RHAENYRALas nubes se acoplaban entre sí, formando figuras vagas que se desparramaban a lo largo del cielo gris como si fuera algún tipo de lienzo. La brisa lograba mover los cabellos salvajes de la trenza de la princesa, quien se encontraba de pie hundiéndose un poco sobre la arena, observando la perfecta unión entre el cielo y el mar.
El ambiente era sereno en comparación con la Fortaleza Roja donde el ajetreo siempre tomaba protagonismo, allí en Driftmark los únicos sonidos constantes eran las olas rompiéndose contra la orilla y el gorjeo de las aves, nada más. Todo en su conjunto le transmitía cierta paz a Rhaenyra, como una dulce sensación de alivio que a la vez le advertía un presunto peligro, la famosa calma antes de la tormenta.
Igualmente, sabiendo que no era momento para llenar su cabeza con pensamientos negativos, respiró hondo y aferró las manos al dobladillo de su capa negra. Su semblante se había hundido en una expresión seria con una mirada vacía y los labios fruncidos, que apenas cambió cuando Sirax emitió un quejido a unos metros de distancia, ahí permitió que sus comisuras se elevaran en dirección a la dragona.
Sirax parecía una lagartija a un lado de Vhagar. Aquella bestia se imponía sin ningún esfuerzo debido a su gran tamaño y aspecto ciertamente temible, tenía un cuello grueso y flácido, sus alas tenían pequeñas rajaduras que se había ganado seguramente con el tiempo o quizá en alguna aventura con alguno de sus jinetes anteriores, y ahora mismo sus escamas verdosas-azuladas no brillaban tanto debido a que el sol se iba escondiendo poco a poco. Metía miedo, pero aun así, era una bestia majestuosa digna de admirar.
Rhaenyra se había quedado tan absorta observándola, que nunca percibió a Laena acercándose, sino que la notó cuando ella le puso una mano en el hombro amablemente. La princesa se giró un poco y automáticamente llevó una mano hasta la barriga hinchada de su prima, por ese motivo estaba allí, para ayudarla con el parto que se suponía sería en unas pocas horas o más tardar un día.
Laena quizá interpretó un deje de tristeza en la expresión de su prima y debido al acontecimiento reciente, no pudo no soltar las siguientes palabras:
—Significa mucho para mí que me acompañes en este momento, prima —mencionó con voz suave y Rhaenyra se encogió de hombros ligeramente—. Más aun cuando todavía estás de luto.
Era verdad, una vez más la reina había sufrido un doloroso parto que terminó con el niño sin vida, todo el reino estaba de luto y Rhaenyra había escapado de aquel ambiente para ir en ayuda de Laena.
—No me perdería por nada el nacimiento de tu primogénito —optó por decir, ignorando por completo el asunto del luto, no quería sonar frívola si decía que ya estaba más que acostumbrada a aquellas lastimosas pérdidas.
—Está bien, entonces ¿serás mi cómplice en esta aventura? —inquirió sin quitar su sonrisa.
Rhaenyra ladeó la cabeza, dudando. —¿Es seguro que te subas a su lomo con tu condición? —rebatió, viendo el costado de Vhagar, donde Laena se las había ingeniado como toda una Velaryon y para facilitar más su ascenso hasta la silla le colocó una red que era muy característica en las flotas.
—Ya hasta suenas como mi esposo —la codeó con gracia, ganándose una mirada de reproche—. Vamos, por favor, es mi último deseo.
Rhaenyra tardó algunos largos segundos en sopesar su respuesta, pero finalmente terminó asintiendo. Ayudó a Laena a subirse por la red hasta lomos de Vhagar y luego tomó lugar en su propia silla con Sirax.
Ambas levantaron vuelo al instante, ascendiendo hasta las nubes grises logrando perderse entre ellas, pero siempre yendo a la par de la otra. Sirax daba rápidos aletazos mientras Vhagar volaba con tranquilidad, era obvio, un aleteo de la dragona más longeva era como cinco para la joven dragona de escamas doradas. Igualmente lograron encontrar el ritmo, mientras Laena parecía danzar con cuidado, Rhaenyra y Sirax se permitieron hacer alguna que otra pirueta.
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DESIRES ━━Daemon & Rhaenyra
Hayran Kurgu⊱ Daemon comienza a verla de manera distinta poco a poco, Rhaenyra reconoce que le tiene un poco más que estima, y ambos, terminan envueltos en las llamas del deseo y el peligro de lo prohibido. ⊰