━━10; exilio

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AEMMA

La ira parecía que iba a consumirla con facilidad, iba tan enceguecida que podía sentir el martilleo de los latidos en los oídos y como las venas, en especial una en la frente, le explotarían con estrés.

La mañana se veía tan linda y se vio arruinada con una noticia sorprendente y desagradable: Daemon y Rhaenyra juntos después del anochecer, en una casa de placer con un comportamiento inusual, copulando según los rumores.

Aquello fue la gota que rebalsó el vaso, él había excedido todos los límites y ella no estaba dispuesta a pasarlo por alto. Sus pasos resonaban en los pasillos junto con el pobre guardia que intentaba seguirle el ritmo, Aemma iba tan encerrada en su odio a Daemon y en la molestia con su esposo por no comentarle de la audiencia, que dejó todo y allí iba; a pedir la cabeza de su primo.

Nadie alcanzó a hacerle una reverencia ni abrirle la puerta, pues cuando la notaron ella ya había irrumpido en la sala del Trono. Y mentiría si dijera que la escena que tenía enfrente no le resultó placentera, Daemon en el suelo y Viserys igual de consumido por la furia que su reina, le asestó una patada en la espalda que lo hizo retorcerse de dolor.

A pesar de los sonidos quejosos del príncipe, ambos hicieron silencio al verla entrar con inquietud y nerviosismo, quizá sabiendo que Aemma sería la menos sensata con el asunto.
Daemon rió por la bajo y con toda la pesadez de su cuerpo, logró ponerse de rodillas y la observó, dándole a entender que no le daría el placer de verlo retorcerse por su compasión.

De repente, toda la seriedad que parecía tener se esfumó al verla a ella.

—Mi reina —dijo con sorna.

El cuerpo pareció fallarle y terminó apoyando las manos en el piso, haciéndole ver más patético a ojos de la reina.
Su aspecto era desastroso como si la noche hubiese sido dura y de ella solo obtuvo una buena resaca, los mechones de su cabello corto iban desordenados, no podía ni siquiera ponerse de pie y sus ojos se cerraban con facilidad y pesadez. Vestía una gran camisa arrugada y manchada, que al momento en que él amenazó con volver a desplomarse en el suelo, se le abrió más dejando ver parte de su pecho. Fuera de eso, Aemma no supo que hasta sus pantalones iban mal abrochados.

La reina le lanzó una mirada reprobatoria a Viserys y se dispuso a dar una vuelta alrededor del príncipe, buscando cualquier indicio para ir en su contra. La oscuridad y las sombras del Trono no jugaban a su favor, pero aun así hizo su mayor esfuerzo posible.

Le descubrió una serie de marcas en la curva del cuello y parte del pecho, junto con un bulto que le sobresalía con obviedad en el bolsillo trasero del pantalón. Sin más, se atrevió a quitárselo llevándose las miradas de ambos hombres con suspenso. Aemma lo escudriñó entre sus manos y finalmente se lo llevó a la altura de la nariz, para reconocer el aroma de su hija desprender de aquella prenda. Ahora sí, no fue difícil atar los cabos y la ira le pesó más.

Daemon enarcó las cejas, quizá esperando que ella reconociera el perfume y luego sonrió con gracia al ver como los reyes se miraban con inquietud. Más no esperó lo que sucedió después, Aemma le asestó un fuerte golpe con el dorso de la mano, rompiéndole el labio con facilidad con ayuda del filo de sus anillos.

El rostro del príncipe se hizo a un lado por el envión y pronto la sangre comenzó a brotarle por la boca, aun así, la sonrisa nunca abandonó su rostro.

—Puedes golpearme y odiarme hasta la tumba, Aemma —murmuró volviéndose a poner de rodillas con dificultad, largando una pequeña carcajada—. Aun así, este golpe sanará y los besos que le di a tu hija seguirán ahí...

Viserys desvainó su daga con una velocidad nunca antes vista y se lanzó sobre su hermano, apoyándole el filo contra el cuello con brutalidad.

—¡Debería arrancarte la cabeza! —gritó con rabia—. Debería desheredarla a ella como lo hice contigo y acabar con esto.

DESIRES ━━Daemon & RhaenyraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora