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Nadie volvió a poner un pie dentro de esa tienda luego de que el soldado hubiese salido hacía cinco minutos, la energía que desprendía desde el exterior era incomoda, incluso cerrando los pulmones del último desgraciado que había tenido la responsabilidad de avisar a la Ex General y al Rey Dragón.

Cualquier indicio de movimiento dentro de la tienda se detuvo para quienes observaban desde fuera, el tiempo transcurría y ninguno de los dos parecía estar dispuesto a acatar las órdenes del Príncipe Heredero, los soldados se acobardaban apenas ponían un pie cerca de las lonas, la energía era capaz de poner a cualquiera de rodillas.

Aiko continuaba en el mismo lugar, sentada en su silla luego de degustar un delicioso desayuno, pero con Katsuki frente a sus ojos, dirigiéndole una mirada penetrante y calculadora, con sus brazos cruzados y recostado sobre la mesa, muy hundido en sus pensamientos. El ambiente se había vuelto raro desde que ese soldado había interrumpido el intento de Katsuki de hablar, el aire se tornó pesado, pero ninguno bajó la mirada.

  — Deberíamos ir, Su Majestad.

No hubo respuesta, la fidelidad con la que miraba fijo dentro de sus iris era admirable, como si quisiera develar hasta el último secreto que su boca rosa pudiera guardar, manteniendose firme en su lugar y sobrepensando lo que quería preguntar.
Aiko soltó un suspiro, el tiempo no esperaría por ellos por más que pudieran mantenerse estáticos en sus posiciones durante horas, el deber llamaba y no era algo que pudieran ignorar. Ya había sentido las pisadas de múltiples soldados intentando volver a entrar en la tienda, entendía que la pesada presencia mágica de Katsuki se había vuelto más densa desde que se había disgustado por su verdadera misión.

Por otro lado, Katsuki se había hundido demasiado en sus propia cabeza, buscando que información más podría ser relevante en su investigación sobre la mujer frente a sus ojos, sentía que estaba perdiendo un detalle. No permitió que la idea de esa mujer tratando de asesinar a Kirishima lo envenenase, era algo a hacer en el peor de los casos y ella había aclarado que su objetivo era el Duque Giran y no su amigo dragón carmín.
Volvió a repasar toda la historia, desde el primer encuentro, los enfrentamientos, las inútiles despedidas, las veces que había rozado su piel, terminando con las imágenes de la batalla pasando como flashes frente a sus ojos, rememorando como el recuerdo del fuego azul le ponía la piel de gallina, pero peor aún, ese fuego azul que había puesto a Aiko de rodillas.

  — Su Majestad, por más que me mire, eso no cambiará el pasado— decretó ignorante a lo que pudiese estar pasando por su cabeza, ya sintiéndose un poco cansada de la punzante presión mágica que ese hombre podía ejercer, un incómodo dolor se comenzaba a situar en sus hombros como si estuviera cargando dos troncos de árboles sobre ellos y una dolorosa punzada atravesaba su diafragma, comenzando a dificultar su respiración. Era algo bestial sin duda, digno de un rey, pero si se mantenía en ese lugar con Katsuki hundido en sus pensamientos y manteniendo una presión mágica tan sofocante, no podría asegurar el salir ilesa.

  — Siento que hay algo más que quiero preguntarte— soltó finalmente volviendo al plano terrenal, disminuyendo la presión mágica y dejando a Aiko respirar.

  — Por supuesto, ¿que desea saber?

Sin previo aviso, tomó su mano quemada, dejando ver la aún latente cicatriz de una dolorosa quemadura por acero incandescente, tirando de ella hasta obligarla a pararse de su asiento, no haciendo doler sus heridas como anteriormente. Confundida, siguió sus movimientos quedando ahora si cara a cara, con sus rostros nivelados y con el ceño fruncido del monarca como Juez. No apuró sus palabras, aguardó a que Katsuki finalmente dejase salir sus dudas, mientras más sincera fuese con él, estaba segura más percances se ahorraría en el futuro.

•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora