— ¿Por qué usted tiene la espada del Capitán General, Toshinori Yagi?
...—¿Disculpe? — el adulto joven tartamudeo su respuesta, un tanto inquieto. La mirada de Aiko no demostraba amenaza en lo que pudo reconocer pero tampoco demostraban alguna otra emoción. No era capaz que ver más allá del manto verde de sus orbes.
— La mandoble* modificada que reposa en tu hombro, hay otra mitad que completa la espada. Es un arma forjada únicamente para el Capitán General Yagi. No he sabido absolutamente nada de mi Capitán y espero que me expliques con detalle, muchacho.— Izuku abrió sus ojos sorprendido y Katsuki apretó sus puños. La expresión de Aiko no cambiaba y continuaba sin demostrar emociones, por más que su voz denotara autoridad con severidad, no se veía reflejado en su rostro.
— No puedes exigir nada aquí. Éste no es tu reino y estás rodeada por posibles enemigos, si decides empezar una pelea en mi palacio, no me interesará que estés herida.— acotó autoritario el Rey, haciéndole acuerdo a la mujer de la situación vulnerable en la que se encontraba.
Por primera vez, Aiko halló los ojos camines de Katsuki al final de la cama. Sus ojos sin duda eran hermosos, del tipo que nunca podría ver en un humano corriente de los que normalmente estaba rodeada, brillantes como los rubíes pulidos que la princesa Fuyumi disfrutaba usar como joyería.
Sin contemplar completamente sus orbes, estiró su mano y la espada que reposaba a los pies de la cama llegó a su palma, realizó su movimiento mucho antes de que Katsuki pudiera replicar. Empuñando su arma, pasó el filo por la palma de su mano, cortando su piel con tan sólo un roce.— Si lo que quieres es que no lastime al chico, tienes mi promesa de sangre de que mi espada no será empuñada contra tu pueblo a no ser que deba defenderme o proteger.— con voz monótona expresó sus intenciones de empuñar su arma, pasando su palma ensangrentada por sobre el metal de su mandoble.— Sólo deseo información sobre mi superior.
El filo del arma se cubrió de un mana color dorado y la sangre fue evaporado unos segundo después de haber sido esparcida por el metal, volviendo a estar pulcro como antes.
Con un chasquido de dedos, la espada volvió al lugar donde Katsuki la había apoyado. El Rey miraba con perplejidad como la palma de la general continuaba sangrando y apenas había terminado de asimilar lo que acababa de hacer.— ¿Todo este tiempo pudiste tomar así tu espada? ¿Por qué la pediste cuando estabas en la cueva siendo que con solo estirar tu brazo podrías tenerla en tu palma?— Kirishima preguntó curioso y un poco alterado, Aiko relajó su postura.
— Teniendo en cuenta que no sabía las intenciones de Su Majestad, no podía arriesgarme a empuñar a Takeshi. Si me hubiera encontrado en un peligro inminente, lo hubiera llamado.— Dijo con voz calma. Aiko no apartó a Ochako cuando ésta se apresuró a su lado para curar su palma. No recibió respuesta a su pregunta, sin embargo.
— ¿Quién mierda es Takeshi?— preguntó el rey, irritado rascó su cabeza con su ceño fruncido y con los dientes apretados.
— Mi espada, por supuesto. Su nombre es Takeshi, ese fue el nombre que le dio la persona que la forjó para mí.— la expresión estoica de Aiko no hacía más que poner nerviosos a algunos de los presentes, su ceño no se fruncía en ningún momento ni ante ninguna situación.— Eso no cambia mi pregunta, ¿que sucedió con mi Capitán?
Izuku tomó aire una vez que los espectantes ojos verdes se posaron en él y cruzó miradas con el rey, hablando sin emitir sonido. Dio un paso al frente, Ochako se apresuró a intentar detenerlo, diciéndole que no lo hiciera. Mas, aún con la brujita tirando inútilmente de su brazo, habló.
— El caballero y Capitán General "All Might" falleció, General. Hace medio año.— musitó el hombre joven mirando directo a los ojos de la mujer, él intentó mantener una postura de alguien fuerte pero su espalda se curvó cuando vio a Aiko. Algo cambió en su mirada, pero no se notó en su rostro. Ella apartó la vista mirando sus manos, dejando un momento de silencio.
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•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]
FanficEn los reinos sigue sangrando la cicatriz de la guerra que concluyó hace treinta años, la aparente paz mantiene la tranquilidad como calma antes de la tormenta, pero a los cimientos los corroe la traición, tirando todo abajo. Para Aiko, siendo la Pr...