━━02; acero valyrio

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DAEMON

Con las manos entrelazadas detrás de la espalda, la cabeza en alto, Daemon miraba con cierto anhelo el Trono de Hierro. La ambición brillaba en sus ojos y las ansias le jugaban una mala pasada al imaginarse sentado allí, viendo como los Siete Reinos apoyaban una rodilla al suelo por él.

Las espadas se alzaban imponentes en camino al Trono, las puntas brillosas aparentaban seguir siendo igual de filosas como lo fueron alguna vez, a pesar de haber sido forjadas y derretidas con ayuda del fuego de Balerion, el Terror Negro.

La escena frente a él era placentera, la sala estaba vacía, oscura y silenciosa, apenas y los rayos del sol lograban colarse a través de las ventanas; haciendo que el trono se viera más imponente aún.

Avanzó unos pasos hasta terminar por sentarse allí, donde quizá en un futuro ese fuera su lugar, el lugar que le correspondía por derecho y sucesión; si Viserys no lograba engendrar un heredero.
Y solo hasta ese entonces, notó lo verdaderamente incómodo que era aquel Trono, tal como Aegon I lo quiso.
Con cuidado de no cortarse, se cruzó de piernas y observó la sala que se extendía delante de él.

Muy en el fondo sintió un pinchazo, algo que le decía que ese no sería su lugar a pesar de creer estar seguro de ello, la sala vacía se lo dejó saber. Se convenció en ser paciente, no podía hacerse ideas absurdas si en los próximos días su sobrino le quitaba el derecho al Trono, sería su familia, y a pesar de ser una persona caótica y explosiva; la familia significaba todo para él.

Aunque no lo demostrara demasiado.

Jugó con los adornos del collar que tenía en manos, sintiendo el acero frío y oyendo el tintineo que las cadenas provocaban, con aquel silencio sepulcral parecieron resonar en toda la sala. Le gustó aquel sonido, lo hizo imaginar a su sobrina portándolo.

Hasta que el ruido de la gran puerta abriéndose frente a él, lo hizo despertar de su ensoñación. Se trataba de Sir Harrold quien, en aquel momento, le abría paso a su protegida; Rhaenyra.
Ella caminó y lo observó, Daemon yacía sentado cubierto por la sombra y la oscuridad que rodeaban al Trono, a sus espaldas los blasones apenas y se notaban tanto como él.

Había crecido desde su último encuentro, cuando le aseguró que sus hombres la protegerían a pesar de su ausencia, pues ahora si podía reclamarlos como suyos; ahora se encontraban con él siendo Comandante de la Guardia de la Ciudad y ella siendo toda una princesa, dando favor a ser la Delicia del Reino.

¿Qué estás haciendo aquí, tío? —le inquirió en alto valyrio.

Y acorde iba avanzando, la pudo contemplar mejor. Sus pasos eran lentos pero seguros, sujetaba con delicadeza su vestido, y sintió que hasta su mirar había cambiado. No encontró rastros de aquel accidente ni de aquella niña que había dejado atrás.

Me siento —le respondió de la misma manera—, esta podría ser mi silla algún día —le recordó para molestarla.

No si eres ejecutado por traición —contrarrestó con tranquilidad, aunque su entonación era casi tan salvaje como su mirada, a ella en realidad no parecía molestarle verlo allí—. No has venido a la corte en mucho tiempo.

Reclamo fue lo que Daemon detectó.

La corte es muy aburrida.

Ella sonrió con sorna, ese había sido un golpe bajo.

¿Entonces por qué regresar? —inquirió nuevamente, pues últimamente no pasaban demasiado tiempo juntos, no como antes.

Había una razón por la cual él estaba de regreso, y algo le decía que no era por ella, como siempre. O eso creyó.

DESIRES ━━Daemon & RhaenyraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora