RHAENYRASentada con las rodillas dobladas hasta el pecho, lanzaba pedazos de leño al fuego. La noche por fin había caído siendo solamente el resplandor del fuego la única vía de claridad, pues los altos pinos tomaban todos los rayos de la luna.
Rhaenyra suspiró y se apoyó en el tronco que tenía detrás como soporte, para luego unir sus manos y llevarlas entre medio de sus muslos. Observó con cuidado las llamas de la fogata con cierta inquietud que se abría paso por todo su cuerpo, pero aun así, trató de dejarse llevar por el sonido de fondo que el bosque les ofrecía. Como si aquello fuera a cambiar algo, a cambiar su realidad.
Llevaba prácticamente dos años sintiéndose sola y acumulando sentimientos que no sabía que escondía. Dolor, tristeza y enojo. Se esforzaba, de verdad que lo hacía, pero al final volvía a sentir esa molestia en el pecho. Eso que la llevaba a considerarse olvidada y desplazada ante el nacimiento de su hermano Aegon, pues luego de la última desgracia, Aemma volvió a quedar encinta y esta vez, la suerte jugó a favor de los reyes y les concedió el tan esperado hijo varón. El reino festejó eufórico y las campanas sonaron ensordecedoras y Rhaenyra no era ajena a la alegría claro que no, fue con el paso del tiempo cuando comenzó a notar que las cosas cambiaban poco a poco.
Desde los escuderos hasta la plebe pronto empezaron a deducir y esperar que el rey nombrara a Aegon como el nuevo heredero. Claro que Viserys no hizo tal cosa y solía hacer oídos sordos como Rhaenyra, quien tampoco había mencionado palabra alguna sobre el tema y solo se dedicó a cerrarse ante todos; siendo esa su forma de afrontarlo.
Poco a poco comenzó a alejarse, solo compartía con su padre la cena y las sesiones de la corte como copera, además de eso, ya no pasaba tanto tiempo con su madre caminando por los jardines o tomando el té; en su lugar pasaba tardes enteras refugiada bajo el viejo arciano con algún libro y tampoco era algo que llamara la atención pues Aemma pronto comenzó a dedicarle más tiempo a Aegon.Ciertamente la única que seguía fiel a su lado era Alicent, con quien también comenzó a pasar más tiempo de su día, por lo menos su amistad no se vio afectada. Aunque todavía no lograba convencerla de sobrevolar los paisajes a lomos de Sirax, si reforzaron su amistad de otras maneras, Rhaenyra hasta había aceptado portar un anillo de su amiga con una gema verde característica de la casa Hightower; a pesar de que sus joyas solo variaban entre el oro y las piedras rojas... eso sí, no lo utilizaba seguido.
Ambas amigas siempre iban escoltadas por sir Criston Cole, a quien Rhaenyra eligió para que formara parte de la Guardia Real y que más tarde se convertiría en su protector personal. Aquel caballero pronto se convirtió en uno de sus confidentes más cercanos, por obvios motivos de pasar prácticamente todo el día juntos, él la escuchaba y a pesar de su posición siempre le decía chistes por lo bajo para lograr sacarle una sonrisa. Y la princesa, fascinada, comenzó a llamarlo «mi caballero blanco».
Era reconfortante tenerlo siempre a su lado y se sentía segura con él, como también sabía que podía confiarle cualquier secreto a Alicent y ella nunca la traicionaría. Ciertamente había cambiado la compañía de sus padres por la de ellos, solo que... parecía que siempre faltaba algo. Por más fiel que le fuera Criston Cole, no dejaba de ser su protector y eso hacía que se mantuviera a raya cuando se trataba de asuntos políticos, y por más aprecio que le tuviera a su amiga, a veces su devoción, seriedad y responsabilidad le ponían un límite al momento de confesarle verdaderamente como se sentía.
No estaba sola, se sentía sola que era peor.Algo le faltaba, había un hueco en su vida que no lograba ser ocupado fácilmente por nadie...
—Princesa, debo hacer una última petición de regresar al campamento —insistió su caballero—. Su Majestad se preocupará por su ausencia.
ESTÁS LEYENDO
DESIRES ━━Daemon & Rhaenyra
Fanfiction⊱ Daemon comienza a verla de manera distinta poco a poco, Rhaenyra reconoce que le tiene un poco más que estima, y ambos, terminan envueltos en las llamas del deseo y el peligro de lo prohibido. ⊰