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Caminaba arrastrando sus pies entumecidos, había yacido sentada por horas en el mismo lugar donde sus ojos contemplaron el asesinato de sus amigos, sola, impotente y con nuevas heridas. Las lágrimas no habían dejado de correr por su rostro, en su mente todavía estaba demasiado fresca la voz de Denki en su última despedida y el sonido de la carne de ambos siendo perforada, le atormentaba ese tétrico ruido repitiéndose insesante en sus oídos y por alguna razón el olor a su propia sangre le estaba dando ganas de vomitar.

Sangre. No quería verla más. Las brillantes sonrisas de sus queridos se habían perdido manchados de ella, sintiendo dolor, culpa, rabia. Y Aiko, como si solo pudiera sentir algo a la vez, solo podía sentir culpa.
La atormentaba el pesar, su consciencia y su debilidad. En vida los había recriminado una y otra vez, les había pedido que la abandonaran porque ellos tenían personas por la que vivir y amar, pero ella no tenía nada de eso, tampoco tenía un lugar donde volver. Su realidad la golpeó de forma abrupta justo después de ver a esos soldados llevárselos, porque, en ese tiempo, Hanta y Denki se habían vuelto su lugar para volver. Pero ellos ya no estaban. Nunca más lo estarían.

Los sollozos se escapaban de su garganta mientras se apoyaba en algunos árboles para no detener su andar, estaba débil pero no por sus músculos, en su pecho ardía la tristeza y su corazón gritaba por justicia, venganza, eran dolorosos sentimientos los cuales ni siquiera eran mitigados por la culpa que sentía y su propio dolor físico.
Quería volver a verlos, cenar con ellos, apreciar sus hermosas presencias en silencio como siempre había hecho y oírlos hablar de lo que deseaban para el futuro.
Pero ahora tan solo podía añorar un recuerdo y no detenerse.

La habían hecho cruzar a Bishajin y desde ese punto, ella sentía la presencia de su espada incluso a la lejanía, ya que la barrera no estaba irrumpiendo la conexión.
Tan solo debía volver a hacerse de su espada, tal vez retar a Bakugo Katsuki y Kirishima Eijiro. Recordó la brillante presencia que emitía aquel dragón escarlata, sería un poco más difícil para ella enfrentarse a él, puesto que no podría evitar ver reflejado a sus difuntos en él.
Pero en realidad ya no le importaba, no del todo, una parte de ella había muerto junto a Hanta y Denki. Siempre la habían alentado a la autonomía y la libertad del alma, tan sólo al haberlos perdido les iría a hacer caso, por más doloroso que fuera. Le habían sacado de encima una cadena que la había restringido durante años.
Nadie que no lo mereciera volvería a tener su respeto.
El dolor del ayuno prolongado se situaba en su estómago, pero no se detuvo a buscar algo de comer. No conocía el terreno ni la flora autóctona de ese reino, tal vez lo que para ella parecieran bayas fuera algo venenoso. Habían demasiados riesgos, mucho que perder. Aunque lo único que le quedaba a esa altura era su propia vida, pero mientras el aire entrase a sus pulmones y su alma continuara en ese cuerpo, lucharía con la vida que sus dos amigos habían ganado para ella, por el precio de las suyas propias.

Hace algún tiempo había leído sobre las dríadas, seres individuales los cuales vivían dentro de los árboles, hadas que mantenían bosques enteros y que a la vez, eran el bosque mismo. La forma anormal de moverse de los árboles le alertó de la posible presencia de aquellos seres. A las dríadas no les gustaban los extranjeros, sobre todo aquellos con aversión a la naturaleza o con aires de grandeza.
Aiko no halló problema, tal vez a ellas les molestara el ruido de su llanto, pero no podría complacerlas en todo, tan solo estaba de paso por allí.
El bosque la acompañó con su tristeza en su paso por allí, las brisas suaves y los leves sonidos de la naturaleza la relajaban un poco. No había saturación, incluso los aromas eran leves y agradables. Pensó, soltando una risa seca, que de seguro Kaminari Denki no podría haber disfrutado de ese silencio por su imparable parloteo, en cambio, sería Hanta quien oiría la naturaleza a su lado.

— La persona que perdiste debe estar descansando en paz, no deberías llorar como una Banshee.— a esa altura, la voz femenina no le sorprendió. Detrás de ella, saliendo del corazón de un árbol, había una forma humanoide con piel de madera, con un rostro de trazos finos y ojos grandes, completamente negros.

•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora