━━07; más que estima familiar

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RHAENYRA

Se notaba a leguas como les temblaba el cuerpo, los nudillos se les volvían blancos de tanta presión es sus manos entrelazadas y los ojos se les llenaron de lágrimas.

Miedo.

Miedo a Sirax que se alzaba imponente y resaltaba con facilidad entre la nieve, esperando a la orden de su jinete. Rhaenyra se encontraba a una distancia prudente, junto a Rickon Stark y sus abanderados, todos a la espera de la incineración de los desertores de la Guardia de la Noche en nombre del rey Viserys.

El motivo de su estadía en el Norte era debido a un viaje que ella misma había organizado, planeando visitar algunos de los Siete Reinos con el objetivo de forjar buenos lazos y alianzas con los lores; nunca venía mal el respaldo de las grandes casas que se distribuían en todo Westeros.
Su primer destino fue Winterfell, donde el Guardián del Norte y por lo tanto la casa Stark, la recibieron con el mayor respeto y amabilidad posible a pesar de ser tachados como fríos y toscos.

El Señor de Winterfell le lanzó una mirada que Rhaenyra entendió casi de inmediato.

¡Dracarys!

Hundiéndose entre la nieve, Sirax avanzó un poco y terminó lanzando fuego, creando así una hoguera donde los dos desertores habían sido atados. Esta vez, el hombre Stark decidió que fuera la princesa quien impartiera la sentencia de muerte a los hombres de ropajes negras que huían de su deber.
Las llamas flamearon fuertes, los gritos de agonía pronto comenzaron a volverse cada vez más apagados, dando lugar al olor a carne quemada que inundó rápidamente el aire.

La princesa apenas y miró por sobre su hombro a los demás que los acompañaban, todos habían dado unos considerables pasos hacia atrás, unos miraron la escena con cierta fascinación y otros con notable miedo. Así descubrió que solo el Guardián del Norte permaneció a su lado, quien momentos después se giró hacia ella y asintió con la característica seriedad que poseía.

—Fue un gusto haberla recibido en Winterfell, princesa —mencionó el hombre.

Junto a ella parecía un gigante, sus hombros eran anchos y fuertes, con la mandíbula cuadrada y el cuello gordo.

—El gusto fue mío, gracias por recibirme con ella —señaló con un gesto a Sirax. Rhaenyra pudo notar a penas una pequeña sonrisa que parecía pasar desapercibida—. Espero que entre nuestras casas haya paz y se formen buenas alianzas por el resto de las generaciones venideras.

—Ojalá así sea, princesa —volvió a asentir, notando como los escuderos, los caballeros y el carruaje real avanzaba hacia ellos—. Es aquí donde nos despedimos.

Rhaenyra se aventuró a sonreírle con sinceridad, realmente había tenido una buena pero corta estadía con los Stark, eran buena gente a pesar de ser catalogados como igual de fríos que sus tierras.

Ambos terminaron estrechándose las manos y así, ella tan solo ordenó que el carruaje (donde transportaban sus objetos personales) comenzara su camino de regreso a la Fortaleza Roja. Así que, sin más, se situó en su silla a lomos de Sirax y ambas ascendieron a los cielos.

El viento arrastraba cierta cantidad de nieve que le pegó de lleno en el rostro, y parecía que el frío le calaba los huesos a pesar de que vestía las típicas ropas de los habitantes del Norte.
Aguantó aquel detalle, porque sabía que con las grandes aleteadas de Sirax pronto sobrevolarían The Neck.

Lo que no sabía, fue lo que sucedió después. El rugido distintivo de Caraxes la hizo buscarlo entre las nubes, hasta que poco a poco el dragón rojo emergió como un depredador, el pelo plata de su tío resaltó casi al instante. Daemon, aferrado a su silla, la observó con semblante serio. No le hizo ninguna seña, ni le gritó, ni la molestó. Nada. Solo se mantuvo junto a ella asemejando ser su escolta.
Ella intentó provocarlo, haciendo que Sirax volara pegada al Anfíptero de Sangre y cuando vio que no dio resultado, decidió descender un poco y revolotear. Nada sacó el lado juguetón del príncipe.

DESIRES ━━Daemon & RhaenyraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora