

Llevaba una semana desde que había ido a ver a JungKook, el celular permanecía caliente entre mis manos pues no lo soltaba nunca, me perdía en la pantalla negra esperando el momento en el que sonara. Pero no lo hacía.

El día de hoy regresaría a la escuela, no era algo que quisiera pero son la clase de cosas por las que no tienes elección. Las marcas en el rostro había desaparecido y me veía como nueva aunque me sentía más acabada que cualquier cosa. Mi regreso a ese lugar de infierno fue espectacular, todos mirándome, diciendo cosas de mi, estaba acostumbrada a esa clase de atención y no me molestaba, o más bien, no me importaba en lo absoluto.

Mi pupitre en el salón estaba lleno de obsenidades, groserías, maldiciones y otras cosas, me seguía dando igual, siempre recibía esa clase de "humillaciones", se desgastan ellos haciendo estupideces, me viene y me va.

—Asi que has vuelto, vagabunda.

—Y veo que tú sigues sin bañarte, Sharon.

—¿No te refieres a ti?

Hice una mueca como si estuviera pensadolo y olí mi ropa, no importaba si vivía en la casa del árbol, nunca olería mal, siempre me bañaba y tomaba un poco del agua de rosas que yo misma preparaba.

—No, no soy yo, es agua de rosas pero tú hueles a —respiré ondo—. Queso agrio.

Realmente era una mentira, Sharon nunca olía a comida pero traía un fuerte olor a fábrica de tabaco, su padre era una pipa andante y su hija siempre olía a tabaco, muchas veces a marihuana.
Mi comentario le molestó en demasía, sentí satisfacción por ello pero después recordé lo que podía pasar y busqué la manera de arreglarlo, antes de que ella hablara la interrumpí.

—No te lo tomes enserio, Sharon. No es digno de ti —adular, no hay de otra—. Es decir, tu sabes que usas los más prestigiosos perfumes y esas cosas que yo no conozco, claramente no hueles a eso, tal vez... —busqué entre ese apestoso olor a tabaco algo más —. Naranja, si, soy muy mala para los olores.

Su ceño permanecía fruncido, estaba muy molesta pero simplemente se marchó sin decir nada y yo respiré aliviada.

—Cuida tu boca, Usagi.

Susurré.

★★

Regresé a la casa de JeonGyeon con los mismos ánimos que una persona que sabe que va al matadero, de igual manera no podía hacer nada para evitarlo. Al llegar todo estaba en silencio en la casa principal, en el patio se escuchaban las risas de mis hermanos y eso me dejaba tranquila por completo.
Entre a la casa con la satisfacción de que no había nadie y caminé a la habitación que una vez fue mía, está era blanca y estaba igual que la última vez que estuve ahí. La decoración era  completamente infantil como cuando la abandoné, desde el momento en el que mis hermanos tuvieron 3 años, desde ese momento dejamos la casa, ellos seguían siendo niños pero yo... Yo crecí demasiado rápido, de igual manera sentí nostalgia pues me sentía querida, que aquella horrible mujer había sido como un ángel, pero era un demonio encubierto.

Maquiavelismo  [KookMin] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora